Le confesé a mi padre lo
que había hecho en el partido de fútbol. Él nunca venía a verme y tampoco
mostraba demasiado interés por mis historias. “He marcado dos goles con la
zurda”, le decía entusiasmado con el balón bajo el brazo. Y él, desde el sofá,
cogía la pelota y, con la derecha, tiraba siempre apuntando a la foto enmarcada
del hombre vestido de futbolista que decoraba el salón. Pero era tan malo que
casi siempre fallaba y, para disgusto de mamá, terminaba tirando alguna de las
figuritas que había en el mueble.
Arrasados
Hace 4 días
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