jueves, 21 de junio de 2018

Juego de manos

El cabo Hopkins repartía las cartas con la izquierda mientras silbaba una canción de Bob Dylan. Por las noches silbaba una canción de Led Zeppelin y movía la mano derecha por debajo de la sábana.

miércoles, 20 de junio de 2018

Te esperaré

- He cruzado el mar, como Ulises, y luché contra el canto de las sirenas. He luchado contra el lobo como un cazador furtivo. He deshecho encantamientos con besos obligados. He recuperado el zapato de cristal y he golpeado todas las puertas del reino hasta encontrarte. Pero ya no veo a Penélope, ni hay una Caperucita esperando mi abrazo, ni una Bella durmiente en pos de despertar, ni siquiera una Cenicienta esperando mi abrazo.
- Quizá no debiste haberlo hecho.
- Pero dijiste que me esperarías.
- Y lo hice.
- ¿Hasta cuando?
- Hasta que alguien me contó otro cuento y me cambió el final.

martes, 19 de junio de 2018

Ni Dios que le salve

Disfrazado de vendedora de manzanas salió por primera vez en la televisión. Después vinieron el disfraz de caperucita roja y hasta el de torero bombero. Luego llegó el disfraz de borracho, el de esquizofrénico y el de vagabundo. Pero entonces hacía mucho tiempo que no pisaba un plató. Hoy le han llamado para salir en Sálvame, aunque sabe que a él ya no a Dios que le salve.

lunes, 18 de junio de 2018

Flaca

- Hija mía, cada día estás más rara.

Y ella la miraba despectiva, con un aire de displicencia en la mirada y un conato de angustia en la cama. Otra vez la cena en el plato, otra vez los dedos en la garganta y otra vez un pantalón que le quedaba una talla grande.

"No me pasa nada, mamá". "Estoy bien, tranquila". "Son los nervios".

Pero ella se seguía mirando al espejo. Y no entendía nada. Si cada vez estaba más delgada ¿Por qué se veía cada vez más gorda?

Las niñas volvieron a mirarle de refilón. Una vez más, las vio reirse.

E inmediatamente regresó al baño para vomitar el desayuno.

jueves, 14 de junio de 2018

Los zapatos sucios


“No sé”, murmura Manuela compungida. El vecino permanece en la puerta, la lluvia salpica el sombrero gris y unas pequeñas gotas de color rojo nacen como perlas desde la punta de sus dedos. “Bien”, le contesta educado antes de regresar a su casa atravesando el jardín y manchándose los zapatos de barro. Manuela vuelve con su muñeca y mira el reloj. Ya es hora de cenar. “¿Mamá?”. Manuel escucha el silencio. El vecino ya había venido a preguntar por ella. No le había vuelto a ver desde el día en que se marchó papá. Aquella noche también tenía los zapatos sucios.