viernes, 27 de noviembre de 2015

Bum

Bum, bum.

Los cables tensos, el reloj programado, las coordenadas exactas. Las manos enguantadas tiemblan, el corazón late de manera intensa y produce un sonido dentro de su pecho que le impide concentrarse más allá de su propia excitación.

Bum, bum.

El último toque, el último click, el último suspiro. Y ver como se levanta, como las manos siguen temblando mientras, despacio, se va quitando los guantes para guardarlos en el bolsillo del gabán. Cree sentir las piernas, pero solamente lo cree porque es lo más parecido a un sueño que ha experimentado en su vida. La cabeza fuera de su sitio, la visión en el momento futuro, la respiración agitada, la mirada fija en el horizonte.

Bum, bum.

¿Cómo llegó hasta allí? Presa fácil. Pasado oscuro. Humillaciones, soledad, ganas de redescubrirse. Ganas de acabar con todo. Ganas de empezarlo todo.

Bum, bum.

Se aleja con pasos largos, rápidos, aunque inestables. Su cabeza duda entre la razón y el corazón. Regresar o seguir hacia adelante. El corazón en la garganta, la bilis en la tráquea, la descomposición en el estómago. La conciencia le puede, pero la necesidad le obliga. No sonríe. Llora.

¡Bum!

Todo vuela por los aires. Durante un par de segundos es incapaz de respirar. Cree no poder aguantar de pie, pero sigue caminando ajeno al espectáculo. Tras él, cientos de voces imploran al cielo. Y solamente acaba de empezar, piensa. Posiblemente, algunos de ellos, se estén acordando ahora del día en el que decidieron convertirle el centro de sus burlas. A veces es necesario que justos paguen por pecadores. Limpiar un cáncer, lo llama él. Quimioterapia. Los daños colaterales son inevitables.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Frente al espejo

No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento, le pareció ver una sombra ¿O quizá era un reflejo? Sonó el teléfono y cuando fue a contestar comprobó que lo había dejado descolgado. Escuchó un murmullo en la habitación y vio la cama vacía. Sobre el estante del salón había dos trofeos; “Campeón del mundo”. Cerró los ojos y subió al ring. El aire zarandeó la barandilla del balcón y escuchó la campana. Se quitó la bata y golpeó el espejo. El rival se rompió en mil pedazos y apuró de un trago la botella de güisqui.