martes, 27 de octubre de 2015

Perdida

- Por mí, por todos mis compañeros y por mí el primero.

El ritual del juego era tan sencillo que ya resultaba monótono el repetirlo. Los niños se escondían, el que la ligaba contaba, de cara a la pared, del uno al diez. Cuando se giraba no tenía que ver a nadie y habría de dedicarse a encontrar a sus amigos. Sencillo y divertido.

El problema fue cuando aparecieron todos menos Marta. María, su hermana gemela fue la primera en dar la voz de alarma. Su coleta que, como siempre, estaba pulcramente anudada en el lado derecho de su cabeza, se movía con intensidad cada vez que exclamaba el llanto que precedía a la lágrima.

Nunca la encontraron. Enterraron un ataud sin cuerpo e hicieron un funeral íntimo y emotivo. A los amigos no nos dejaron asistir y los pocos que recordábamos el día seguimos intentando encontrar a María en cada rincón del pueblo.

Su familia se marchó la semana siguiente. Algunos acudimos a despedirnos de Marta pero ella no quiso bajar del coche. Nos dijo adiós con una mueca y permaneció con la mirada fija sobre nosotros hasta que el auto desapareció al final de la calle. No parecía demasiado triste. Quizá, pensamos todos, ya había llorado demasiado. Lo que nadie comentó nunca es porque aquel día llevaba la coleta prendida hacia el lado izquierdo de su cabeza.

miércoles, 21 de octubre de 2015

De noche



-          Tú y yo podremos pasear juntos bajo ese cielo estrellado.
-          ¿Qué cielo? – Preguntó el otro.
-          Ese. – Contestó señalando al techo.

            Una gota sucia cayó y compuso un sonido hueco al caer sobre el suelo. La luz del pasillo dejó entrever la mano que bajaba. El de abajo rechazó la invitación.

-          No podemos. Está lloviendo.

            Se escucharon risas y pasos. La carcajada se apagó cuando el guardia llegó hasta la celda y golpeó los barrotes con el puño.

-          ¡Silencio!

            Desde hacía seis años era lo único que escuchaban cada vez que creían que se había hecho de noche.

lunes, 5 de octubre de 2015

Indiana

Casi me cuesta la vida encontrar la dichosa arca de la alianza. Que si Egipto por aquí, que si Alemania por allá; a poco más y me despedazan aquellos malditos nazis. No contento con aquello, me enfrasco en una ridícula discusión con Lao Che y, por quítame aquí unas pajas, no sé de qué manera aparezco en mitad de una jungla con una rubia despampanante y un niño chino repelente. Aún me quedaba más gasolina y no contento con mi inicial asalto a la Biblia, me dejo convencer por una oficial del ejército de Hitler para meterme en el lío padre, y nunca mejor dicho. Ya saben el dicho aquel que dice que tiran más dos tetas que dos carretas. Yo de carretas soy poco, pero de lo otro, puedo dar cursos intensivos de experiencia carnal.

Cuando ya era casi un anciano apunto de aparcar el látigo y necesitado de viagra para poder mantener mi reputación amatoria, a algún iluminado se le ocurrió que quizá yo podría volver a las andadas e introducirme de nuevo la maldita jungla sudamericana para encontrar una calavera de cristal extraviada nosecuantos años antes. Los que no me conocen dicen que aquella fue mi última gran aventura, pero se equivocan en cuanto no han intentado saber de mi durante todo este tiempo.

Eso no ha sido todo, no hace mucho me instigaron a participar en un proyecto que parecía una pirada de olla. Un tal doc había iniciado un proyecto por el que terminaría fabricando una máquina capaz de viajar en el tiempo. No sé de qué manera terminé arrimando el hocico allí y metiéndome en un coche cuando en mi vida había tocado un volante. No sé qué hice mal en mis viajes, pero viajé medio siglo hacia adelante y descubrí que un tal Spielberg había proyectado un par de películas utilizando mis aventuras. Maldita sea la hora que le puse el látigo en el cuello. No sólo me cambió por un tal McFly en sus viajes en el tiempo, sino que, llamándome Paco, como buen conquense, tuvo el despecho y la mala leche de bautizarme como Indiana. Qué como va a ser Paco Jones, dice. Qué él es de aventuras y no de chistes populares. A lo mejor regreso al año cuarenta y le meto una patada en el culo al primero que me cite el arca de la alianza. Todo sea por conservar mi reputación. A ver qué tal les parece el chiste.