martes, 22 de marzo de 2016

La estación


Y nada más existió hasta el próximo tren. La gente, el bullicio, el mar de bufandas no significaban nada para él. Aquí una mano enguantada, allá una cabeza cubierta, pero ni rastro del anillo de oro y la melena negra. Se levantó del banco y buscó refugio en la cafetería. Por un momento vio un resplandor en el dedo de la morena que removía un café humeante, pero no descubrió nada en sus ojos ¿Por qué le seguía mirando? Se volvió hacia la puerta y derramó una gota de leche. Fuera hacía frío y dentro sonaba una canción de Serrat.