miércoles, 24 de abril de 2024

Jaque mate

El silencio de un salón repleto de personas contrasta sobremanera con el ruido de batalla que se reproduce dentro de su cabeza. Ha ganado tantas lides que parece haber olvidado los detalles defensivos, por eso no espera sorpresas más allá de algún sacrificio o algún ataque desesperado.

Por eso ha reforzado los flancos; asomado a la torre ha enarbolado la bandera y ha jaleado el valor de sus peones, a quienes ha visto avanzar como mártires hacia un lugar donde el peligro es tan certero como alentador. Cuando les perdió de vista se enrocó con el rey para ver mejor el punto de partida de los alfiles y seguidamente se montó en un caballo para cabalgar, haciendo eles, por los lugares más seguros del campo de batalla.

Ahora aconseja a la reina para el último ataque y su encuentro con el rey negro. La inercia le ha conducido a una situación de ventaja donde los últimos movimientos pasan por ser atacado a la desesperada por el alfil comandante. Pero aquello también lo ha previsto. El ruido de sables, chocando entre sí le obliga a estar atento al flanco derecho de la batalla, allí, un rey acorralado se mueve despacio intentando salvar la vida y, sobre todo, la dignidad.

Está a punto de clavar su espada y cantar victoria cuando se siente apuñalado por la espalda víctima de un peón aislado y un caballo que creía inutilizado. De repente se derrumba el castillo, los caballos se encabritan y la reina cae herida de muerte. Obligado a retroceder intenta pactar una tregua, pero es demasiado tarde. Mientras su rey blanco agoniza, él siente que ha perdido el honor y el respeto. Su cabeza se queda en silencio mientras en el salón atruenan los aplausos. El rey ha muerto. Viva el rey.

jueves, 18 de abril de 2024

Iguales

La marea de gente camina en sentido opuesto a la caída del sol, una madre camina de la mano de un niña que trata de entender sentido de la manifestación.

-        Mamá ¿Esto sirve para algo?

-        Cualquier grito sirve más que el silencio.

-        ¿Pero no somos todos iguales?

-        Existen algunos detalles que nos sitúan un paso por detrás sólo por el hecho de ser mujeres.

-        La abuela me contó que ella no pudo estudiar por ser mujer, que no pudo tener una cuenta en el banco y no podía ir sola a tomarse una cerveza.

-        Cierto.

-        Pero tú sí has estudiado, tienes tus propios ahorros y puedes salir sola a cualquier lugar. Incluso te pudiste divorciar de papá.

-        La carrera no se acaba cuando un corredor alcanza la mitad del recorrido.

-        ¿Y dónde está la meta?

-        Muy lejos aún. En los actos deportivos, las azafatas son chicas cosificadas por el hecho de ser guapas. Si te acuestas con varios chicos no dirán que te gusta disfrutar de tu cuerpo sino que eres una cualquiera. Cuando tengas un hijo te verás moralmente obligada a ser tú quien pida la reducción de jornada porque cuidar un bebé es cosa de madres. Hay días en los que he sentido miedo al volver a casa sola y es un miedo inherente a ser mujer. Si además llevo una minifalda, estoy pidiendo guerra y, aunque diga que no, para parte de la sociedad ya es un sí.

-        ¿De verdad no te dieron el ascenso por ser mujer?

-        No me lo dieron por ser madre, porque me quita involucración laboral, según ellos.

-        Entonces la meta aún nos queda muy lejos.


Y se perdieron entre la gente reivindicando su derecho legítimo a ser iguales.

jueves, 11 de abril de 2024

El olvido

Las manos en alto y las rodillas sobre el suelo, la mirada perdida, igual que mi futuro, si acaso alguna vez fue futuro como tal y no un pasado adelantado. Porque esta sed terrible que me convierte en un monstruo no sólo no se ha ido apagando sino que me ha invadido los instintos hasta hacerme perder la razón. Dicen que soy cruel y que el mundo me tiene miedo ¿Pero acaso no viví yo con miedo hasta que la rabia me puso el traje del valor? Quizá no fue valor la palabra, sino hartazgo. Yo también tuve miedo y lo superé con un cuchillo y una pala. No dejé un rastro y, cuando la gente dejó de ver al cabrón de mi padre, le imaginaron borracho y caído en cualquier cuneta. Me dejó solo y marcado, pero con unas ganas terribles de seguir matando. Mi madre murió de pena, echando de menos las vejaciones y yo homenajee su memoria con golpes certeros y tumbas improvisadas. Trece asesinatos me achacan. No saben que se quedan cortos. La luz cegadora de la linterna me obliga a cerrar los ojos, si los abriese, vería a la niña que, tumbada a mi lado, ha dejado de suplicar para vestirse de gala en su camino hacia el más allá. Juro por mi vida que quería detener mis impulsos, pero me ocurre como al escorpión que picó a la rana; está en mi naturaleza. Las esposas son frías y aprietan mis muñecas hasta el punto de dejar de sentir las manos, esas que tantas veces usé para mi gozo personal, pero no es eso lo que más me duele; ser temido me convertía en un héroe, ser odiado me convertía en mi padre y yo no quiero terminar como él. No me merezco el olvido.

viernes, 15 de marzo de 2024

De perdidos al río

Dándole vueltas al último contrato de la luz colocó el papel con las letras boca abajo y la fecha convirtiéndose en encabezado, dobló la esquina y desapareció el año, dobló un tercio y desapareció el logotipo, continuó doblando hasta que algo parecido a un avión apareció en sus manos. Cuando lo lanzó por la ventana fue lo más cerca que estuvo de ver desaparecer el mundo mientras la nevera seguía enfriando las cervezas y el contador seguiría girando mientras el botellín se posaba en sus labios y el viento arrastraba hacia el olvido un diminuto avioncito de papel.

lunes, 4 de marzo de 2024

El jardín

No había flecha que le pudiera hacer daño así que se descubrió el pecho y retó a Cupido. Ya se había enamorado en el colegio de una compañera de clase a la que no le gustaba la biología y también en el universidad de una estudiante de farmacia a la que no le gustaba la botánica, así que qué más daba que a aquella nueva chica del laboratorio no le gustasen los animales carroñeros, al fin y al cabo, no se iba a enterar de nada y sus hormigas carnívoras invadían el jardín buscando una nueva jovencita a la que devorar.

jueves, 15 de febrero de 2024

Baile de máscaras

El leve sonido de una góndola cruzando el canal se perdía en un cielo azul vestido de sol y fiesta. Sobre la pavimentada plaza de San Marcos, decenas de venecianos inclinaban sus cabezas cada vez que se cruzaban con algún enmascarado que creían conocer. Carlo presentaría a su prometida en sociedad durante el baile de la noche y por ello caminaba más ajeno al mundo que el resto de los viandantes.

Vestía un elegante traje de seda, camisa volanteada y, rematando el tenue maquillaje, una bella máscara decorada con motivos dorados. Sus ojos negros escrutaban el canal mientras caminaba hacia Rialto y repasaba cada uno de los pasos que habría de dar en el baile.

-        ¿Carlo?

Una voz desconocida llamó su atención.

-        ¿Nos conocemos?

-        Deberíamos, quizá.

-        ¿Con quién tengo el honor de hablar?

Tras el refinado traje de terciopelo y la máscara de plata, se encontraba una sonrisa brillante, unos hipnóticos ojos azules y una sonrisa blanca y amenazadora.

-        Soy el tipo que convertirá el baile en histórico.

-        ¿El anfitrión?

-        No exactamente.

-        ¿Un cicerone?

-        Te vas acercando.

-        Un galán, supongo.

-        La suposición es el juego que conduce a la adivinación.

Una marea de gente atestó el pasadizo. Tras un pestañeo, Carlo seguía allí, pero el caballero había desparecido.

Se había olvidado de él mientras bailaba con Olivia y cruzaba su mirada con las decenas de máscaras que giraban a su alrededor. Palpó su cintura y sintió como sus cuerpos se separaban un centímetro, justo la distancia que se desvió la mirada de su prometida.

Entre los espectadores había una sonrisa blanca y amenazadora bajo unos hipnóticos ojos azules que prendían de deseo el cuerpo de su acompañante. Entonces supo que, efectivamente, aquel baile de máscaras sería histórico.

lunes, 12 de febrero de 2024

Nadia

Ayer empezó a dibujarle en el brazo un corazón con un nombre en su interior pero se quedó a medias por ello, cuando se fue a por tabaco se llevó “na” y, ahora que ve que no vuelve, sabe que solo le queda el “día” y que eso es lo que tiene que aprender a vivir detrás de cada luna.

miércoles, 31 de enero de 2024

Cuadernos de tapa dura

Ahora, en la librería del pueblo.

El alcalde toma la palabra.

-        Siento decirles que doña Carmen Tolada nos envió un telegrama para decir que tenía asuntos pendientes que resolver y no estará presente en la charla anunciada.

 

Hace diez minutos, en un sótano.

Mar mira a los ojos de la escritora, atada de pies y manos.

-   Quien me iba a decir, Carmen, que algún día visitarías mi pueblo. La gran escritora de visita en mitad de ninguna parte. No me mire así ¿Acaso no me recuerda? Claro que lo hace, pero debe estar tan sorprendida como lo he estado yo durante todos estos años.

 

Hace tres años, sobre un escenario.

Carmen recoge el premio a la mejor novela del año.

-      Es todo un honor recoger este premio y toda una satisfacción que el trabajo de tantos años haya terminado dando su frutos. Gracias al jurado por su decisión y a ustedes por su reconocimiento.

 

Hace cinco años, sentada frente a un teclado y una pantalla en blanco.

Una treintañera con ínfulas se enfrenta a su reto más personal. Teclea sin parar las palabras escritas en los cuadernos que posan sobre la mesa.

“El día que conocí a Telmo, fue el comienzo de una edad inesperada…”.

 

Hace seis años, en una cafetería del centro.

Carmen, aburrida contable sin aspiraciones, observa a la joven que deposita unas monedas sobre la mesa y se marcha con prisa sin reparar en la mochila que ha dejado colgada en el respaldo de la silla.

Cuando Mar regresa a la cafetería la mochila ha desaparecido. El llanto le dura seis años, justo lo que tarda en ver llegar al pueblo a la mujer que convirtió en Best-seller todo lo que ella había escrito en sus cuadernos de tapa dura.

lunes, 29 de enero de 2024

La escopeta

 -      Y entonces salimos corriendo detrás de él con una palo en cada mano.

Antonio siempre ha tenido el don de captar la atención de las personas, es como un imán capaz de atraer miradas y conquistar oídos. En corro, las chicas del instituto, se arremolinaban a su alrededor viéndole contar la historia del día en que un extraño nos quiso abordar de noche en medio del bosque.

-         Este y yo. – Me señalaba. – Habíamos acampado en un lugar perfecto, junto al río y nos contábamos historias de miedo sentados junto a la hoguera.

Eso había sido hacía demasiados años, aunque temía que terminase contando el motivo por el que aún no lo habíamos olvidado. El resto de ex compañeros bebían cerveza y bailaban como patos bajo el cartel que anunciaba la reunión de antiguos alumnos.

-         Al principio creíamos que era un animal, pero era un hombre con una escopeta de caza.

Les contó que nos apuntó a la cabeza y nos pidió todo lo que lleváramos, aunque la verdad es que el tipo se había extraviado y tan sólo buscaba ayuda para salir de allí. Lo supimos después de haberle dado una paliza y amenazarle con su propia escopeta.

-   Cuando se dio cuenta de que estaba descargada salió corriendo y le perseguimos hasta que le vimos desaparecer. Fue la hostia ¿Verdad?

Es la primera vez que me mira en la última media hora.

-         Verdad. – Contesto complaciente.

Las chicas se dispersan por distintos lugares y Antonio se queda en un rincón recordando viejos tiempos con la mano metida bajo la falda de Andrea.

Es su manera de olvidar que, junto al río del bosque negro, hay un tipo enterrado a tres metros del suelo al que su familia dejó de buscar hace más de cinco años.

jueves, 18 de enero de 2024

Maldito Cupido

 -        Está buena ¿Verdad?

Un niño con voz de hombre, completamente vestido de blanco me mira de forma extraña.

-        Es inaccesible. – Contesto con desgana.

Ambos miramos a Lola. Apenas lleva dos días en la oficina y ya es la chica más popular.

-        ¿Y tú quién eres? – Pregunto.

-        Soy tu salvador.

Lleva un arco de juguete en el hombro y un carcaj con flechas colgado de la cintura. Parece que el Carnaval se ha adelantado este año.

Le ofrezco un cigarro y declina la oferta.

-        Aparte de fumar ¿Qué más te gusta? – Pregunta.

-        Correr, ir al teatro, la montaña y la comida oriental. – Contesto sin saber bien qué hago hablando con un tipo tan extraño en la puerta de un edificio de oficinas.

-        Y Lola. – Añade.

-        Sobre todo Lola.

Unos metros más allá, ella fuma otro cigarro y ríe en voz alta junto a las chicas del departamento de finanzas.

El niño pone una flecha en el arco y apunta hacia ellas. El proyectil desaparece en mitad de su trayectoria y dos segundos más tarde Lola me come con la mirada.

-        Deseo concedido. – Me dice.

La vemos acercarse.

-        Hola.

-        Hola

-        ¿Te apetece hacer algo este fin de semana?

-        ¿Quieres venir a correr? – Pregunto.

-        ¡Uy! Qué pereza.

-        Podemos ir al teatro.

-        Me aburre.

-        ¿Quizá un paseo por la montaña?

-        Me dan miedo los bichos.

-        Bueno, pues te invito a cenar a un japonés muy bueno que conozco.

-        ¡No! Me da asco el pescado crudo.

A mi lado, el pequeño lanzador de flechas sonríe complacido y se encoge de hombros. Yo pido auxilio con la mirada pero él se eleva unos metros del suelo después de desplegar dos alas diminutas.

- Lo siento, amigo, pero no admito devoluciones.