lunes, 8 de mayo de 2017

Ajeno a la tormenta

Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel. Sonríe ajeno a la tormenta mientras yo continúo sentado en el banco, mirándole, y dejando que el agua nos empape. Cero, uno, cero, tres, uno, dos. Él no sabe que sólo yo puedo verlos. Él no sabe que pronto aparecerá un dolor en el pecho. Como casi todos, no ha planificado el viaje. Ahoga un grito en mitad de una carcajada y sus ojos piden auxilio. Es uno de marzo de dos mil doce. Ha dejado de llover, me levanto del banco, cojo la guadaña y me acerco lentamente.