lunes, 26 de septiembre de 2016

La puerta cerrada



El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso y las uñas arañan el suelo mientras intento, en vano, alcanzar la puerta de la habitación. Intento pedir ayuda pero el único sonido que nace en mi garganta es un suspiro de dolor que, acompañado de una baba, me hace comprender que mi lengua también se ha dormido. Escucho pasos, la puerta se abre y una mano deposita una pastilla en el suelo.

-       -   Será rápido. – Dice la voz. – Aún más efectiva que el veneno que había en el vino.

La frente en el suelo y la puerta, de nuevo, cerrada.