miércoles, 31 de enero de 2024

Cuadernos de tapa dura

Ahora, en la librería del pueblo.

El alcalde toma la palabra.

-        Siento decirles que doña Carmen Tolada nos envió un telegrama para decir que tenía asuntos pendientes que resolver y no estará presente en la charla anunciada.

 

Hace diez minutos, en un sótano.

Mar mira a los ojos de la escritora, atada de pies y manos.

-   Quien me iba a decir, Carmen, que algún día visitarías mi pueblo. La gran escritora de visita en mitad de ninguna parte. No me mire así ¿Acaso no me recuerda? Claro que lo hace, pero debe estar tan sorprendida como lo he estado yo durante todos estos años.

 

Hace tres años, sobre un escenario.

Carmen recoge el premio a la mejor novela del año.

-      Es todo un honor recoger este premio y toda una satisfacción que el trabajo de tantos años haya terminado dando su frutos. Gracias al jurado por su decisión y a ustedes por su reconocimiento.

 

Hace cinco años, sentada frente a un teclado y una pantalla en blanco.

Una treintañera con ínfulas se enfrenta a su reto más personal. Teclea sin parar las palabras escritas en los cuadernos que posan sobre la mesa.

“El día que conocí a Telmo, fue el comienzo de una edad inesperada…”.

 

Hace seis años, en una cafetería del centro.

Carmen, aburrida contable sin aspiraciones, observa a la joven que deposita unas monedas sobre la mesa y se marcha con prisa sin reparar en la mochila que ha dejado colgada en el respaldo de la silla.

Cuando Mar regresa a la cafetería la mochila ha desaparecido. El llanto le dura seis años, justo lo que tarda en ver llegar al pueblo a la mujer que convirtió en Best-seller todo lo que ella había escrito en sus cuadernos de tapa dura.

lunes, 29 de enero de 2024

La escopeta

 -      Y entonces salimos corriendo detrás de él con una palo en cada mano.

Antonio siempre ha tenido el don de captar la atención de las personas, es como un imán capaz de atraer miradas y conquistar oídos. En corro, las chicas del instituto, se arremolinaban a su alrededor viéndole contar la historia del día en que un extraño nos quiso abordar de noche en medio del bosque.

-         Este y yo. – Me señalaba. – Habíamos acampado en un lugar perfecto, junto al río y nos contábamos historias de miedo sentados junto a la hoguera.

Eso había sido hacía demasiados años, aunque temía que terminase contando el motivo por el que aún no lo habíamos olvidado. El resto de ex compañeros bebían cerveza y bailaban como patos bajo el cartel que anunciaba la reunión de antiguos alumnos.

-         Al principio creíamos que era un animal, pero era un hombre con una escopeta de caza.

Les contó que nos apuntó a la cabeza y nos pidió todo lo que lleváramos, aunque la verdad es que el tipo se había extraviado y tan sólo buscaba ayuda para salir de allí. Lo supimos después de haberle dado una paliza y amenazarle con su propia escopeta.

-   Cuando se dio cuenta de que estaba descargada salió corriendo y le perseguimos hasta que le vimos desaparecer. Fue la hostia ¿Verdad?

Es la primera vez que me mira en la última media hora.

-         Verdad. – Contesto complaciente.

Las chicas se dispersan por distintos lugares y Antonio se queda en un rincón recordando viejos tiempos con la mano metida bajo la falda de Andrea.

Es su manera de olvidar que, junto al río del bosque negro, hay un tipo enterrado a tres metros del suelo al que su familia dejó de buscar hace más de cinco años.

jueves, 18 de enero de 2024

Maldito Cupido

 -        Está buena ¿Verdad?

Un niño con voz de hombre, completamente vestido de blanco me mira de forma extraña.

-        Es inaccesible. – Contesto con desgana.

Ambos miramos a Lola. Apenas lleva dos días en la oficina y ya es la chica más popular.

-        ¿Y tú quién eres? – Pregunto.

-        Soy tu salvador.

Lleva un arco de juguete en el hombro y un carcaj con flechas colgado de la cintura. Parece que el Carnaval se ha adelantado este año.

Le ofrezco un cigarro y declina la oferta.

-        Aparte de fumar ¿Qué más te gusta? – Pregunta.

-        Correr, ir al teatro, la montaña y la comida oriental. – Contesto sin saber bien qué hago hablando con un tipo tan extraño en la puerta de un edificio de oficinas.

-        Y Lola. – Añade.

-        Sobre todo Lola.

Unos metros más allá, ella fuma otro cigarro y ríe en voz alta junto a las chicas del departamento de finanzas.

El niño pone una flecha en el arco y apunta hacia ellas. El proyectil desaparece en mitad de su trayectoria y dos segundos más tarde Lola me come con la mirada.

-        Deseo concedido. – Me dice.

La vemos acercarse.

-        Hola.

-        Hola

-        ¿Te apetece hacer algo este fin de semana?

-        ¿Quieres venir a correr? – Pregunto.

-        ¡Uy! Qué pereza.

-        Podemos ir al teatro.

-        Me aburre.

-        ¿Quizá un paseo por la montaña?

-        Me dan miedo los bichos.

-        Bueno, pues te invito a cenar a un japonés muy bueno que conozco.

-        ¡No! Me da asco el pescado crudo.

A mi lado, el pequeño lanzador de flechas sonríe complacido y se encoge de hombros. Yo pido auxilio con la mirada pero él se eleva unos metros del suelo después de desplegar dos alas diminutas.

- Lo siento, amigo, pero no admito devoluciones.

miércoles, 10 de enero de 2024

Transformación

Querido diario.

No sé por qué me he levantado más extraño de lo normal. Podría decir que es resaca, pero la fiesta de anoche no se alargó más de lo acordado. Aun así, siento una sed inmensa y la cabeza me da vueltas como una peonza. Por más que trato de recordar no encuentro el momento exacto en el que me fui a la cama y eso que no bebí más que un par de cervezas.

Lo último que recuerdo fue la visita de los dos hombres extraños que pasaron sin llamar y comenzaron a arrasar con todo. Entre todos los disfraces de la fiesta de Halloween los suyos eran, sin duda, los más trabajados. Empezaron a echar espuma por la boca y la gente comenzó a reír. Fue divertido. El horror comenzó cuando uno de ellos agarró a una chica y le devoró el cuello. Entonces todo el mundo empezó a correr.

Creo que a mí no me dio tiempo a escapar. Uno de los tipos me abrazó fuerte y no tardé mucho tiempo en sentirme dentro de un extraño letargo. Sigo teniendo sed, pero el agua no sacia mi boca seca. Me sigue dando vueltas la cabeza, pero no hay descanso que apague mi desazón.

Parece que las cervezas me dieron poder, que no necesito seguir escribiendo una vida tediosa sobre un simple papel en blanco y que, a partir de hoy, hablaré en voz alta. O pensaré, porque tampoco soy capaz de articular una sola palabra inteligible más allá de estos extraños sonidos guturales.

No sé por qué me mira así mi vecina. Yo en el espejo no me he visto tan mal, y total, después de tantos años pidiéndole sal, ya era hora de llamar a su puerta para pedirle un poco de carne fresca.

martes, 9 de enero de 2024

El legajo

Nunca me ha gustado comer en el vagón restaurante. Demasiado silencio para tan poca solemnidad y demasiado vaivén para mis deseos de tranquilidad. Pero la misión me ha llevado a viajar en tren y he de vigilar con detalle a la señora Friedrich. Ella es quien porta el manuscrito y yo he conseguir que llegue a buen destino pese a que no se separa ni un solo segundo de su maletín.

La boca aún me sabe a los besos de Rachel. Fue una casualidad encontrarla en el andén y una causalidad que terminase retozando conmigo en el coche cama. La perdí de vista cuando me desperté, pero confío en que se haya quedado con ganas de más y esta noche vuelva a golpear en mi puerta.

La señora Friedrich devora el faisán en salsa y yo mastico despacio mientras controlo el maletín e intento estar atento a cualquier movimiento sospechoso. Hay una joven de pie junto a ella. Hablan afablemente aunque no recuerdo haberla visto antes hablar con nadie. Los informes no decían nada de hijas, sobrinas, ni jóvenes conocidas. Lleva la cabeza cubierta con un pañuelo y, de espaldas, no soy capaz de identificarla.

En un descuido, cuando se ha ganado la confianza de la señora Friedrich, ha deslizado su mano hacia el maletín y ha extraído el manuscrito como quien saca un dólar de su billetera. Así de fácil. Con un rápido juego de manos, cambia el legajo de posición, desde la espalda hasta el pecho y se despide cortésmente.

Cuando pasa junto a mí, abrazada a los papeles, me dedica una sonrisa y me guiña un ojo. No me hace falta más para reconocerla. Es Rachel. Con que esas tenemos. Yo también sonrío. Parece que el trabajo va a ser aún más divertido de lo que esperaba.

miércoles, 3 de enero de 2024

Escurridiza

“A mí me parecen manchas de rotulador”, decía Juanito relamiéndose los labios mientras su madre señalaba hacia el sofá, su hermana pintaba sobre un cuaderno y su padre buscaba como loco por la casa la lagartija iberolacerta que debía llevar al laboratorio. “No entiendo cómo ha podido escaparse”.