miércoles, 30 de diciembre de 2020

Última aventura

Rodrigo había recibido el mensaje el día anterior a las siete de la mañana por lo que, calculaba, llevaba

veintiocho horas sin dormir y sin dar más señales de vida que las necesarias. Acababa de llegar al trabajo, el primero como cada mañana y tuvo que excusarse para poder salir y hacer creer que estaba lo suficientemente enfermo como para faltar por primera vez en los dieciséis años que llevaba en la empresa.

Rosa lo había recibido a las siete y cinco. Aquel día le tocaba teletrabajo por lo que estaba desnuda y a punto de meterse en la ducha. Su marido se había marchado y habían acordado en quedar a cenar en un restaurante para celebrar su vigésimo aniversario. Tuvo que cancelar la cena, decirle que dormiría en casa de su madre y vestirse a toda prisa, sin duchar, antes de acudir a un lugar incierto donde le esperaba lo desconocido.

Rodrigo ya había pasado seis pruebas, cada cual más difícil, cada cual más descorazonadora. Cuando alcanzó el puesto de control número siete, su teléfono le indicó una última orden. “Debes matar al dormilón”. En los puntos anteriores se había ganado un cuchillo, un bote de pintura con el que había delatado su pecado en una pared vecinal y un bote de pastillas que le habían hecho olvidar su pecados más recientes. Pero el más oscuro seguía allí, en el móvil de aquel loco que estaba jugando con su vida y en la memoria de dos personas que se quisieron con el alma pero no supieron decirse adiós con la mirada.

Cuando Rosa llegó al punto final se encontró con un tipo que no conocía de nada y con una mujer que sonreía para sus adentros. Su imagen era un retrato de la derrota. Despeinada, sucia y ajada, caminaba con los pies arrastras y la conciencia perdida en el penúltimo vaso donde tuvo que escupir la lejía y la decencia. Había pasado vergüenza, lA habían insultado y había provocado algún altercado, pero toda precaución era poca cuando tenía que evitar que su marido se enterase de su ya terminada relación extraconyugal.

-        ¿La conoces? – Le dijo el tipo a bocajarro.

-        No. – Respondió ella presa de la asfixia y el malestar.

-        Claro, a ella no, pero conoces a su marido.

 

La mujer le cruzó la cara con un guantazo y ella cayó de espaldas, agotada, presa de la angustia y del dolor.

-        A mí tampoco me conoces. – Continuó él. – Pero tu marido sí conoce a mi mujer.

 

Atando cabos, le vio llegar dando tumbos, la camisa rota, los cordones de los zapatos desatados y convirtiendo el paseo en una pista kilométrica. Cuando llegó hasta su altura la gente se había asomado a las terrazas, los coches habían parado en doble fila y los paseantes habían hecho grupos alrededor. El hombre y la mujer sonrieron y se marcharon de la mano mientras ellos dos, frente a frente, y con temor a reconocerse, apenas se miraron antes de dejarse caer y buscarse con las manos para regalarse un último adiós que, en otras circunstancias, nunca se hubiesen dado.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Castidad

Las curvas de la señora Ackerman eran el pecado contra el que no cabía confesión. El padre Patterson se escondía en el confesionario y, mientras miraba por la cortinilla entreabierta como la señora Ackerman regresaba en busca de absolución, dejaba que su sotana bailase y su respiración, entrecortada, respondiese un Ave María purísima que ponía fin, cada mañana, a su síndrome de abstinencia.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Fracaso interior

Siempre como nuevos, los zapatos de Machaco bailaban sobre la tarima. Sus brazos eran remolinos en

escala de grises y la cabeza una escoba de pelos negros que sudaba tinta y licor. Abajo, cuando la platea se fundía en negro y el silencio apagaba el eco de los aplausos, Machaco se paseaba entre las butacas acariciando el ante y sorbiendo los restos de polvo que había sobre su nariz. Ya no quedaban días ni entradas y aún así no puedo evitar la lágrima que, ennegreciendo el rostro de maquillaje, resbaló hacia el suelo manchando los zapatos que acababa de estrenar.

viernes, 11 de diciembre de 2020

El ladrón de almas

Observa a la gente como quien observa un espectáculo de funambulismo. Cree saber quién se mantendrá en pie y cree saber quién se precipitará al vacío de sus propios fracasos porque ha aprendido que la vida es más que una sucesión de acontecimientos que se transforma en una planificación de vicisitudes. Por eso se acerca a los sonrientes, se sienta tras los poderosos y activa el mecanismo de rastreo con aquellos que visten de triunfador.

Ha aprendido a robar almas. No de la manera de vaciar a la gente, no, de la manera de aprender a compartir, de aprender a desdoblar. Hechicero por afición y mago de frustración tardía, hubo de vender su conciencia al diablo y ponerle una piedra a Dios para conseguir el hito de su supervivencia. Ahora sabría cómo ser alguien, ahora sabría cómo situarse en lo más alto.

Absorbió la esencia del tipo engominado y el traje de mil euros. Se sentó a esperar blandiendo la euforia y simulando una sonrisa cuando el dolor de pecho se hizo agudo en forma de pinchazo. Aquello era una preocupación suprema, un cargo en la conciencia, un miedo atroz a perderlo todo. Vomitó el aliento contra el aire y sedujo por la espalda al tipo que aparcó una moto cara. Se sintió valiente de pronto, esta es la mía, no tenéis nada que hacer, hasta que las lágrimas inundaron sus ojos y las figuras pasaron a ser sombras borrosas que se confundían con la nada. Volvió a expulsarlo de sí y volvió a buscar un nuevo horizonte.

Pero los horizontes eran muros donde el más allá sólo tenía preocupaciones, depresiones, ansiedades y taquicardias. El sabor de la derrota se enjuagaba con alcohol, el de la soledad con cocaína, el del estrés con opiáceos, y el valor de la verdad era desconocido porque todos vivían a mil por hora y no se habían parado a respirar. Tomar aire, ser persona, soltar el aire. Ser alguien.

Entonces entendió que ser alguien no pasaba de manera exclusiva por el éxito, que la fama es efímera y que importa más saberse querido que saberse respetado, que valía más la sonrisa que el miedo y que, más allá de la soledad autoinfligida, existe la compañía espontánea. La sociedad es una bandada de pájaros. Los hay que vuelan en compañía y viven aventuras y los hay que vuelen en soledad y viven dentro de su angustia.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Diez días

No paran de preguntar por mí. Carlos y yo somos idénticos pero sólo él es diez minutos mayor. Por eso empezó a hablar diez días antes que yo, caminó durante diez días mientras yo aún gateaba y ya en el colegio aprendió a leer y a escribir diez días antes de que yo asimilase los conceptos. Nos casamos con diez días de diferencia y nuestros hijos mayores se llevan diez días. Hace doce días Carlos murió de un infarto y el teléfono no deja de sonar. Llevo un par de días sin cogerlo. No me atrevo a desilusionarlos.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Nuevos amigos

No paran de preguntar por mí los mismos que, hasta hace dos días no sabían ni que existía. Ahora tocan el

timbre, me llaman a gritos e incluso meten cartas en el buzón. Yo no he cambiado en nada, sigo siendo el mismo gordo gafotas que se apuntó a un concurso de televisión, completó un rosco y regresó a casa con dos millones de euros. A ver si va a ser que los que han cambiado son ellos.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Cumpleaños

Todos los años es el mismo día. Cuando me despierto hay ocho mensajes en el móvil, tres notificaciones

en las redes sociales e incluso alguna llamada perdida en el universo de las personas que me quieren. Los mensajes, las notificaciones y las llamadas se suceden a lo largo del día y cada vez que escucho el teléfono pienso que esta vez, sí, serás tú. Pero tú nunca te acuerdas. Y así, cuando me acuesto, pienso que soy un año más viejo, un poco más querido pero, también, un poco más desgraciado, porque tú sigues olvidándome mientras la vida nos sigue restando oportunidades.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Nueva normalidad

La casa es pequeña, la calle es ancha, el aire es pesado, la verdad es inminente, el epicentro está cercano,

los deseos son sobrios, los miedos son acuciantes, las manos dibujan una esperanza y los ojos miran los días como quien cree ver un tren que nunca llega.

De repente las paredes se ensanchan, el asfalto quema, la libertad es un cuento de miedo, la pandemia es un monstruo que golpea en la ventana, las noticias son misas, los sueños son pesadillas y los pies quedan atados para no querer salir corriendo. El tren, parado en la estación, pide pasajeros destino a la nueva normalidad y su normalidad, de golpe, se ha convertido en la comodidad de sentirse a salvo.

jueves, 12 de noviembre de 2020

Santa Rita

El próximo favor se lo pido a Santa Rita que sabe mucho de dar lo que se quita, porque visto que la Virgen

de la Cueva me fastidió la cosecha y por culpa de San Honorato tuve un esguince inguinal, casi mejor empezar a pedir favores y, ojo, después a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. Y santas pascuas.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

El último cigarro

Espero el milagro conectado a un respirador y protegido por una mampara. La doctora tiene la frente húmeda y la enfermera los ojos enrojecidos. Mi mujer las mira y entiende, por sus gestos, que ni habrá milagro ni más ceniceros llenos. El día que lo dejes, me había repetido, tiraré las cortinas, cambiaré el sofá y pintaré las paredes. Quizá su sonrisa, ahora, sea porque al fin va tener el salón de diseño que siempre señala en las revistas.

jueves, 29 de octubre de 2020

Reminiscencia

Al final del pasillo había una mancha azul que resaltaba con la luz ultravioleta. Las habitaciones estaban ordenadas y olía tanto a lejía que, mientras acariciaba la placa que colgaba de mi cuello, recordé a qué empezó a oler mi casa los días posteriores a que mi madre me contase que mi padre se había marchado a por tabaco y no tenía pensado volver.

lunes, 26 de octubre de 2020

El comienzo del fin

Los desguazabots ya venían de camino, el crepitar de sus pasos sobre el sendero de grava, sonaban como

la trompeta del apocalipsis. El niño, vestido con harapos y descalzo de un pie, observaba como los hombres introducían a Michael en la cápsula del tiempo. Junto al cristal, antes de la destrucción total, había un zapato gastado, media docena de cadáveres y una foto arrugada de esa tal Sarah Connors. Pero ya no había rastro de Michael Biehn, ellos habían perdido un T-800 y Skynet seguiría triturando a todo aquel que no consiguiese llevarle a ese maldito de John.

jueves, 22 de octubre de 2020

Minuto cero

Su preferido era el caracol de tierra, pero se habían agotado, así que buscó una tortuga laúd o un puñado

de saltamontes, pero no quedaba casi nada en el mercado de Wuhan. Anduvo entre los tenderetes y encontró al señor de los murciélagos. Recordó que hacía tiempo que no los probaba. Además, estaban a muy buen precio. Seguro que una sopita caliente le reconfortaba ante el frío que asolaba Hubei en aquel invierno voraz.

miércoles, 14 de octubre de 2020

Lógica infantil

 -        La propia de los buenos espantapájaros es la de espantar pájaros, lo dice la palabra, la de los buenos

abrecartas es abrir cartas, los matamoscas matar moscas y los sacacorchos sacar corchos ¿Lo entiendes ahora, Manolín?

Y Manolín miró al abuelo con los ojos llenos de curiosidad.

-    ¿Entonces por eso está ciego el tío Casimiro?

jueves, 8 de octubre de 2020

Transición

Se va a estrellar, decían los nostálgicos. No va a llegar a los cien días, decían los soñadores. Le quedan dos

telediarios, decían los escépticos. Y el presidente Suárez encendía un cigarro tras otro esperando al meteorito mientras en la calle el pueblo hablaba, la libertad no tenía ira y una señora llamada Constitución iba tomando forma dentro de un cuarto oscuro.

lunes, 5 de octubre de 2020

Promesas

Mis cálculos son falsos porque no tuve en cuenta el valor. Prometí el cielo, la luna, las estrellas y hasta algún planeta más allá del sol. Pero a la hora de la verdad abrí los ojos, puse los pies en la tierra y me di cuenta de que tenía una familia. Promesas que no valen nada, me cantaba Iván Ferreiro. Promesas que valieron para conocerme, me canto yo un día tras otro.

martes, 29 de septiembre de 2020

Del revés

-        Llegará pronto. No es normal este calor. Se va a acabar el mundo. Veinticinco grados en febrero ¿Cuándo se ha visto? Y ahora el virus este. Y mañana será el meteorito. Nos queda poco, amigo.

Miró por el retrovisor y tiró la colilla del cigarrillo, aún humeante, por la ventanilla. Tosió sobre la palma de su mano y apuró el último trago de la lata de cerveza que compartían antes de arrojarla al exterior. El motor diésel rugió en el silencio.

-        ¿Ves? Ya está aquí.

Jorge se sentó detrás y saludó en voz baja.

    -    Vamos, tío. Qué llegamos tarde.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Sorpresa

-        Llegará pronto. – Dijo la madre a su hijo cuando su padre se introdujo en la máquina del tiempo.

Dos segundos después estaba en el año 2030 y su mujer se maquillaba frente al espejo mientras un hombre desnudo la observaba desde su cama.

En la mesilla había una fotografía de un chico con birrete y diploma.

No había fotos suyas, pero las caras de sorpresa fueron todo un retrato.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Relación tóxica

Y ella finge que se lo cree mientras el caballo va cabalgando sus venas y se deja caer sobre la cama deshecha. Es entonces cuando su limpia sonrisa me dice que, aunque no se cree nada de lo que le digo, me sigue queriendo como el primer día porque desde que yo aparecí sabe cómo olvidar y no tiene que preocuparse sobre cómo recordar.

lunes, 21 de septiembre de 2020

lunes, 14 de septiembre de 2020

El listo del atasco

Los intermitentes de adorno, la jeta más grande que la espalda, la vergüenza perdida desde que naciste.


Eres un desgraciado y un maleducado. Pero nada, ahí vas. Ahí sigues metiendo el morro para incorporarte a última hora mientras yo llevo veinte puñeteros minutos en la incorporación. Veinte puñeteros minutos esperando el momento de incorporarme a la nacional mientras tú llegas con tu carita de niño pijo y tu coche caro a meterte a última hora. Un sinvergüenza más. Por culpa de hijos de puta como tú los demás tenemos que andar esperando durante minutos a riesgo de llegar tarde a nuestro puesto de trabajo.

Y encima me tocas el claxon. Encima te haces el ofendido. Pues por mis cojones que no pasas. Pero ¿Serás cabrón? Hala, venga. Y te has metido. Vaya si te has metido ¿Qué haces payaso? Una peineta ¿Me estás sacando el dedo corazón? Pues nada, otro día que no voy a trabajar. Me va a dar igual. Te vas a cagar.

Te sigo, te sigo aunque me tenga que meter por caminos imposibles. Aunque no creo que lo haga, seguro que vives en alguna urbanización pija o eres ejecutivo en un edificio de cristal. Una rotonda, dos, un giro, un recta y aparcas. Bien, aparcas en la calle. No eres tanto entonces si no tienes una plaza de parking. Sólo un pelota rastrero con ínfulas que se cree alguien y no llega a nada. Me acerco deprisa, tú no has reparado en mí, cómo ibas a imaginar que el tipo al que has tocado el claxon te iba a seguir hasta la puerta de tu trabajo. Si no te habías fijado ni en mi coche como te ibas a fijar en mi cara.

Toma, una hostia. Y otra, y otra, y otra, y otra más. Ahí te quedas sangrando, por gilipollas, y ahora me voy a mi puesto de trabajo. Más a gusto que un arbusto. Más feliz que una perdiz. A la próxima vuelves y te cuelas. A lo próxima vuelves y tocas el claxon. So payaso.

Pues claro que volverás a hacerlo, pienso mientras te veo tomar un desvío diferente al mío. Volverás a hacerlo y yo volveré a maldecirte mientras imagino como te sigo hasta la puerta de tu trabajo y te inflo a hostias. Pero ¿Cómo voy a hacerlo? Si soy un mierda que sólo se protege con la imaginación y si soy un paria que no puede perder su puesto de trabajo.

jueves, 3 de septiembre de 2020

Decisiones

Ahora ya vestido observa el cuerpo desnudo a través de la puerta del balcón donde fuma un cigarrillo. El teléfono parpadea en silencio y observa el nombre de mujer en la pantalla mientras la luna refleja gotas de sudor sobre su rostro. La duda es un monstruo que devora su conciencia y paraliza su carne. Apaga el cigarro y sale de la habitación sin mirar a la cama. Besa a los niños y coge un bolígrafo para escribir una nota. Intenta ser original, pero no quiere pensar. La puerta cerrada y la nota en la nevera. “Voy a por tabaco”.

jueves, 13 de agosto de 2020

Atontados

Había descubierto la nota mágica, aquella de la que le había hablado su maestro y que controlaba la voluntad de la gente. Estaba entre el fa sostenido y el si bemol; oculta entre la escala y a la vista de los visionarios. Tomaba su violín, iniciaba el recital y, en un momento dado, iniciaba la secuencia musical. Era entonces cuando el público entraba en trance y él aprovechaba para abrir carteras, coger billetes y repartir besos furtivos. Cuando, tras el silencio, apagaba el hechizo con un cambio de ritmo, la gente despertaba de nuevo como si el tiempo no hubiese pasado, como si el reloj se hubiese detenido sin haber dejado secuelas en la memoria.

Había ganado cierto prestigio entre los corrillos musicales y cada vez eran más grandes los salones que le contrataban y, con ellos, cada vez más grandes sus botines. Un centenar de personas a un billete por barba, el botín diario terminaba siendo lo suficientemente goloso como para renunciar a tocar aquella nota mágica a la que había tardado años en llegar. Por ello, cuando escuchaba hablar a los entendidos de barra de bar diciendo que el reggaetón ese atonta a la gente, él sonreía por lo bajo y susurraba, muy bajito un “si tú supieras…”.

Hoy tiene recital en una sala de fiestas con cierto prestigio. Ciento veinte comensales que disfrutarán la velada con vino tinto y música agradable. En cierto momento acaricia las cuerdas y entona la nota que los deja a todos en trance. Comensales, camareros, asistentes, vigilantes… todos en situación de sueño sostenido; ojos abiertos, rictus relajado, manos caídas. Poco a poco va extrayendo carteras, cogiendo billetes y volviéndolas a guardar. Tiene un buen fajo. Cuando llega hasta la última mesa, ha de sujetarse fuerte cuando comprueba como un chico de pelo largo y orejas perforadas le observa con sorpresa y respira con temor. Le ve quitarse los auriculares y, a través de ellos, a un volumen lo suficientemente alto como para no poder escuchar nada de lo que ocurre alrededor, suena una sintonía popular de ese reggaetón que decían que atontaba a la gente.

Tan sorprendido y tan atemorizado como él, saca el fajo de billetes del bolsillo y le ofrece la mitad. El chico los recoge con agrado y asiente sonriente cuando el músico se lleva los dedos a los labios y le solicita un trato silencioso mientras guiña un ojo y camina hacia atrás en busca del escenario. Cuando regresa a su lugar, toma el violín y raspa las cuerdas comprobando como la gente sale de su letargo y le dedica una ovación lo suficientemente sonora como para sentirse agradecido. Al fondo, el chico de los auriculares ni mira, ni aplaude, ni sonríe. Cualquiera diría que el reggaetón le tiene atontado.

jueves, 30 de julio de 2020

El equipo de Dios

«El árbitro añadió catorce minutos», logré decir ahogado por la angustia. «Íbamos a ganar, como nunca.
Pero perdimos, como siempre». El párroco escuchó en silencio, tras la celosía, y me mandó a casa sin penitencia. Mientras ahogaba mis penas, vestido de rojo y blanco, y aún en la puerta de la iglesia, le vi salir con su camiseta blanca y el número doce a la espalda. Se disculpó con un gesto y depositó la bufanda sobre los hombros. «Dios está en todas partes, hijo, pero sólo es de un equipo». Debería haberlo imaginado antes.

martes, 28 de julio de 2020

La biblioteca

Cada mañana se sentaba en la misma silla junto a la misma mesa frente a la misma estantería mirando hacia el mismo libro. “El retrato de Dorian Gray”, un relato crepuscular sobre un tipo que se cree inmortal y cuya alma está vendida al infierno desde que decidió aceptar ambición por vida. Siempre joven, siempre bello, siempre tan hedonista como para rechazar la palabra por el placer.

Lo ha leído tantas veces que ya no imagina una vida sin un Dorian Gray a su lado; bello, joven, enhiesto, lujurioso. Por eso se sienta cada mañana con un libro en el borde de la mesa de la biblioteca municipal, leyendo pero vigilando, descubriendo pero imaginando. El primer hombre que llegue y tome la novela de Wilde, ese será Dorian Gray, ansioso por releer su historia, ávido por recordar, deseoso por volver a recuperar el alma. Y allí estará ella; para abrazarle, para besarle, para tenerle.

Será guapo, muy guapo. Y quizá alto, lo suficientemente alto como para impresionarla. Y lo suficientemente fuerte como para tomarla por la cintura y levantarla hasta encontrar sus labios, hasta poseerla con pasión, hasta hacerle sentir la mujer más afortunada del mundo. Y después le convencería de que abandonase la vida lasciva y se entregase a ella para siempre. Ella sería la mujer en la vida del tipo que jamás envejecía.

Entonces escuchó los pasos. Entonces percibió la sombra con el rabillo del ojo. Disimuló, con el libro entre las manos y los pies repiqueteando en el suelo. El tipo, vestido con traje de paño, de un marrón antiguo y unos zapatos castellanos algo ajados, se acercó a la estantería y repasó el canto de los libros apilados con el índice. Cuando encontró lo que quería lo sacó de la estantería y lo hojeó con prisa. “El retrato de Dorian Gray”. Lo colocó en el hueco entre el brazo y el pecho y se alejó hacia el mostrador rodeando la mesa y echando una última mirada a la mujer que leía, con gesto impaciente, un ejemplar de novela negra.

El aspecto, por delante, confirmó todos los augurios que le habían ofrecido las espaldas. Dientes de ratón, hocico de cabra, nariz de doberman, gafas de culo de vaso. Pensó que, quizá, aquel cuadro de Dorian Gray había sido subastado y ahora sólo había ratas en el sótano. Mejor cambiar de sitio, mejor esperar otra oportunidad. Mejor cambiar de novela. Quizá “El Conde de Montecristo”. Edmundo Dantés siempre le había parecido un tipo fascinante.

lunes, 27 de julio de 2020

Ganarle a la vida

Mirar atrás es aún más difícil que hacerlo hacia adelante. Los vítores en la grada, el himno en los altavoces y la medalla en el pecho. Y ella, la otra, allá, alejada de los focos y alejada de la felicidad. Con una lágrima resbalando por la mejilla y una mueca de decepción dibujando en sus labios una curva descendente. El éxito no es siempre para quien lo trabaja. El fracaso no es siempre para quien lo merece.

El presente es tan cruel como el olvido. Dejó de competir, dejó de ser recordada, dejó de tener motivaciones, dejó de tener oportunidades, dejó de tener ganas de vivir. Y ella, la otra, allá, alejada de los focos pero tan cercana a la felicidad. Con un título colgado en la pared, un trabajo estable reflejado en su nómina, una familia a la que contar que un día fue cuarta en unos Juegos Olímpicos. Y es que el éxito no es siempre para quien lo trabaja y el fracaso no es siempre para quien lo merece.

miércoles, 22 de julio de 2020

lunes, 20 de julio de 2020

Vuelta a empezar

Empezó a llorar en el minuto treinta. Lo había preparado todo tan minuciosamente que había pasado por
alto los haces de luz que, desde su espalda, emitía el televisor silencioso. El marisco fresco, la carne de primera, el vino caro. Y la conversación perdida en algún lugar del comedor ¡Gol! Gritó él, ajeno al romanticismo. El marisco en la mesa, la carne en la nevera y la copa de vino sobre su camisa blanca. Y la última oportunidad, perdida. También para él. Y es que la vida se complica cuando amas a una mujer y estás loco por once hombres.

jueves, 16 de julio de 2020

Como mamá

Los zapatos vacíos llenaban uno de los armarios de la habitación. A Elsa le gustaba jugar con ellos;

soltaba su pelo, hacía aspavientos y taconeaba por el salón ante la sonrisa amarga de su padre.

-        Mira, papá. Soy mamá.

El pelo dorado, los ojos azules, los dientes blancos y alineados.

    -    Desgraciadamente, eres igual que ella. – Susurraba entre dientes mientras apuraba cigarros y lágrimas.

martes, 14 de julio de 2020

Mala suerte

Le obligaron a sentarse en el sofá, junto a sus zapatos nuevos y al vestido blanco prestado. Da mala suerte
que te vea antes de la ceremonia, le dijeron. Y mientras esperaba reflexionó sobre la suerte. La que tenía, la que le esperaba. Lo hizo tanto y tan conscientemente que cuando entraron a avisarla allí seguían el sofá, los zapatos y el vestido, pero ya no estaba ella.

lunes, 13 de julio de 2020

La carta de todos los años

Había pedido a los Reyes que le devolvieran a su papá, igual que los cinco años anteriores. Él escribía la carta y mamá le prometía echarla al buzón. Cada seis de enero despertaba con ilusión y se acostaba con resignación. Otro año más, los Reyes no habían leído su carta. Otro año más, un puñado de papeles rotos viajaban de basura en basura mientras mamá seguía despertando con ilusión y acostándose con satisfacción.

martes, 7 de julio de 2020

Victoria tardía

Cuando llegué estaban poniendo la mesa para la cena; vino para papá y agua para el abuelo. Desde que le habían diagnosticado la diabetes se pasaba el día junto al televisor y acariciando la cicatriz de la barbilla. El telediario hablaba de una exhumación y papá apretaba los dientes mientras llenaba un vaso de agua. El abuelo observó el retrato en sepia del joven que, contaban, había muerto en la guerra. Despacio, se levantó y llenó un vaso de vino que bebió de un trago. Después se sentó a la mesa y le vimos acariciarse la barbilla mientras cenábamos en silencio.

miércoles, 1 de julio de 2020

Genes

Le confesé a mi padre lo que había hecho en el partido de fútbol. Él nunca venía a verme y tampoco mostraba demasiado interés por mis historias. “He marcado dos goles con la zurda”, le decía entusiasmado con el balón bajo el brazo. Y él, desde el sofá, cogía la pelota y, con la derecha, tiraba siempre apuntando a la foto enmarcada del hombre vestido de futbolista que decoraba el salón. Pero era tan malo que casi siempre fallaba y, para disgusto de mamá, terminaba tirando alguna de las figuritas que había en el mueble.

viernes, 19 de junio de 2020

Chapas

Se me acumulan los garbanzos
sin el piquito, porque son los que mejor ruedan, mientras sigo estirando el tapiz y espero su llegada para empezar el campeonato. “Antes jugamos un partido de chapas que darte un beso”, me dijo. Como sus labios son de otro, espero que el partido, al menos, sea mío.

miércoles, 17 de junio de 2020

¿Sí, quiero?

Sufriendo lo indecible por amor la vi pasar a la iglesia vestida de ceremonia. Sabiendo que tras la pregunta, vendría una respuesta sin vuelta atrás, preferí cerrar los ojos y guardar la imagen de sus ojos llorosos mirando hacia el altar “¿Aceptas el sacramento del matrimonio?” Preguntó el cura. “Sí”, contesté yo, sabiendo que mataba dos vidas por no matar una sola.

viernes, 12 de junio de 2020

Planes de pupitre

Antes de ver lo que Arturito, el repetidor, llevaba en su caja de compases, el maestro reprendió a Jaimito

por lo que llevaba en el estuche de cremallera. “A clase se viene sin juguetes”. Arturito guardó el compás y Jaimito el muñeco para hacer vudú. Tendría que ser otro día.

martes, 9 de junio de 2020

El juego del abuelo

Con su gato Mishi, que no participó en las tareas de búsqueda, el pequeño Jaime se recostó en el sofá mientras esperaba que el abuelo hablase y papá y mamá regresasen de ese sitio donde se había escondido el hermanito. El abuelo sonreía a su nieto favorito y Jaime miraba al gato animado del televisor mientras acariciaba al gato real bajo la barbilla. En ese punto había clavado el abuelo el cuchillo. Pero el abuelo no hablaría y él tampoco dejaría de jugar al escondite, aunque sabía de antemano que el hermanito ya había ganado la partida.

lunes, 1 de junio de 2020

El ogro

"No es cierto que tengan siete vidas, ni que merienden niños pequeños". Mamá me hablaba del ogro para que me portase bien y el único que se portaba mal era el ogro. De vez en cuando llegaba de madrugada y se escuchaba el rugido feroz de su garganta y el temblor que causaban el repiqueteo de sus pasos. Una mañana mamá apareció con el ojo cerrado y el ogro a sus pies con un corte en la garganta. No los volví a ver. Y no aprendí a portarme bien. Por eso dicen que tengo siete vidas y meriendo niños pequeños.

viernes, 22 de mayo de 2020

Intereses encontrados

Nos dejaron sin magdalenas antes de las diez y a las doce ya no quedaba ni agua. El intendente del
supermercado cerró las puertas y nos metió, uno a uno, dentro del almacén. Nos ordenó callar y salir por la puerta de antes de regresar a las estanterías y recoger el último paquete de galletas. Afuera, la gente seguía aporreando la puerta. Algunos querían más, los menos, sólo querían ver arder aquel imperio de explotación. Nosotros queríamos matar al tipo que nos estaba dejando sin trabajo, pero cuando encontramos la soga, ya había gente dentro que lo transportaba en volandas.

lunes, 18 de mayo de 2020

Onanismo por obsesión

A seguir viendo la tele mientras me peleo con el pantalón, a seguir escuchando el ruido de la calle mientras limpio la entrepierna. A volver a ser nadie mientras la tele está encendida, el mundo gira y ella está en un lugar perdido en el mundo aunque aún no se haya marchado de mi memoria.

martes, 5 de mayo de 2020

Witzelsucht

Hoy tampoco encontré trabajo a pesar de que hice todos mis esfuerzos por parecer una persona normal. Dicen que mi currículum es excelente pero mi actitud emejorable. He tenido otro par de entrevistas y no he podido evitar los chistes malos. Uno me lo puso a huevo con el cinco y el otro con el teto. De vuelta a casa me río sólo. Witzelsucht lo llaman. Se lo intento explicar al ladrón que me asalta por la espalda y me pide que levante las palmas. “Equis”, le digo. No sé si me duele más la navaja en las costillas o no llegar a tiempo para contar aquello de que eran dos y se cayó el del medio.

miércoles, 29 de abril de 2020

El lado frágil de la conciencia

Con el derecho siempre procuro mirar para otro lado porque el izquierdo me obliga a mirar al frente. Con la derecha siempre intento parar el golpe mientras la izquierda me dice que le devuelva una caricia. La parte de derecha de mi pecho, sin alma, me pide un final apoteósico, la izquierda, todo corazón, me suplica otros mil segundos de perdón. Al final, siempre ganan los prejuicios y pierden los buenismos. La vida es acción y los pies, sobre la barandilla, lo corroboran. La parte izquierda de mi cerebro me pide seguir ¿Seguir sufriendo? Pregunta la derecha. Con un salto, me asegura, todo habrá terminado para siempre. Incluso las disyuntivas.

viernes, 24 de abril de 2020

Argumentalmente imposible

No podía dejar de llorar mientras miraba por la ventana el reflejo del chico hundiéndose en el mar mientras la chica no le dejaba un hueco en la tabla de madera. Físicamente era posible, argumentalmente era imposible. El cine. Había visto la película veintiocho veces y nunca había llorado hasta el día que entendió que incluso la vida es un guión. Le vio marcharse calle abajo, arrastrando una maleta. Ambos podrían haber seguido cabiendo en la misma casa. Físicamente era posible, argumentalmente era imposible.

viernes, 17 de abril de 2020

Desprovisto

Si dijera que sentí dolor mentiría como mentí el día que dije que no sentí tristeza, como el día que dije que los lamentos son la sed de los cobardes, como el día que propuse un reto al corazón y perdí las ganas y la memoria. Desde aquel día miento más que hablo y hablo por no callar, pero de tanto verte de mano en mano, de boca en boca, he aprendido a callar en mis adentros y a no sentir lo de afuera.

martes, 14 de abril de 2020

jueves, 2 de abril de 2020

Las tres gracias

Nos apenó que no le quedara ni un recuerdo para rellenarlas con matices y nostalgias. Nos embriagó la penumbra que destacaban sus ojos grises y el cálido pesar que exhalaban las comisuras de su boca. Sin embargo, un chasquido de sus dedos nos volvió a poner en el lugar de la monotonía. Le observamos en silencio y, mientras terminaba de pintar el cuadro, nos volvimos a poner en situación. Desnudas, carnosas, joviales. Inmortales.

lunes, 30 de marzo de 2020

Educación


-          Cuando acabes la dejas fuera y esperas en la puerta a que aparezca el hombre de negro, y no hagas como la última vez, que cuando te pidió un poco más le cerraste la puerta en las narices.


Marcelino se rajaba los brazos con una navaja y moteaba la palangana blanca con goterones de un granate intenso. Mientras se vendaba el brazo ensayaba consigo mismo de qué manera se podía ser más educado con el vampiro.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Seguro de vida

Me llamarán para que baje a cenar en familia y volverán a rezar esa oración que agradezca a Dios cada uno de los alimentos. Dios no estaba con papá el día del accidente. O quizá sí y ahora podamos seguir comiendo gracias a la indemnización. Mamá sonríe de soslayo. Parece haber olvidado las noches sin cena y seguro que ha querido olvidar, también, el lugar donde escondió la llave que aflojó el tornillo de las ruedas.

viernes, 20 de marzo de 2020

Sed matutina


Ya tengo los pies fríos por dormir desarropado; es una batalla continua lo de tirar del edredón cada noche de doce a tres. De tres a siete vuelvo a arroparme y busco con el brazo su lado de la cama. Se ha vuelto a levantar a beber agua. Cuando regresa, el despertador suena y yo me levanto con los pies calientes. Cuando sale de la ducha camina en albornoz para abrir el grifo de la cocina. “Otra vez tienes sed”. Ella sonríe a medias, hasta que escucha la puerta del vecino y bebe un trago largo para disimular el sonrojo.

viernes, 13 de marzo de 2020

La esposa

Sí, soy su esposa y sí, sigue siendo el mismo miserable de siempre que intenta arreglar sus torpezas con rosas rojas y besos robados. Sí, soy su esposa y él sigue llegando a casa a las tres de la mañana, borracho y con la mano suelta, sigue gritando como un loco los goles de su equipo y despreciando mis consejos cada vez que intento calmarle. Sí, soy su esposa, muda, sorda, ciega e insensible, así que, si está muerto, a mí no me miren. Yo soy tan sólo su esposa.