martes, 17 de diciembre de 2019

Nunca acabar

Ordenó sin pestañear que le devolviesen su juguete. Tocó el botón y volvió al mismo lugar, cinco minutos antes. Esta vez no sólo sabría cómo matar al dragón, sino que conocería, también, los gustos de la princesa. Al comprobar que no gastaba enaguas y prefería el calabacín a la zanahoria prefirió volver a pulsar el botón de su juguete. Regresó a su cuarto y siguió leyendo. El dragón arrasaba el reino y la princesa seguía esperando al tipo que la sacase de aquella torre.

jueves, 12 de diciembre de 2019

El candidato

Mientras observaba cómo llevaban al cadalso al último candidato a alcalde, el pueblo jaleaba entusiasmado una nueva elección. El verdugo, sin embargo, solicitó un cambio de sufragio.

martes, 10 de diciembre de 2019

La mano

La fastidiosa mosquita con su lengua veloz se posó en el borde del vaso, papá soltó la mano y los pedazos de cristal le rajaron la piel, la sangre goteaba por la mesa y mamá sacó el trapo para limpiar el desaguisado y mientras tanto, la mosca se posó sobre una raja de sandía. Papá miró su otra mano, y en lugar de soltar el pan, se llevó el mendrugo a la boca.

lunes, 25 de noviembre de 2019

El tractor del abuelo

Lo sé, soy un nostálgico, suelo regresar al pueblo cada año para poner en marcha el tractor y recorrer el tramo que hacía con mi abuelo después de la cosecha. El borde de la cantera, el parque de los patos y la colina de la vieja. Y aquella última parada junto al molino donde sólo había una casa con una cuerda llena de ropa. Allí era donde el abuelo se bajaba durante unos minutos y me dejaba jugar con los muñecos. Al cabo volvía y regresábamos a casa. Mientras dábamos media vuelta, solía observar como la señora de la casa se asomaba por la ventana y descolgaba, siempre, unas bragas limpias.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Intución causal


“Intuyo que los científicos irán desapareciendo”, dijo el teocrático en la sala de terapia.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Repoblación

Nos comimos a unos cuantos vecinos para no defraudar al patrón cuando nos pidió un poco de colaboración. Las hembras estaban tan tiernas que no dejamos ni un hueso. Cuando nos obligó a repoblar, nos dimos cuenta de que el apareamiento no funcionaba igual con ellos que con ellas. 

viernes, 8 de noviembre de 2019

Dentro del juego

Para que luego digan que los monstruos somos nosotros. Cada vez que cojo el sueño oigo la alarma, cada vez que intento comer algo, llega la alerta. Y a empezar de nuevo. Casa, árbol, montaña, río. Y cuando le tomo el gusto a la aventura, llega el apagón. Pensé que tendría unos días de asueto, pero estos mocosos se llevan la consola hasta en sus vacaciones.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Bohemio

Era lo único que podíamos hacer por él, dadas las circunstancias establecidas. Le conseguimos una guitarra, un coro y un poco de público. No le salió ni una nota. Volvió a beber y, cuando, de nuevo, volvió a conseguir que la lluvia regresase al pueblo, le dejamos cantar en solitario porque un bohemio jamás podrá vivir como un artista.

lunes, 4 de noviembre de 2019

El nuevo Vietnam

Como un enjambre después de recibir la pedrada de un niño, los amantes del blanco aparecieron para denunciarme por fascista, los defensores del negro me llamaron progre de mierda y los soldados del multicolor me amenazaron de muerte. Aturdido, observé las cuatro letras en la pantalla: “Gris”. Me quité la chaqueta marengo e, inmediatamente, borré el tuit.

miércoles, 30 de octubre de 2019

Un amasijo de hierros

Tan misteriosamente como apareció, se cierra en un amasijo de hierros. Alguien intenta buscar el botón de encendido y sólo encuentra un orificio donde apenas cabe un meñique. Son ya demasiados tipos a los que llaman “nueve dedos”.

martes, 22 de octubre de 2019

Un enemigo mayor

Comienzan a acumularse en la superficie del planeta algunos restos de piel y huesos. El gran mamut reúne a su clan y cruza la meseta. Al final, espera el enemigo. Es pequeño, huesudo y lampiño. Demasiado débil. Tan extraño, que es capaz de caminar sobre las patas traseras y portar un extraño palo en las delanteras. Será fácil de aniquilar. Cuando pasen los años, piensa, veremos quién de los dos sigue dominando estas tierras.

jueves, 17 de octubre de 2019

Muñecos

Acercándose un poquito más al borde del barranco donde se esconde tararea una canción macabra y la invita a sacar la cabeza. Sabe que la niña está muerta de miedo y eso le satisface.

La puerta se abre y aparece la madre. Su hija está debajo de la cama y hay un muñeco tumbado sobre el borde.

-          ¿Otra vez jugando a las cuevas?

Hay un silencio, una afirmación y una orden para ir a cenar.

Consigue salir de allí, abrazada a su viejo león de peluche.

- Algún día le olvidará y no tendrá quien le tape los oídos allí abajo.

viernes, 4 de octubre de 2019

Al otro lado de la puerta

¿Me oyes? ¿Eres capaz de escuchar mis palabras? ¿Escuchas mis lamentos cada noche, mis suspiros por la mañana, mis gritos de agonía durante la tarde?
Al otro lado de la puerta no quedaba nadie.
De vez en cuando, el carcelero abría la ventanilla y le dejaba un plato de comida.
Después se marchaba a su garita mientras dejaba el eco de sus pisadas sobre las baldosas.

martes, 3 de septiembre de 2019

Violeta

El baúl de los juguetes está cada vez más vacío y el calendario cada vez tiene menos hojas.
-          Me llevaré un juguete cada mes hasta que no me pidas perdón.

No me importó perder a Pinocho, ni a Trasgo, ni siquiera al viejo león con el que dormía desde pequeño. Pero sólo queda un mes y me ha dejado a Violeta para la última. Es tan hermosa.
-          Perdón. – Exclamo entre sollozos.

Y mi hermano mayor vuelve a su alcoba para devolverme los juguetes.

Violeta sigue en el fondo. Con su coleta, su agujero en la entrepierna y el nombre de mi hermano pintado en su zapatilla.

martes, 9 de julio de 2019

Ante el puño tormentoso

El puño tormentoso entraba una y otra vez sobre su guardia. No podía hacer nada, él era más rápido, más fuerte, más joven. Sobre todo más joven. Había algo de lo que él había sido en esa mirada asesina, en esa pasión por la gloria, por la victoria, por hacer daño. Y mientras intentaba defenderse entre las cuerdas, sopesaba, una vez más, la decisión de marcharse corriendo de una vez por todas. El dinero era volátil, la fama sólo un pasaporte hacia la hipocresía y la gloria no era más que un instante. Un segundo después, siempre un segundo después, era consciente de que seguía siendo la misma persona, con las mismas piernas cansadas y los mismos pensamientos autodestructibles.

La pasión te convierte en peor persona. En este deporte lo hace. Y yo hace tiempo que sólo peleo por dinero. Necesito volver a ser un hijo de puta, aún estoy a tiempo, una última vez y lo dejo. Lo dejo para siempre. Yo era campeón, era mito, era estrella. Ahora sólo me paran por la calle para decirme lo viejo y lo acabado que estoy. Me liaría a golpes con ellos igual que lo haría con este mequetrefe. La guardia alta, me decía el entrenador, pero aún más alta la concentración. El puño tormentoso vuelve a entrar entre mis puños. Y sigo sin poder hacer nada.

El sabor de la lona es amargo, pero al mismo tiempo que siente el dolor siente el descanso. El orgullo duele más que la mandíbula y el alma duele más que el corazón. El suyo sigue intacto, de piedra, de mármol pulido por los años y las costumbres. Ya no pasa hambre, ya no necesita abrirse camino. Y así cae, a plomo, hasta descender al infierno y buscar, por última vez, un lugar en el cielo.

Yo era el campeón, yo era el referente, yo era el tipo que llenaba todas las portadas y encabezaba todos los rankings. Y ahora ¿Qué soy? Soy un trapo en el suelo, una toalla a punto de caer, un cubo de agua lleno de sangre. Soy una nariz rota, un labio hinchado, una ceja partida. Soy músculo caído, una sombra sin pie, una cabeza sin sentido. Pero sigo siendo yo. Carne, hueso, cerebro, corazón. Sigo siendo yo. Ponte en pie, me hubiese dicho el viejo, y deja de lamentarte. Los caídos se levantan, los alzados se defienden, los que no tienen nada que perder, atacan. Me levanto y ataco. Uno, dos. Como al principio, como aquellos días en los que el pan era un golpe certero y el agua sabía a sudor de gimnasio. Como el día que decidí ser el más grande. Arriba, en pie, golpe a golpe. El campeón ha vuelto.

jueves, 13 de junio de 2019

Pobre tuerto

Le dijeron que el tuerto era el rey en el país de los ciegos, pero ahí andaba él, con el parche en el ojo en un país donde ni los viejos usaban gafas.

Onanismo por obsesión

Ella es un pensamiento más que recurrente. La soledad de sus días le conduce al recuerdo más sensual. Jamás había amado así, jamás había llorado así. La pérdida fue tan brusca que le costó imaginarse una vida sin ella. Ahora ya sabe que será así y se resigna en silencio mientras mastica. La noche le recibe con un manto de oscuridad y en la flor del sueño se abren los pistilos de la probabilidad. Probablemente esté con otro hombre, probablemente sea feliz, probablemente no vaya a volver a verla. Probablemente será infeliz durante el resto de sus días. Entonces cierra los ojos y se quiere a sí mismo una vez al día. Cuando termina, empapado de recuerdos, se deja vencer por el sueño resignándose a un mañana interminable. Así es la vida del perdedor.

viernes, 31 de mayo de 2019

Una calle ancha

El sueño era una calle ancha con coches aparcados, era un semáforo en verde y una cafetería en la esquina, era un paso de cebra agarrados de la mano, era una acera pintada de azul que se reflejaba en el cielo. El sueño era una beso a media tarde junto a una puerta giratoria, era girar en círculo hacia un enorme salón, era una habitación blanca y una piel desnuda. El sueño eras tú y era yo amándonos en silencio mientras nuestras cabezas gritaban como locas.

El sueño me invade el insomnio de cada noche porque no he vuelto a dormir como antes, porque no he vuelto a despertar como antes, porque no he vuelto a vivir como antes. He aparcado el coche en la calle angosta y he cruzado el semáforo en rojo. La cafetería de la esquina es un bar de copas y la acera está negra por el hollín. No he encontrado un beso junto a la puerta de latón y en la sala de estar no había habitaciones con sábanas blancas. Desde que te fuiste, mi vida ya no es un sueño sino una pesadilla donde despertar es dormir y tratar de buscarte de nuevo en una calle ancha con coches aparcados.


jueves, 23 de mayo de 2019

Por un aparcamiento

Hace tiempo que no me paso por casa de mis padres. Entre tanto trabajo y tan poco tiempo libre dedicado al ocio, al final me he convertido en un despegado. Mi madre me ha dicho que ha hecho croquetas y como sabe que por el estómago se me conquista antes que por el oído, me he convencido de acercarme a casa para pasar la tarde con ellos.

Si no vuelvo más al barrio es por lo mal que se aparca. Un conjunto de calles estrechas, llenas de bloques poblados, sin garajes en los bloques y con cientos, miles, de coches en la calle. Es normal hacer procesión mientras miras a los lados y buscas una luz blanca encendida o, milagro, algún hueco libre aunque sea a diez calles de distancia.

Lo intento, por probar, iluso de mí, en la puerta del portal. Nada ¿Qué otra cosa podría esperarme? Y mira que he visto un sitio allí atrás. Sí, pero estaba muy muy atrás. Casi a un kilómetro. Sí, sí, muy atrás, pero vamos a ver dónde aparcas tú hoy. Intento ser positivo mientras hablo conmigo mismo. Una vuelta a la manzana. Nada. Una vuelta a las dos manzanas siguientes. Nada otra vez.

Nada en el descampado y nada alrededor del parque. Vuelvo atrás. Una manzana, dos, tres, descampado, parrque. Nada. Esto empieza a ser una mierda. Vamos a ver si sigue estando el sitio que había allí atrás, muy atrás. Pero qué iluso eres, colega. Para tí va a estar, ahí va a estar esperando.

Me cago en su puta madre. Tarde o temprano tenía que decirlo. Ya llevo veinticinco minutos dando vueltas como un gilipollas y aquí no se mueve ni Dios. La única luz que veo encendida es la de algún coche que, joder, puta suerte la suya, ha encontrado un sitio poco antes que yo. Cago en mi calavera. Pues nada, todo sea por las croquetas y por no hacerle un feo a mi madre. Se me van a calentar las cervezas que he comprado para ver el fútbol junto a mi padre. Ni cervezas, ni croquetas, ni madre que las parió.

Venga, chaval, date otra vuelta, que sólo llevas once. Ni aquí, ni allá, ni en la puta conchinchina. Voy a tener que llamar a mi madre y decirle que me guarde las croquetas para otro día, que vengan ellos a casa cuando quieran y que voy a meter las cervezas a enfriar en mi nevera para que papá se las pueda beber bien frías. Mira, que me voy, que estoy harto, que llevo casi tres cuartos de hora y esto no hay quien lo aguante.

¿Eso de allí? ¿Es un sitio? ¡Sí, es un sitio! ¡En el descampado! Corre tío, corre. Sí, sí, es para tí. Un sitio, por fin. Dirá mi madre que donde me he metido, aunque se lo imaginará, sabe de sobra lo que se tarde en aparcar en este barrio del demonio. Enseguida subo, ya estoy aquí. Ricas croquetas. Venga, marcha atrás y a aparcar de culo ¿Y ese quién es? ¿Y ese qué hace? ¡Pero qué coño haces!

Ha llegado un coche, un gilipollas, como un loco, y se ha metido en el sitio mientras yo maniobraba. Y trata de marcharse con toda su chulería. Te vas a enterar, chaval. Cogo una lata de cerveza y se la tiro a la cabeza. Y ahora otra. Y otra a la luna del coche. Que jodan, tío listo. Espera que te voy a patear. Pum, pum, pum. Ahora te ríes menos ¿Eh? ¡Qué me dejéis, joder! ¡Qué estoy hasta los huevos de jetas y gilipollas!

Me llevan detenido por daños graves a un viandante. Mi madre llora, sin croquetas, mientras ve como me llevan esposado. Mi padre tiene el gesto adusto, serio. Ya no serán para él las cervezas, ni volverán a ser igual los partidos de fútbol. Mientras camino, observo como un policía aparca mi coche en uno de los huecos libres que han quedado en el descampado. Es la puta ley de Murphy. Les juro que no había ni un puto sitio. Sí, sí. Camina. Mañana, o quizás dentro de un rato, todo el barrio termine sabiendo que casi mato a un tío por un aparcamiento ¿Por un aparcamiento? Sí, sí, como lo oyes; por un aparcamiento.

lunes, 6 de mayo de 2019

Visite nuestro bar

Claudia siempre pide un café con leche fría y una tostada con tomate rallado y no triturado. Mientras mastica en silencio va mirando el móvil esperando un mensaje que nunca llega. Tiene el pelo alborotado, los ojos tristes y media sonrisa en los labios. Quizá evoca un recuerdo. Quizá piensa que aún es posible.

Jose pide un cortado y un croissant a la plancha con mermelada de melocotón. Mientras espera a que la mantequilla se ablande, va escribiendo un mensaje que siempre termina borrando antes de enviar. Tiene el pelo corto y las sienes cargadas de canas, la mirada perdida en un sueño y un rictus de imposibilidad que le impide sonreir con franqueza. Sabe que lo ha perdido todo. Piensa que ya no hay vuelta atrás.

Yo les observo de nuevo, como cada mañana, mientras limpio la barra y reconozco cada gesto, cada mirada, cada silencio. Ella creyó alcanzar algo y se le escurrió entre los dedos. Él tuvo algo ganado y lo perdió por cobardía. Y cada mañana, como si de un cruce de caminos se tratase, vuelven a bifurcar sus recuerdos sentados ante la mesa de un bar.


jueves, 28 de marzo de 2019

Olvidar

- ¿Cuánto se tarda en olvidar?
- Toda una vida, porque nunca se olvida del todo. Las heridas, dicen, las cicatriza el tiempo. Pero lo que realmente hace el tiempo es ayudarte a vivir, porque siempre habrá algo que te entretenga. Mientras lo hagas, el vacío seguirá allí, aunque tapado por hojas y ramas secas, esperando a que jamás vuelvas a pisarlas.
- ¿Y si lo hago?
- Entonces estarás perdido. Es una caída que sólo frena la muerte.

martes, 26 de marzo de 2019

El fin del mundo

No entiendo esa necesidad de conquista que tienen estos hombres. Si al final siempre llegan allí, cortan unas cuantas cabezas, arramplan con todo lo que brilla, se beben toda la cerveza y abusan de varias mujeres para dejarlas encintas de hijos que jamás volverán a ver. Deberían ser más prácticos; trabajar su tierra, fortificar sus ciudades y dejar de adorar de una vez a todos esos dioses que nos les incitan más que a la guerra y el infortunio ¿Acaso creen de verdad que un Dios se sentará con ellos a brindar? Pobres descreídos. Yo les traigo un nuevo razonamiento; culto, castidad, trabajo y silencio. Y sangre, si no son capaces de aceptarlo. Así ya acabamos con Roma y con todos los bárbaros que la invadieron. Así acabaremos también con estos vikingos y seguiremos terminando con el mundo hasta que esas tierras del este sepan, de verdad, quien es su verdadero Dios.

jueves, 21 de marzo de 2019

Otro final

A veces tengo la impresión de que alguien me guioniza la vida. Demasiadas casualidades, demasiados lugares comunes, demasiados errores forzados. A veces pienso que soy el protagonista de algún tipo de show y que alguien se divierte a mi costa. Alguien que, por capricho o por voluntad, coloca piedras en mi camino esperando a que tropiece. Seguramente prefiere que me las coma o que las lance lejos. Cuando ve que las esquivo, vuelve a tentarme con palabras bonitas, lugares desconocidos y emociones escondidas. Al final, como siempre, el malo gana la partida y yo me quedo esperando un nuevo final mientras lloro mis miserias en el fondo de mi habitación.

miércoles, 20 de marzo de 2019

El mejor amigo

Le asqueaba tener que ir a casa de sus suegros y compartir sofá con el perro. Le asqueaba ir paseando por el parque mientras se veía obligado a esquivar heces. Le asqueaba ver como su cuñada compartía lametones con el can y luego pretendía saludarle con dos efusivos besos. Le asqueaba comprobar como la gente no se lavaba las manos después de acariciar al chucho. Mucho animal para tan poco espacio, solía decir. Mucha esclavitud para tan poca recompensa, afirmaba. Pero el día que se perdió en la montaña y comprobó como un perro llegaba el primero para dar la voz de alarma, se sintió el hombre más afortunado del mundo. Vivir ya no le asqueaba tanto.

jueves, 14 de marzo de 2019

Sobrevolar

Ser un superhéroe está sobrevalorado. Todo el mundo te viene con el cuento de lo que tengo que ligar y todo lo que puedo conseguir. Que si me puedo ir volando a Sudamérica en un plis plas, que si puedo abrir cualquier puerta, que si puedo levantar cualquier obstáculo. Sí, eso está muy bien, y la recompensa moral mola, no lo voy a negar, pero todo el día de aquí para allá cansa un huevo y eso nadie lo tiene en cuenta. Tengo a la mujer abandonada y se me ha echado un amante, dice que está harta de los polvos exprés y los viajes de ida y vuelta en el mismo día. Y los hijos ¿Qué? Que no voy a verlos a jugar al fútbol, que no les ayudo con los deberes, que les leo los libros demasiado rápido. Me han puesto las maletas en la puerta de casa y encima no puedo decirles que no tienen razón. Muy bonito eso de salvar vidas, sí, pero por salvar las demás me he cargado la mía.

viernes, 8 de marzo de 2019

Cloroformo

Lo había visto hacer tantas veces en las películas que pensaba que era un plan sencillo en la ejecución y cómodo en la interpretación. Por ello empapó el pañuelo en el cloroformo que había comprado en el mercado negro y se acercó a ella con intenciones aviesas. Era preciosa de espaldas, casi tanto como de frente. Había soñado tantas veces con el momento de poseerla que sintió como la excitación le subió hacia la entrepierna. Se le nubló la vista un instante y pensó que, quizá, iba a cometer un error, pero ante la indiferencia sólo quedaba el remedio de la insistencia. Y él tenía todo preparado; el cuarto oscuro, el lugar abandonado, las ganas de convencerla.

Y había calculado, metro a metro, cada parte de su recorrido diario. Habían sido muchas horas de seguimiento, siempre a la sombra, siempre como un fantasma a punto de acechar pero con ojos vivos y perspicaces. Siempre en la mesa de al lado en la cafetería, siempre en el banco contiguo del parque, siempre en el mismo sendero a la hora de hacer running. Cada noche regresaba a casa soñando con ella y sabiendo que ella no había reparado en su insistencia. Por eso supo que, cuando había alcanzado su estela en el lugar más despoblado del recorrido, ella no sospecharía de él porque no era más que una sombra en su subconsciente.

Colocó el pañuelo empapado en la mano derecha y la atrapó, en una maniobra rápida, con el brazo izquierdo. Cuando puso el pañuelo en su nariz escuchó el grito sordo y esquivó las patadas con el talón con las que ella intentaba golpear en su espinilla. Cuando fue notando que se iba quedando sin fuerzas, fue consciente de que el plan estaba saliendo a la perfección. Fue cuando divisó su coche aparcado, a apenas veinte metros del lugar, cuando notó que el vapor del coloroformo también había llegado hasta sus sentidos. Demasiado cerca como para no correr el peligro de intoxicación, demasiado torpe como para evitarlo.

Se vio obligado a soltar a su presa cuando sintió entumecer la cabeza y flaquear las fuerzas. Intentó caminar hacia el coche pero no resistió ni media docena de pasos antes de caer a plomo. Le encontraron solo y apaleado, unos minutos más tarde. Podían haber pasado horas, pero él había perdido toda la noción del tiempo. Estaba solo, sangraba y no sabía contestar. No encontraron denuncias ni declaraciones. Él tampoco supo contar mucho más. No quiso hacerlo, claro está, pero de cara al mundo se convirtió en la pobre víctima. Dejó de verla en la cafetería, en el parque y en el sendero donde hacía running. Puede que el tiempo le llevase al olvido y que la popularidad le llevase hacia nuevas fantasías. Se olvidó de olvidarla y se cercioró de que los planes de película no son sino una mentira que vive en el límite de cada sueño. La realidad, en verdad, no sólo diferencia a los diestros de los torpes, sino que distingue a los cuerdos y a los locos. El problema no es creer en ellos, sino no saber verlos.

miércoles, 27 de febrero de 2019

Castigo

El párroco le decía que, si le contaba algo a alguien, Dios le castigaría, pero él, con una mano en su entrepierna y la otra en el bolsillo para no enseñar su temblor, se preguntaba qué castigo, aún mayor, podría esperarle si decidía romper el silencio.

lunes, 25 de febrero de 2019

Ambiciosos

"Mismo día, dos decisiones; la función teatral de tu hijo, para la que lleva ensayando seis meses, y reunión urgente para cerrar el negocio de tu vida ¿Qué eliges?".

Los responsables de departamento miraban a sus súbditos con esa manera tan displicente con que los superiores miran a los de clase inferior. En las reuniones ejecutivas siempre salía el tema y siempre se vanagloriaban por haber elegido la respuesta correcta. Todos esos que prefieren a su familia antes que al éxito seguirán siendo los mediocres que madrugarán a diario para no obtener más recompensa que una jornada anodina de ocho horas y un salario indigno para sobrevivir. Y todavía debían dar las gracias. Una fábrica de borreguitos.
Y ellos, pastores aventajados que miran desde arriba como aquellos agachan la cabeza y teclean sin parar, visten de corto para jugar a squash y de largo para comer en los mejores restaurantes. Al llegar a casa, sus hijos siempre dormidos y su mujer mandándose mensajes con el monitor de pilates. Buenas noches y mañana será otro día. Porque mañana volverán a llegar a casa con la luna en lo alto y la tarjeta oro, echando humo, en la cartera. Y cuando vuelvan a ver reir a los chicos que, puntualmente, salen cuando termina su jornada, ellos, rictus serio y reunión pendiente, seguirán preguntándose de qué coño se ríen.

Y en la reunión, el jefe de jefes, mano derecha y cabeza pensante, les atiende en bañador desde un hotel al otro lado del mundo. Deprisa que he quedado. Cuentas, números, resultados, balances. Y a seguir el ritmo. Negocios, cenas, reuniones, servidumbre. Que nadie se vaya a casa. Adiós, hasta la próxima.

Y cuando, entre ellos, café en una mano y vaso de whisky en la otra, se preguntan qué fue lo que respondió en el test de presentación laboral, uno le dice al otro que le dijeron que había arrugado la hoja y tirado a la papelera. Y es que el mundo no hace distinciones entre tontos y listos sino entre osados y tipos que se creen ambiciosos.

jueves, 21 de febrero de 2019

Prioridades

El bandido me ha llamado bellaco y yo me he quedado picando en la mina como un paria. Me dicen los compañeros que un hombre no puede tolerar la ofensa, pero ellos no saben que lo que no puede hacer un hombre es jugarse la vida cuando tiene todas las papeletas para perderla. Luego llegó el patrón y los puso a todos firmes, nadie habló. A ese maldito mequetrefe nadie es capaz de toserle pese a que todos sabemos que no tiene ni medio golpe. Resulta curioso como habría muchos que calarían sombrero y cabalgarían, espuela caliente, durante medio oeste con tal de vengar una afrenta, pero no son capaces de mandar al carajo al tipo que nos explota diariamente. Les puede más el miedo a perder el trabajo al miedo a perder la vida. Curiosa manera la del ser humano a la hora de gestionar sus prioriades.

lunes, 18 de febrero de 2019

Camino a Oz

Hay noches que me acuesto con miedo porque sé que alguien me quiere robar la luna. Me pregunto si ella sigue sabiendo que su luna brilla dentro de mí. Hay noches que busco en la ventana una luz para el recuerdo, hay noches es las que ella sigue guardando en su ventana un trocito de recuerdo para mí. Las noches son largas y los días monótonos. El sol me sigue descubriendo una vereda por la que debo caminar, pero cuando cae la noche, me atropella un camión de recuerdos y caigo inducido en un coma de pesadillas. Cuando despierto, una mañana más, sigo sin ver la luna y el sol, cegador, vuelve a dibujarme un camino de baldosas amarillas. Y ahí sigo, camino a Oz, esperando a llegar al lugar donde está escondida mi luna.

jueves, 31 de enero de 2019

Volviendo a empezar

Su imagen es un rostro detrás de la pantalla, unas fotos en la playa junto a las amigas, un vídeo en la fiesta de cumpleaños de su sobrina. Su vida es mi vida sin que ella lo sepa; despierto temprano, me conecto a su red, beso la pantalla, practico el onanismo y paso el día entre miradas y notificaciones.

La encontré de casualidad. Paseaba una tarde de primavera junto a mi vecina del tercero. Me saludaron jovialmente y ella detuvo la mirada un segundo ¿Una señal? Yo ya tenía fichada a mi vecina y no me costó buscar entre las amigas de sus amigos. Ahí estaba. Parecidos gustos, mismas aficiones y algunas recomendaciones que seguí al pie de la letra. Me gustaron todas las películas que citaba y sólo fue incapaz de terminar un libro de los que referenció. No tenía pareja y, aunque decía sentirse feliz, yo sabía que ella necesitaba de esa persona compatible con la que pasar el tiempo.

Podría ser yo. Por eso me preparé a conciencia para conseguir ser su tipo. Compré ropa como la de sus amigos, empecé a correr como vi que hacía ella cada mañana e incluso me apunté a un gimnasio. Intentaba hacerme el encontradizo. Media docena de veces nos cruzamos por un parque que quedaba a cinco kilómetros de mi casa. Merecía la pena el traslado con tal de disfrutar de aquellos dos segundos en el que cruzábamos la mirada. Sólo una vez hizo el amago de detenerse. Siempre con sus auriculares y su mirada baja, apenas era consciente de lo que había a su alrededor. Pero una vez me miró. Sé que me reconoció. Pero ambos seguimos corriendo.

Y aquí estoy con mi ramo de flores y mi colonia costosa recién comprada. Conozco sus gustos, sus impresiones, sus debilidades. La conozco a ella. La veo caminar hacia mí con la mirada alta ¿Es a mí a quién mira? ¿Al ramo? ¿A mi peinado? Estoy a punto de detenerme pero ella ha pasado de largo. Quedo petrificado ¿Qué ha pasado? Diez metros más allá le espera otro tipo. Más alto, más fuerte, más guapo que yo. Pero seguro que no tan listo. Se marchan agarrados de la mano. Desaparecen tras una esquina. Maldigo. Lloro.

Tiro el ramo a la primera papelera que encuentro y regreso a casa con la camisa por fuera y el pelo alborotado. Vuelvo a no ser nadie. En la entrada al portal vuelvo a cruzarme con mi vecina. Tiene una nueva amiga; rubia, bajita, guapa. Saludo cortesmente y noto que me mira. Enciendo el ordenador y busco. Ahí está. Le gusta la música clásica, los libros de terror y las películas románticas. Practica el buceo y suele cenar comida japonesa los sábados por la noche. Tendré que reciclarme. Tendré que empezar de nuevo.

lunes, 28 de enero de 2019

Mermelada de ciruelas

- Antiguamente celebrábamos los Reyes Magos. - Señaló el abuelo, casi en un susurro ensimismado.
- ¿Cómo era eso?
- Nos acostábamos temprano y al día siguiente, al amanecer, el salón de casa estaba lleno de regalos. Mi madre preparaba café y pan tostado y yo untaba la mermelada de ciruelas mientras observaba mis juguetes nuevos.

Pensé en cómo había cambiado la sociedad. O lo pensé, al menos, como puede pensarlo un niño de nueve años. Hacía años, desde que el mundo había virado hacia la superpoblación y los clones habían dominado el mundo, que los impuros nos veíamos amenazados por una suerte de sentencia de muerte azarosa. La noche del cinco al seis de enero, un millón de personas, en el mundo, tenía la obligación de desaparecer. Sin condición de edad, raza, sexo o religión. Todos teníamos asignado un número. Miles de millones de números en un sistema informático sin predestinación y entre ellos, un millón de personas debían desaparecer. Así, sin más. Durante la madrugada, las tropas de asalto allanaban la morada y se llevaban al futuro finado. Rápido y fácil. Y había que asumirlo.

- No os preocupéis. Hace más de veinte años que no pasan por el pueblo. - Intentó tranquilizarnos el abuelo.

Pero a las cuatro de la mañana escuchamos golpes en la puerta. La llave puesta por fuera para que no rompieran nada evitó daños mayores. Tardaron menos de cinco minutos y después, el silencio.

Al amanecer olía a café recién hecho y a pan tostado. Nos sentamos a la mesa, mi madre mantenía un halo de humedad en los ojos y mi padre masticaba en silencio mientras miraba a un punto fijo en la pared. Mi hermana meneaba el café con la cucharilla y yo untaba la mermelada de ciruelas que, aunque no era mi preferida, habría de gastar puesto que ya, jamás, se la comería el abuelo.

jueves, 17 de enero de 2019

Huelga de hambre

El primer día no sintió nada más allá del gusanillo, el tercer día ya hubiese devorado un buey, el quinto día necesitaba beber para matar al diablo, el décimo día imaginaba sabores imposibles, al medio mes ya sabía ensalivar con una simple ensoñación y al mes, mientras su cuerpo se impulsaba en espasmos incontrolables, dejó de percibir el aire. Le intubaron, el suero quemó sus venas y los sonidos llegaron como ecos lejanos. Logró su propósito y cerró los ojos cuando escuchó su nombre coreado por mil voces. Desde entonces le llaman "el mártir". Siempre hay una rosa fresca sobre su tumba y, a veces, algún bocadillo a medio morder. Nadie había tenido los cojones de seguirle en la huelga de hambre. Ahora todos disfrutaban de sus mejores condiciones en prisión.

El amargo sabor de la derrota

Si tuviera una máquina del tiempo regresaría atrás y te comería a besos; no dudaría en tirar los prejuicios a la basura, sonreiría sincero y te diría palabras de amor. Si tuviera una máquina del tiempo me presentaría en tu procesiones, clavaría la cruz en tus pretextos, iluminaría tu mirada con una sonrisa. Si tuviera una máquina del tiempo comería tus besos hasta la cena, bebería tu sudor de madrugada, dormiría feliz sujeto a tus caderas. Si tuviera una máquina del tiempo conocería ese dulce sabor al que dicen que sabe la victoria. Con mi máquina de complejos sólo puedo jugar a mirar atrás y a paladear, una y otra vez, el amargo sabor de la derrota.