Sufriendo lo indecible por amor la vi pasar a la iglesia vestida de
ceremonia. Sabiendo que tras la pregunta, vendría una respuesta sin vuelta
atrás, preferí cerrar los ojos y guardar la imagen de sus ojos llorosos mirando
hacia el altar “¿Aceptas el sacramento del matrimonio?” Preguntó el cura. “Sí”,
contesté yo, sabiendo que mataba dos vidas por no matar una sola.
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