Mirar atrás es aún más
difícil que hacerlo hacia adelante. Los vítores en la grada, el himno en los
altavoces y la medalla en el pecho. Y ella, la otra, allá, alejada de los focos
y alejada de la felicidad. Con una lágrima resbalando por la mejilla y una
mueca de decepción dibujando en sus labios una curva descendente. El éxito no
es siempre para quien lo trabaja. El fracaso no es siempre para quien lo
merece.
El presente es tan cruel
como el olvido. Dejó de competir, dejó de ser recordada, dejó de tener
motivaciones, dejó de tener oportunidades, dejó de tener ganas de vivir. Y
ella, la otra, allá, alejada de los focos pero tan cercana a la felicidad. Con
un título colgado en la pared, un trabajo estable reflejado en su nómina, una
familia a la que contar que un día fue cuarta en unos Juegos Olímpicos. Y es
que el éxito no es siempre para quien lo trabaja y el fracaso no es siempre
para quien lo merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario