martes, 21 de diciembre de 2021
Si hubiese leído el cuento
lunes, 13 de diciembre de 2021
El borde del precipicio
La rutina es un fantasma que sólo ataca de día. De noche, mientras las sábanas respiran y el silencio se ahonda, al menos el sueño da una tregua por la que sobrevivir. Las palabras son puñales, las caricias son ausencias y los reproches son pan de cada día. Por ello, cuando la puerta se cierra y el vestíbulo se queda a oscuras, sabe sentirse en paz porque más allá del presente no hay futuro que resista tanta tristeza.
A menudo se pregunta qué ocurrió
la primera vez que sintió desgana. Debía ser aquel trato despectivo, aquel olor
tan despreciable, aquella manera de hablar con el tono jocoso y, en ocasiones,
ofensivo o las veces que desaparecía por la puerta para pasar mañanas enteras
con los amigos en el bar.
Lo peor era cuando regresaba. Con
el cuerpo cargado de cerveza y los ojos ciegos por la ira, se dedicaba a
reprochar todos y cada uno de sus sueños incumplidos. Nunca le había puesto una
mano encima, eso era cierto, pero había maneras de maltratar sin dañar la carne
capaces de dañar la cabeza hasta el extremo de convertir el amor en odio y el
odio en puro desprecio.
Cada vez que escucha el portazo
desea que sea el último, porque no quiere volver a verle, porque necesita
empezar de nuevo, porque necesita, a fin de cuentas, sentirse persona después
de un millón de años.
Entra a la cocina sintiéndose
culpable y enciende la radio sintiéndose culpable de haberse sentido culpable.
Todo es un cúmulo de contradicciones, todo lo que ocurre en su vida es un
conato de locura, un borde del precipicio, un fallo del motor en pleno vuelo.
El locutor tiene la voz aguda y
en su tono desprende un toque de erotismo. Se siente tan necesitada que es
capaz de encapricharse por alguien que no conoce.
-
Aprobada en el Congreso la ley del divorcio.
La frase le sabe a impresión
espontánea, a alegría súbita, a placer emocional, a nervios desparramados.
Al fin puede dar el paso, decir
adiós, decir hola, empezar de nuevo, empezar lejos, tenerse cerca, tocarse,
saberse, creerse.
miércoles, 1 de diciembre de 2021
Pilar
Con aquellas
tres palabras, el abuelo terminaba siempre las misivas que remitía a la calle
del pueblo en la que residía.
La guerra fue
larga y la abuela estuvo demasiado tiempo sin saber noticias.
De vez en cuando
se cruzaba con la vecina y se lamentaba.
-
Yo creo que le ha pasado algo. Hace mucho que
no me escribe.
La vecina la
tranquilizaba "Seguro que está bien"
y la abuela se marchaba más convencida agradeciéndole su
deferencia y amabilidad.