lunes, 27 de julio de 2020

Ganarle a la vida

Mirar atrás es aún más difícil que hacerlo hacia adelante. Los vítores en la grada, el himno en los altavoces y la medalla en el pecho. Y ella, la otra, allá, alejada de los focos y alejada de la felicidad. Con una lágrima resbalando por la mejilla y una mueca de decepción dibujando en sus labios una curva descendente. El éxito no es siempre para quien lo trabaja. El fracaso no es siempre para quien lo merece.

El presente es tan cruel como el olvido. Dejó de competir, dejó de ser recordada, dejó de tener motivaciones, dejó de tener oportunidades, dejó de tener ganas de vivir. Y ella, la otra, allá, alejada de los focos pero tan cercana a la felicidad. Con un título colgado en la pared, un trabajo estable reflejado en su nómina, una familia a la que contar que un día fue cuarta en unos Juegos Olímpicos. Y es que el éxito no es siempre para quien lo trabaja y el fracaso no es siempre para quien lo merece.

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