jueves, 28 de marzo de 2019

Olvidar

- ¿Cuánto se tarda en olvidar?
- Toda una vida, porque nunca se olvida del todo. Las heridas, dicen, las cicatriza el tiempo. Pero lo que realmente hace el tiempo es ayudarte a vivir, porque siempre habrá algo que te entretenga. Mientras lo hagas, el vacío seguirá allí, aunque tapado por hojas y ramas secas, esperando a que jamás vuelvas a pisarlas.
- ¿Y si lo hago?
- Entonces estarás perdido. Es una caída que sólo frena la muerte.

martes, 26 de marzo de 2019

El fin del mundo

No entiendo esa necesidad de conquista que tienen estos hombres. Si al final siempre llegan allí, cortan unas cuantas cabezas, arramplan con todo lo que brilla, se beben toda la cerveza y abusan de varias mujeres para dejarlas encintas de hijos que jamás volverán a ver. Deberían ser más prácticos; trabajar su tierra, fortificar sus ciudades y dejar de adorar de una vez a todos esos dioses que nos les incitan más que a la guerra y el infortunio ¿Acaso creen de verdad que un Dios se sentará con ellos a brindar? Pobres descreídos. Yo les traigo un nuevo razonamiento; culto, castidad, trabajo y silencio. Y sangre, si no son capaces de aceptarlo. Así ya acabamos con Roma y con todos los bárbaros que la invadieron. Así acabaremos también con estos vikingos y seguiremos terminando con el mundo hasta que esas tierras del este sepan, de verdad, quien es su verdadero Dios.

jueves, 21 de marzo de 2019

Otro final

A veces tengo la impresión de que alguien me guioniza la vida. Demasiadas casualidades, demasiados lugares comunes, demasiados errores forzados. A veces pienso que soy el protagonista de algún tipo de show y que alguien se divierte a mi costa. Alguien que, por capricho o por voluntad, coloca piedras en mi camino esperando a que tropiece. Seguramente prefiere que me las coma o que las lance lejos. Cuando ve que las esquivo, vuelve a tentarme con palabras bonitas, lugares desconocidos y emociones escondidas. Al final, como siempre, el malo gana la partida y yo me quedo esperando un nuevo final mientras lloro mis miserias en el fondo de mi habitación.

miércoles, 20 de marzo de 2019

El mejor amigo

Le asqueaba tener que ir a casa de sus suegros y compartir sofá con el perro. Le asqueaba ir paseando por el parque mientras se veía obligado a esquivar heces. Le asqueaba ver como su cuñada compartía lametones con el can y luego pretendía saludarle con dos efusivos besos. Le asqueaba comprobar como la gente no se lavaba las manos después de acariciar al chucho. Mucho animal para tan poco espacio, solía decir. Mucha esclavitud para tan poca recompensa, afirmaba. Pero el día que se perdió en la montaña y comprobó como un perro llegaba el primero para dar la voz de alarma, se sintió el hombre más afortunado del mundo. Vivir ya no le asqueaba tanto.

jueves, 14 de marzo de 2019

Sobrevolar

Ser un superhéroe está sobrevalorado. Todo el mundo te viene con el cuento de lo que tengo que ligar y todo lo que puedo conseguir. Que si me puedo ir volando a Sudamérica en un plis plas, que si puedo abrir cualquier puerta, que si puedo levantar cualquier obstáculo. Sí, eso está muy bien, y la recompensa moral mola, no lo voy a negar, pero todo el día de aquí para allá cansa un huevo y eso nadie lo tiene en cuenta. Tengo a la mujer abandonada y se me ha echado un amante, dice que está harta de los polvos exprés y los viajes de ida y vuelta en el mismo día. Y los hijos ¿Qué? Que no voy a verlos a jugar al fútbol, que no les ayudo con los deberes, que les leo los libros demasiado rápido. Me han puesto las maletas en la puerta de casa y encima no puedo decirles que no tienen razón. Muy bonito eso de salvar vidas, sí, pero por salvar las demás me he cargado la mía.

viernes, 8 de marzo de 2019

Cloroformo

Lo había visto hacer tantas veces en las películas que pensaba que era un plan sencillo en la ejecución y cómodo en la interpretación. Por ello empapó el pañuelo en el cloroformo que había comprado en el mercado negro y se acercó a ella con intenciones aviesas. Era preciosa de espaldas, casi tanto como de frente. Había soñado tantas veces con el momento de poseerla que sintió como la excitación le subió hacia la entrepierna. Se le nubló la vista un instante y pensó que, quizá, iba a cometer un error, pero ante la indiferencia sólo quedaba el remedio de la insistencia. Y él tenía todo preparado; el cuarto oscuro, el lugar abandonado, las ganas de convencerla.

Y había calculado, metro a metro, cada parte de su recorrido diario. Habían sido muchas horas de seguimiento, siempre a la sombra, siempre como un fantasma a punto de acechar pero con ojos vivos y perspicaces. Siempre en la mesa de al lado en la cafetería, siempre en el banco contiguo del parque, siempre en el mismo sendero a la hora de hacer running. Cada noche regresaba a casa soñando con ella y sabiendo que ella no había reparado en su insistencia. Por eso supo que, cuando había alcanzado su estela en el lugar más despoblado del recorrido, ella no sospecharía de él porque no era más que una sombra en su subconsciente.

Colocó el pañuelo empapado en la mano derecha y la atrapó, en una maniobra rápida, con el brazo izquierdo. Cuando puso el pañuelo en su nariz escuchó el grito sordo y esquivó las patadas con el talón con las que ella intentaba golpear en su espinilla. Cuando fue notando que se iba quedando sin fuerzas, fue consciente de que el plan estaba saliendo a la perfección. Fue cuando divisó su coche aparcado, a apenas veinte metros del lugar, cuando notó que el vapor del coloroformo también había llegado hasta sus sentidos. Demasiado cerca como para no correr el peligro de intoxicación, demasiado torpe como para evitarlo.

Se vio obligado a soltar a su presa cuando sintió entumecer la cabeza y flaquear las fuerzas. Intentó caminar hacia el coche pero no resistió ni media docena de pasos antes de caer a plomo. Le encontraron solo y apaleado, unos minutos más tarde. Podían haber pasado horas, pero él había perdido toda la noción del tiempo. Estaba solo, sangraba y no sabía contestar. No encontraron denuncias ni declaraciones. Él tampoco supo contar mucho más. No quiso hacerlo, claro está, pero de cara al mundo se convirtió en la pobre víctima. Dejó de verla en la cafetería, en el parque y en el sendero donde hacía running. Puede que el tiempo le llevase al olvido y que la popularidad le llevase hacia nuevas fantasías. Se olvidó de olvidarla y se cercioró de que los planes de película no son sino una mentira que vive en el límite de cada sueño. La realidad, en verdad, no sólo diferencia a los diestros de los torpes, sino que distingue a los cuerdos y a los locos. El problema no es creer en ellos, sino no saber verlos.