A Philip le llamó su jefe cuando estaba
enfrascado en el nuevo guion.
-
Olvídate de eso. Quiero que hagas un guion
para jovencitas.
-
¿Para jovencitas?
-
¿No
me digas que no eres capaz?
Pues claro que era capaz. Y si no
lo era siempre le quedaba recurrir a su mujer, ella había sido una niña
aventurera y soñadora, qué mejor ayuda que esa.
Pura llevaba unos años en
Bruguera y empezaba a aburrirse como una ostra. Dibujitos infantiles, bocetos
para niñas grandes y alguna que otra concesión a la demanda masculina. Y
siempre, siempre, el mismo comentario: “Qué bien lo haces para ser mujer”.
Pues claro que lo hacía bien. Lo
hacía incluso mejor que aquel Vázquez que nunca aparecía por la editorial o que
aquel Ibáñez que se pasaba el día dibujando sin levantar la mirada de la mesa.
Ni tanto ni tan calvo.
Así que anda enfrascada en su
boceto cuando el señor Víctor Mora le requiere en su despacho.
-
Es urgente. – Le advierte.
Así que se planta delante del
jefe, con los brazos cruzados y atiende a sus palabras.
-
Necesitan un dibujante para una editorial inglesa.
-
Pero yo no puedo irme a vivir a Inglaterra.
A Pura le encanta Inglaterra y le
encantan sus costumbres. Hace un tiempo pasó allí tres meses y fueron los más
fascinantes de su vida, pero ahora su mundo está amueblado por un matrimonio y
un hijo pequeño y no puede abandonar España así como así.
-
Tranquila, no tendrás que ir a vivir allí.
Y, tras tranquilizarla, el señor
Mora le explica el proyecto.
- Una editorial necesita unos dibujos para crear un
personaje que iría como novedad en una revista de tirada nacional.
-
¿Y querrán mis dibujos?
-
¿Por qué no?
-
¿Les ha hablado de mí?
- No, pero a mí me basta con saber que usted dibuja muy
bien, señora Campos. Además, el trabajo no es seguro, están tanteando a varias
editoriales y serán varios los dibujos que se presentarán a la prueba.
Philip no para de abrir sobres y
comprobar cada uno de los dibujos. Masculla un gruñido con fastidio. “Nada de
esto es lo que busco”.
Abre un último sobre. España. “A
ver qué me presentan estos”. Los ojos se le salen de las órbitas, la boca se
llena de saliva y le sudan las palmas de las manos. Nervioso, excitado y
eufórico, exhala un grito.
-
¡Es justo lo que buscaba!
Pura lleva ya más de tres años
dibujando para Philip y Philip lleva más de tres años encantado con Pura. Se
han visto en otras tantas ocasiones, ya que una vez a la año, Pura viaja a
Londres para departir con Philip y sugerirle ciertos cambios en la historia de
Patty, la adolescente británica que enamora a la juventud y cuyos derechos ha
adquirido Bruguera en España para comercializar en los quioscos. El nombre de Patty,
claro están, no suena nada Español, así que la primera tirada, dentro de la
revista Lily, se titulará “Esther y su mundo”. Creen que puede gustar.
Carlos lleva cuatro años
enganchado a los comics de su hermana. Los lee a escondidas, en el baño, y siente
un profundo amor por la niña Esther, a quien ha visto crecer y convertirse en
una estudiante modelo y una joven ejemplar. “Algún día yo también haré algo
parecido”, se dice. Y se duerme soñando con la vida adulta de Esther mientras
es él quien guioniza todas las andanzas de una madre soltera con ganas de
seguir conquistando el mundo.
A Pura le han dicho que pare de
dibujar. Lleva diecisiete años pintando la vida de Patty y a la editorial se le
han acabado los recursos al tiempo que a Philip se le han acabado las ideas. No
es ningún drama, está tan agotada de Esther que necesita darle un descanso.
Montará una galería, o volverá a diseñar moda, quizá monte un taller de dibujo.
Hay muchos proyectos, hay mucho futuro.
La galería de arte fue un fracaso,
la moda estuvo bien, pero daba muchos dolores de cabeza y el taller de dibujo fue
todo un triunfo. Pero los años han traído canas, arrugas y ganas de descansar.
Pura ya no es joven, se ha jubilado y visita las ferias de cómics con la
sensación de que el mundo no ha sido agradecido con ella y de que los fans
apenas saben quién es la persona que había tras el mundo de Esther. Uno de los
organizadores de la feria de La Coruña se dirige a ella en tono expectante y
con un brillo en los ojos capaz de iluminar todo el pabellón.
-
Hola, Purita Campos. Soy un admirador y tengo una
propuesta para usted.
Carlos se lo cuenta todo a Pura y
Pura vuelve a dibujar. Carlos ahora es Philip y Esther es una mujer de cuarenta
años con una hija tan pizpireta como lo era ella de joven. Desde su posición de
madre soltera lucha para que su hija se eduque en los valores que a ella la
hicieron fuerte y los fans vuelven, durante un par de años, a emocionarse con
las aventuras de Esther y su mundo de sueños y realidades.
Por eso, cuando Pura cierra los
ojos por última vez, Carlos sabe que no se ha marchado una persona normal sino
que el recuerdo vivirá para siempre para honrar a una persona extraordinaria.
Ni aquel Vázquez que tan poco acudía al estudio, ni aquel Ibáñez que no salía
de él, podrían igualar jamás la repercusión que Purita tuvo en el mundo con sus
dibujos.
Una lágrima recorre la mejilla.
Carlos cierra el libro y lo guarda en la estantería. Ahí queda Esther y su
mundo perfecto sin su madre, ninguneada durante gran parte de su vida por este
mundo imperfecto.