Nos dejaron sin
magdalenas antes de las diez y a las doce ya no quedaba ni agua. El intendente
del supermercado cerró las puertas y nos metió, uno a uno, dentro del almacén.
Nos ordenó callar y salir por la puerta de antes de regresar a las estanterías
y recoger el último paquete de galletas. Afuera, la gente seguía aporreando la
puerta. Algunos querían más, los menos, sólo querían ver arder aquel imperio de
explotación. Nosotros queríamos matar al tipo que nos estaba dejando sin
trabajo, pero cuando encontramos la soga, ya había gente dentro que lo
transportaba en volandas.
Arrasados
Hace 5 días
No hay comentarios:
Publicar un comentario