jueves, 26 de abril de 2018

Al otro lado de la ventana

Y al otro lado de la ventana, nada de nada; ni enemigos, ni amigos, ni palabras, ni sombras. El
desierto, las huellas de un camello y, sobre el alféizar, dos cargadores llenos. La luna era llena, pero los sueños eran vacíos. Imposible seguir soñando, imposible cerrar los ojos sin rememorar de nuevo el instante, el terror en la mirada, la súplica en la voz. La orden de partida llegó con el alba. Dejó la litera y quiso no regresar jamás. Los cadáveres se amontonaban en el patio y los silencios desfilaban bajo cabezas agachadas. Lo habían llamado misión de paz.

martes, 24 de abril de 2018

Circunspecta

Circunspecta, mirabas a la nada mientras te mordías el labio. En ese gesto tan tuyo de indecisión, respirabas el frío y hacías oídos sordos al fracaso. Era verano y llovía. Aquí dentro, en el lugar donde guardo la caja de las aprensiones, hacía un frío terrible. Por algún motivo supe que aquel final iba a vestirse de inmediatez y que el principo era sólo una alcayata sobre la que sujetar la memoria. Una lágrima se perdió entre la lluvia. Pude distinguirla porque allí había un conato de desilusión. Quizá, mientras imaginaba amapolas y dejaba que crecieran zarzas en mi pecho, hubiese querido imaginar por un momento que aquello no era más que mentira. Pero los ojos no mienten, igual que no lo hace el alma. Creía que llorabas mi ausencia y realmente lo hacías por mi presencia.

lunes, 23 de abril de 2018

Un edificio de piedra

Ese maravilloso viaje que le habían prometido olía a flores. El aire que entraba por la ventanilla le refrescó la sonrisa y, desde el asiento del conductor, le llegó la voz de su tío; “Sube el cristal”. Echaba de menos las palabras de papá y los besos de mamá ¿Por qué no habían querido viajar con él a la montaña? Seguro que le estaban esperando para darle una sorpresa. Pero arriba sólo había una mujer y un edificio de piedra. Los siguió en silencio mientras pensaba si aquello del orfanato era el nombre que allí le daban a los hoteles.

viernes, 20 de abril de 2018

El abismo del miedo

Ella era fantástica y prudente. Él timorato y soñador. Ella sonreía fácilmente y lloraba por aprensión. Él disfrutaba haciéndola reir, pero casi nunca lloraba. Ella era activa, impulsiva y directa. Él sólo daba rodeos, dibujaba esquemas y planificaba irrealidades. Ella dio un paso adelante y él dio uno hacia detrás.

Ella le conoció cuando su vida estaba descosida y él la conoció cuando las costuras le apretaban demasiado. A ella le brillaban los ojos y a él le brillaba el alma. Ella se debaja llevar por el corazón y él ponía siempre por delante la cabeza. Ella no tenía miedo y él estaba completamente asustado.

Los dos sintieron de verdad, pero ella no puso artificios. Los dos hablaron desde las entrañas, pero él siempre puso barreras. Y cuando él dijo la penúltima palabra, antes de darse el penúltimo beso, ella se dio cuenta de que también estaba muerta de miedo. Y como el miedo es el dique que contiene los impulsos, se quedaron parados en la acera y, sin llegar a mirarse, se dijeron ojalá que volvamos a vernos.

Ella, que siempre reía, antes de saberlo tembló. Y él, que no conocía las lágrimas, antes de decirlo, lloró. Y como el futuro era un abismo inabordable y el pasado un templo de recuerdos decorado de verdades, antes de decirse adiós, se dijeron te quiero.

jueves, 19 de abril de 2018

Esperando al verdugo

Se entrenaban para estar muertos y adoptaban posturas imposibles, pero desconocían la técnica del verdugo porque jamás les había tocado un pelo. Aquella incertidumbre les hacía sentir más miedo. Cuando al fin escucharon la puerta se escondieron bajo la cama, pero no vino nadie. Cuando salieron, su padre pegaba las piezas del viejo trofeo de campeón de fútbol. Se acercaron al sofá, resignados, y recibieron un beso en la cara. Se miraron extrañados. Aquello no era lo que su madre había dicho cuando vio el trofeo esparcido por el suelo. “Cuando vea lo que habéis hecho, vuestro padre os mata”.