martes, 30 de agosto de 2011

Paridad

Desde que aquella ministra del siglo XXI dijo aquello de los miembros y las miembras las cosas han cambiado mucho. Antes, cuando la labor y la dirección eran cosas de hombres, las mujeres levantaban pancartas, alzaban la voz y celebraban su día reivindicándose como clase trabajadora. Pero el siglo XXXIX es otra cosa. Ahora los periodistas hacen campaña para que se les reconozca como periodistos, los artistas lo hacen para ser artistos y los trapecistas quieren ser trapecistos. Ahora hay muchas miembras que quieren ser miembros salidos del armario y se ha aprobado una nueva ley de paridad porque el número de mujeres en el poder era demasiado y los hombres habían organizado su particular ocho de marzo para protestar por la discriminación. Me llamo Francisco, un nombre de los de toda la vida y un hombre de mi tiempo. Ayer parí a mi segundo hijo y mañana estaré en casa para disfrutar mis dieciséis semanas de permiso. Mi mujer seguirá trabajando pues no tiene derecho a permiso por maternidad y yo seguiré pendiente de su sueldo pues por ser hombre y embarazado hace unos meses que mi jefa me puso de patitas en la calle. Intentaré encontrar un puesto como secretario en cuanto me recupere de la baja pero será dificil. Hablo idiomas y controlo a la perfección una agenda, pero no soy hombre de pectorales firmes y biceps trabajados y no soy de los que se acuestan con su jefa a la primera insinuación. Primero mis principios y después mis necesidades. Intentaré conciliar mi vida aunque en esta España no ofrecen contratos de media jornada para padres en periodo de lactancia y yo seguiré preparando el desayuno, llevando a los niños al colegio, haciendo la comida y planchando la ropa mientras mi mujer sale a las seis de trabajar y se pasa las tardes tomando cañas en la cervecería mientras yo me deslomo como un condenado y recuento las estrías que han dejado en mí el embarazo. Este país no cambia, por más que muchas hembras, acodadas en la barra del bar, sigan diciendo que ya no lo reconoce ni el padre que lo parió.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Vecinos con cuento


Mi patio de vecinos es particular. Cuando llueve se moja. Como los demás.

            En el bajo, Blancanieves tiende la ropa de los siete enanitos. Hace un mes que cerraron la mina por baja productividad y mientras aguardaban su futuro en la cola del INEM se acordaron de quien un día les atendió de manera altruista. Ella, que hace dos años enviudó de un heredero africano que ni tenía trono ni verdades, les acogió con la resignación de quien no tiene aspiraciones en la vida. Su primer matrimonio acabó en divorcio después de enterarse de que su príncipe azul se la pegaba con la bruja delante del espejo. Y de su segundo matrimonio solamente obtuvo deudas y una hija que se parece tanto a su padre que le resultó imposible bautizarla con su propio nombre.

            En el primero, Cenicienta echa cuentas de las horas que quedan hasta la medianoche. Cuando el reloj marque las doce, ni siquiera el ratón que merodea por su cocina buscando un pedazo de pan duro le servirá de chófer. El príncipe que un día la rescató es hoy un diseñador de prestigio y hace años que dejó buscar su número de pie. Una noche se enamoró de una de sus hermanastras, se lo llevó todo y montaron una tienda de modas. Ahora solamente cuenta las horas y se pierde en el recuerdo de un baile de nobles.

            En una habitación del tercer piso la Bella Durmiente sigue viviendo su sueño de juventud. El príncipe que acabó con su letargo rescató la aguja en una subasta y la pinchó de nuevo harto protestas y prohibiciones. Hoy, mientras ella duerme, él se emborracha con cerveza y canta los goles de su equipo en el rincón de su bar favorito.

            En el ático vive el lobo feroz. Él se quedó sin caperucita el día que cambió su piel por la de un cordero. Cansada de tanta metrosexualidad, le dejó a su abuelita a cargo y se marchó con el primer cazador que llamó a su puerta. De nada le sirvió vomitar un menú de disculpas. Hoy se rinde a la soledad mientras digiere la derrota. El hombre pierde su fortuna cuando deja de ser lobo.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Ser padre

- ¿Qué significa ser padre? - Preguntó el amigo.

Entonces recordó la primera vez que le hicieron esa pregunta. No había sabido qué contestar. Recordó las discusiones, los llantos, los planes al traste, la juventud finiquitada, el agobio ante la desesperanza. No quería serlo y lo fue. Recordó después el grito desgarrado, la sala de hospital, el paritorio y el momento en el que vio como aquellos ojos, por vez primera, buscaban un lugar en el mundo. Y sobre todo recordó el momento en el que el pequeño agarró su dedo por vez primera. Entonces olvidó las discusiones, los llantos, los planes, la juventud y el agobio. Olvidó todo y pidió perdón. Miró al frente y contestó.

- No son palabras, es un sentimiento. Ninguna otra sensación puede, ni siquiera, poder acercarse.

jueves, 4 de agosto de 2011

Naturaleza y ética en Aristóteles: Meditación e ingenio.


Aristóteles era un pequeño gnomo que vivía en un pinar a las afueras de Albacete. Un día, paseando por uno de los recónditos lugares que el bosquecillo escondía, se encontró con otro gnomillo de gorda cabeza y prominente barriga que se llamaba Juan Carlos. Juan Carlos, en el ejercicio de su meditación, fumaba un porro tumbado bajo la sombra de un pino.

-          ¡Oh! Pequeño discípulo ¿Qué haces bajo esa sombra?
-          Buena pregunta. - Respondío Juan Carlos. – Estoy fumando un porro. Te preguntarás qué es un porro. Si ¿No? Pues te diré. Un porro es un papel liado que se fuma. Y se fuma aspirando y expulsando el humo, algo que se llama calada. Por ello, fumar un porro es dar una calada a un papel en forma de canuto que, como bien te he dicho, se llama porro. Una vez liado el canuto y realizada la mezcla de tabaco y hierba, el porro se lleva a la boca y se enciende, y a este acto se le conoce como fumar un porro. Como bien sabes ya, el porro es un papel liado en forma de canuto, con tabaco y hierbas en el interior al que los egipcios, en una de sus celebraciones litúrgicas, tuvieron a bien llamar porro. Vamos, qué no sé si me entiendes, porque yo lo veo así. Me puedo equivocar, sí, pero no lo creo, porque como tú bien sabes, un porro, si lo lío yo o lo lía otro, no deja de ser un porro y éste, a la vez, participa en la idea de lo que es el canuto. Vamos, que la hierba es el alma del canuto. Y también está la hierba que es y la hierba que no es, puesto que al ser consumible, es mudable. Porque si te fijas, el alma del porro, me refiero a la hierba, aunque ceniza, sigue siendo en cuanto es, nada más que hierba.
      Y esa hierba, que procede del mundo de las drogas, conocido también como Cosmos Medellinus, participa, a la vez que en la idea de canuto, en la idea del bien. Porque lo bien que lo pasas fumando la hierba te conduce hasta un estado de meditación total. Porque tal hierba, procedente de tal canuto, así mismo llamado porro, se introduce en el interior del ser intrínseco en forma de humo. El humo, en su proceso de análisis ideológico, exprime toda experiencia placentera del interior y en tal ejercicio de conocimiento, el cuerpo es capaz de asimilar una mutación hacia el mundo de lo invisible, convirtiendo, así mismo, lo invisible en visible. Proceso debido a la acción perpretada por el humo que, siendo directamente proporcional al estado de tu alma en procesos progresivos de meditación, es capaz de descifrar el código de cada una de tus frustraciones, transformándose, así, el alma, en carne en el estado de ataraxia.
      Vamos, que no sé si me entiendes ¿Sí? ¿No? Porque a mí, en cuanto a mi estado de conocimiento del alma ajena, no me importa repetirlo cuantas veces haga falta ¿Sabes?

-        Si hay algo por lo que yo me caracterizo y todo el mundo me conoce, es por mi sentido de la paciencia. Pero como podrás observar, soy aún demasiado joven y utilizar la mayéutica contigo me privaría de una diversión precoz y de una neurona y media cuando solamente tengo dos. Por otra parte, recurrir a la Teoría de la Reminiscencia sería una demostración inútil de que, realmente, tememos a la jubilación. Así que sin más dilación, te dejó con tus devenires filosóficos.

Y allá marchó Aristóteles, con la paciencia puesta a prueba y el gesto fruncido por la pesadez de estómago. De camino a la panadería se encontró con varios gnomos más, pero decidió dejar atrás su instinto curioso y dedicarse a regresar a casa lo más temprano posible. A las dos empezaba el telediario y tenía interés por conocer la crónica nacional de sucesos.