jueves, 26 de octubre de 2023

El código

Un violento golpe en la puerta me hace regresar a la realidad. Sé que debo actuar con normalidad si no quiero verme de bruces en un calabozo o, lo que es peor, con un tiro en la nuca tirado en una cuneta.

Hace menos de un año que el partido Nacionalsocialista ganó las elecciones y desde entonces no ha parado la caza de brujas contra aquellos que defendimos con uñas y dientes la República de Weimar. Sé que el abuelo, cuyo retrato adorna la pared principal del salón, estaría orgulloso de mi resistencia.

El oficial es alto, rubio e imponente. Todo un ejemplo de raza aria al servicio de la Gestapo. Sus modales no son los más educados así como tampoco lo son sus palabras.

-        ¿Dónde están los documentos?

Me encojo de hombros y les hago saber qué no sé de qué me están hablando. Aun así, no puedo evitar un golpe que me rompe la nariz y me tira al suelo de costado.

Ponen la casa patas arriba. Allí no hay nadie, ni nada que pueda comprometerme, a no ser que sean lo suficientemente listos de descifrar el código que cuelga en la pared.

-        Aquí no hay nada, señor. – Se lamenta el subordinado.

Nada impide que pase tres noches en una fría celda con la única compañía de un par de ratas hambrientas que se comen las sobras de un almuerzo rancio que me ofrecen tras una trampilla.

Cuando regreso, famélico y dolorido, descuelgo el cuadro del abuelo, vestido con su uniforme del ejército prusiano y sus números de identificación cosidos en un bolsillo sobre el pecho.

23-14-18-96.

La combinación de la caja fuerte escondida en la vieja granja familiar donde sigo guardando esos viejos papeles que ponen en solfa el tan vitoreado Tercer Reich.

jueves, 31 de agosto de 2023

María

Miedo. María camina insegura por el pasillo mientras decenas de miradas se clavan en ella. “Es la nueva”, susurran. “Menudo caramelito”, se mofan. “Esta no dura ni dos días”, sentencian.

Ansiedad. Animada tras saber que había conseguido una plaza en un colegio de la ciudad, los augurios se habían tornado en oscuros tras conocer que se trataba del centro más conflictivo de la provincia. Lloró durante un rato y se mantuvo despierta durante toda la noche. Sus manos temblaron mientras se abotonaba la blusa y sus labios caían en picado cada vez que intentaba ensayar una sonrisa.

Ruido. Ruge tal marabunta por los pasillos que se siente paralizada. Se obliga a respirar hondo y busca una mirada cómplice que le ayude a sobrellevar el pánico. Los profesores, supuestos compañeros, bajan la vista al suelo, resoplan y mascullan palabras que nunca salen de su boca. “Dios te bendiga”. Sólo unos ojos negros parecen apiadarse de ella y cuando quiere volver a encontrarlos se han perdido tras la esquina que lleva hasta su clase.

Incertidumbre. Intenta tomar aire mientras deja los libros sobre la mesa y se prepara para el gran momento. El ruido es ensordecedor y se ve obligada a forzar la voz para saludarles ¡Buenos días! El gallo nacido de su garganta provoca la risa general y, tras unos segundos de alboroto, todos ocupan su sitio y la observan con malicia.

Ánimo. Antes de decir su nombre repasa todos los gestos. “Me llamo María y seré vuestra profesora de ciencias”. Un bolígrafo daña su frente y un insulto daña su orgullo. Antes de salir corriendo vuelve a encontrarse con unos ojos negros que piden auxilio a gritos. Sin saber cómo ni porqué, sabe que acaba de encontrar un motivo para seguir sobreviviendo en aquella jungla de hormigón y almas impías.

jueves, 3 de agosto de 2023

Mejor sabio que soldado

-        La gente piensa que pelear es difícil, pero lo realmente complicado es cambiar la mentalidad de un país. Para pelear solamente hace falta estar loco y carecer de temores, pero para convencer a alguien no sólo se requiere cordura sino que se necesita seguridad en uno mismo y, sobre todo, la autoridad moral suficiente como para convertirte en un líder.

Papá hablaba pausado mientras nosotros devorábamos el postre y le escuchábamos ensimismados. Habíamos quedado en el restaurante para celebrar su jubilación como empleado en la fábrica de motores.

-        Conocí a Martin en el sesenta y cuatro. Desde aquel “He tenido un sueño” tan sólo soñaba con estar a su lado. Era tan bruto que no tardé en llamar su atención. Me adoptó como compañero y me reconstruyó hasta convertirme en un "pequeño sabio". Así me llamaba. "Siempre mejor un sabio que un soldado", me solía repetir.

La camarera acudió para ponernos más café y él aceptó con una sonrisa antes de continuar.

-        Había sufrido tantas amenazas de muerte que yo le aconsejé no ir a Memphis en aquel jueves de abril. “Si te matan”, le dije “todo lo que has hecho no habrá valido de nada”. Y él me contestó algo que aún vibra en mis oídos: “Cuando me maten, será cuando todo esto servirá para algo”.

Nos volvió a mirar a todos y se excusó un momento.

-        Tengo que ir al baño.

Sus tres hijos; un médico, un abogado y un ingeniero, le miramos con admiración.

-        Estoy orgulloso de vosotros.

Ante la puerta del aseo un señor de raza blanca le cedió paso, esbozó una sonrisa y entró tras él.

    - Y nosotros de ti, papá. – Contestamos casi al unísono antes de dar un último sorbo a la taza de café.

martes, 20 de junio de 2023

Manolo

En el congelador hay Manolo para rato y yo tendré que seguir diciéndoles que a Manolo lo vendió el abuelo por cuatro duros a un viajante de ganado y después le volveré a regañar y le diré que a qué viene esa manía suya de ponerle nombre a los animales sabiendo cómo se encariñan los niños con ellos.

jueves, 25 de mayo de 2023

Perfecta

Tengo que cocinar un poco peor o lo arruinaré todo. Ya me han dicho tantas veces que me parezco a su madre que empiezo a temer el correr la misma suerte que ella ¿Dónde está? Les pregunté un día. Era tan perfecta que desapareció. Y siguieron viendo la tele como si tal cosa. Y yo probándome sus vestidos, imitando los peinados y ensayando la sonrisa de las fotos. Cada vez sonríen de manera más forzada. La tortilla de patatas está igual que la que hizo mamá el día antes de marcharse, han dicho. Mañana la repetiré con azúcar.

martes, 25 de abril de 2023

Vientos de cambio

Me pregunto qué es la vida sino una sucesión de vivencias inesperadas, qué es el futuro sino una cárcel donde morirán los sueños y que es el pasado sino un cajón abierto en el que rebuscar un viejo recuerdo que nos haga sentir orgullosos de lo que un día pudimos llegar a ser.

Imposible olvidar la primera vez que la vi. Muchos la miraban con deseo, pero ella sólo buscaba a quien la mirase con devoción. Quizá por eso se fijó en mí, porque mientras todos le devolvían gestos de asombro, yo le devolví una sonrisa.

Me agarró la mano y me invitó a vivir dentro de sus sueños. De vez en cuando nos acercábamos al muro y nos preguntábamos que habría más allá. Decían que las luces brillaban de noche, que la gente comía en las calles y que los bailes duraban hasta el amanecer.

Nuestros besos sabían a ilusión, pero sus abrazos desprendían deseos de libertad. Aquella mañana era fría y se escuchaban palabras de cambio transportadas por el viento. Seguimos el río de gente y llegamos hasta el pie del muro. Los soldados nos miraban con recelo e intentaban intimidarnos con sus metralletas. Entonces supe que aquel era mi momento y salté hacia lo más alto. Desde allí pude contemplar el otro lado y respirar un aire que sabía distinto.

El tirón me devolvió al suelo y el grito me devolvió a la realidad. Pero la gente se mostró ofendida, los ciudadanos se agolparon contra el hormigón y en unos minutos rompieron con su pasado. Mis manos sangraban y mi corazón latía. “Lo hemos conseguido”, quise decirle, pero por más que la busqué no pude encontrar ni su sombra. Allá, en el lado opuesto a nuestra memoria, viviría para siempre el más bello recuerdo de nuestro pasado.

jueves, 13 de abril de 2023

Tres disparos

La abrazaré con cuidado para no romperla y la dejaré de nuevo en el sofá para que vuelva a ver la película conmigo. Aún recuerdo aquella tarde en la feria, cuando la vio en la tómbola y me suplicó “Quiero esa muñeca, se parece tanto a mí”. La muñeca me costó tres disparos y su abandono no le costó ni media frase. Se lo llevó todo menos la muñeca. Desde entonces la abrazo cada noche y la siento conmigo, porque se parece tanto a ella que cuando cierro los ojos e intento recordarla, su cara es de trapo y sus ojos de plástico inerte.

martes, 14 de marzo de 2023

Destinatario ausente

La casualidad es un golpe del destino que conjuga tiempo y lugar. Existen ocasiones en las que el mundo se detiene y en las que, tras el asombro, no somos conscientes de nuestra reacción.

Algo así debió ocurrirme cuando el señor Figueroa abrió la puerta. Era mi primer día en la ciudad. Para alegría de mi padre, había aprobado las oposiciones y mi madre, que aún vivía abrazada a la tristeza, me despidió con un abrazo y un “ten cuidado”.

Desde que perdió a uno de sus gemelos en el parto no había vuelto a ser la misma. Y eso que mi hermano Miguel se había empeñado en dar alegría a la casa, pero ella no conseguía levantar cabeza y mientras le veía crecer sólo podía ver en él al hijo que nunca le entregaron.

El apego por lo que nunca hemos tenido es un camino hacia el precipicio, y allí se encontraba mi madre; años sumida en un letargo del que tan sólo salía para celebrar el día en el que Miguel y su hermano cumplían los años.

Tras la segunda llamada, estuve a punto de marcharme. Dejaría el paquete en la oficina y anotaría “Destinatario ausente”. Pero la cerradura crujió, el señor Figueroa se asomó al umbral y de mis manos cayeron un paquete y un centenar de recuerdos. Aquel tipo tenía la misma sonrisa que mi hermano Miguel. Y también los mismos ojos, la misma nariz y el mismo remolino rubio sobre la frente.

Recogió el paquete, firmó el recibo y me dio las gracias. Cuando cerró la puerta, pensé en la casualidad. Y entonces me abracé al destino. Me acordé de los ojos tristes de mi madre, del mismo color azul intenso que los del señor Figueroa y, con manos temblorosas, volví a pulsar el timbre.

martes, 21 de febrero de 2023

Pillado

Ahora golpearé la tumba con los nudillos, tal y como me dijiste. Busca la encina del jardín, camina once pasos hacia la derecha y cuando veas una cruz en el suelo, allí te estaré esperando. Golpea la tumba con los nudillos y saldré de mi escondite. Me lo dijiste hace dos semanas, papá, cuando no te podías levantar de la cama y me dejaron ir a verte. Fue la última vez. Dijiste que nunca dejarías de jugar conmigo y llevo varios días buscándote. Esta vez te has superado. Es un buen escondite, pero ya puedes salir, te he pillado.

jueves, 9 de febrero de 2023

Gato

“Igual que el gato”, decía Tomás. Aseguraba tener poderes gatunos y nos convenció a todos de que era capaz de lanzarse desde la azotea y caer de pie. Todos sabíamos que estaba loco, pero nos gustaban sus excentricidades. Un día era perro y mordía a un señor mayor, otro día era ardilla y se subía a un árbol y otro era elefante y arrasaba por donde pasaba, pero aquello del gato superaba todas las expectativas. Se asomó al borde y calculó la distancia. “Miau”, dijo antes de saltar. Cuando bajamos, y comprobamos que no había caído de pie sino de cabeza, nos fuimos decepcionados. Incluso Abel llegó a decir “pues también es mentira que tengan siete vidas”.

miércoles, 1 de febrero de 2023

Cafés y chalecos

Quien se tomó primero el café fue el que dijo que los chalecos no abrigan, el que refutó y dijo que los chalecos sí dan abrigo se tomó el café en tercer lugar, uno de ellos dijo que el café estaba amargo, sin embargo, el segundo en probarlo, coincidió con el otro y dijo que estaba dulce, fue el mismo que dijo que le gustaban los chalecos pero dio la razón al del café amargo, también opinaba que no abrigaban. Juan llevaba chaleco, José llevaba jersey y Jaime llevaba una rebeca e hizo un momio extraño cuando dio un sorbo a su café ¿Quién, por orden, tomó el primer, segundo y tercer café?

lunes, 23 de enero de 2023

El tío Ignacio

El tío Ignacio sorbía la sopa y a nosotros nos parecía el sonido más desagradable del mundo.

Desde siempre, nos habíamos reunido toda la familia en casa de los abuelos para celebrar la Nochebuena alrededor de un plato de sopa.

La tradición databa de muchos años atrás, cuando la abuela apenas podía reunir dos puerros, un hueso y un puñado de fideos. Todos sus hijos era felices cenando sopa en Nochebuena y cantando villancicos al son de la zambomba.

El tío Ignacio era un tipo extraño. Nunca se llevó bien con el abuelo. Nadie se atrevía a censurarle y cenábamos en silencio esperando a que terminase su plato y el abuelo agarrase la zambomba.

Solo que el abuelo aquel año no estaba.

Nos había dejado un mes atrás, víctima de un infarto y dejando un legado de sonrisas y buenas palabras.

Por ello, aquella Nochebuena cenábamos más en silencio que nunca.

Hasta que se escuchó una voz.

-        ¡Deja de sorber la sopa de una puñetera vez!

Todos nos miramos extrañados. El tío Ignacio nos observó con desgana y siguió sorbiendo. Volvimos a agarrar la cuchara cuando la voz volvió a retumbar en el salón de la vieja casa.

-        ¿Es que no me has escuchado?

Lo habíamos escuchado todos. Nos miramos entre asustados y sorprendidos.

Cuando el tío Ignacio volvió a agarrar la cuchara, la abuela le dijo con voz tranquila.

-        Haz caso a tu padre por una vez en tu vida.

Entonces el tío terminó su sopa en silencio.

La cortina se movió hacia adentro impulsada por el aire aunque ninguno recordábamos haber dejado la ventana abierta.

Y a lo lejos se escuchó el sonido de una zambomba.

La abuela se levantó a recoger los platos y todos percibimos el olor del cordero haciéndose en el horno.

lunes, 16 de enero de 2023

Indicios

En la mansión el jefe grita con cólera y rompe con un bastón todo lo que tiene por delante. Hay un coche en la puerta, esperando una orden, para salir corriendo sin mirar atrás. El televisor, en voz baja, da la noticia de la incautación de un barco con varias toneladas de cocaína. Es el fin.

En el barco, Mateo examina las huellas y recoge indicios que guarda en una pequeña bolsa de plástico. Enguantado y con un mono incómodo, es fácil de reconocer como un miembro de la policía científica. El chivatazo era bueno, piensa. El sonido de los helicópteros sobre el puerto le hace retroceder. Busca un hueco y saca un teléfono móvil.

En la mansión, el jefe escucha una vibración sobre la mesa y se abalanza para leer el mensaje. “Pruebas controladas, no hay indicios”. En ese momento resopla y ordena al chófer guardar el auto. Llama al contable y le ordena hacer un abono en la cuenta de Mateo. Con discreción.

En la celda, sin embargo, todo son nervios. El capitán y el contramaestre tienen el agua al cuello y le han dicho al comisario que están dispuestos a declarar. Lo mismo han afirmado los otros dos tripulantes, aún no identificados. El inspector Mateo tiene pruebas que inculpan a todos, sólo hay que tirar del hilo y llegar hasta su jefe. Pero la noche es larga y la mañana demasiado corta. Todos han amanecido colgados por el cuello con una sábana atada alrededor. Remordimientos, dijeron. O miedo. También.

En la mansión, el jefe toma una copa satisfecho y hace balance de pérdidas. Necesita a alguien más y se pregunta si Mateo estará dispuesto a ofrecerle mayor cobertura. No importan más gastos superficiales mientras no vuelva a sentir la necesidad de salir corriendo de su casa.

lunes, 9 de enero de 2023

Brillo esmeralda

Mientras caminaba por el andén reconoció los ojos verdes de Almudena. No la veía desde el instituto, pero tantas noches en vela evocando los besos que nunca le dio, le ayudaron a rememorar aquel brillo esmeralda incluso desde el andén contrario. Levantó una mano tímida y ella frunció el ceño extrañada. Entonces llegó el tren, ella desapareció entre la gente y encontró un hueco junto a la ventanilla. Él la observó alejarse y, justo cuando iba a desaparecer, la vio abrir los ojos y regalarle una sonrisa. “Hasta siempre”, musitó. Y el sonido del tren llegando desde su izquierda apagó el eco de su garganta.