Jamás había imaginado sentirse tan feliz como en aquel momento. El lugar era el más hermoso, el momento era el más idóneo y la compañía era inmejorable. Desde lo alto de la cubierta podían divisar los pequeños islotes que dibujaban un archipiélago de fantasía en mitad de un mar de color turquesa. Más allá de la línea del horizonte, el sol de los últimos días de verano caía a plomo sobre las aguas tranquilas. Permanecía apoyado en la barandilla, junto a él, la esposa de su compañero de viaje intentaba darle conversación mientras esperaban saborear el penúltimo cocktail del día.martes, 21 de diciembre de 2010
Luna de miel
Jamás había imaginado sentirse tan feliz como en aquel momento. El lugar era el más hermoso, el momento era el más idóneo y la compañía era inmejorable. Desde lo alto de la cubierta podían divisar los pequeños islotes que dibujaban un archipiélago de fantasía en mitad de un mar de color turquesa. Más allá de la línea del horizonte, el sol de los últimos días de verano caía a plomo sobre las aguas tranquilas. Permanecía apoyado en la barandilla, junto a él, la esposa de su compañero de viaje intentaba darle conversación mientras esperaban saborear el penúltimo cocktail del día.jueves, 16 de diciembre de 2010
Abogado defensor
A aquellas alturas de la vida era demasiado tarde para sopesar que era lo que estaba bien y que era lo que estaba mal. Realmente, mientras duraron sus mejores días de fiscal, todo había sido vanidad, acusaciones en firme y casos ganados con firmeza. Ahora estaba en el bando contrario, en el de los abogados defensores de causas perdidas, en el de los tipos sin escrúpulos que eran capaces de vender a su madre con tal de refutar una pista falsa.martes, 14 de diciembre de 2010
Pecados capitales
A estas alturas de la vida debería empezar a temer al infierno. Si es cierto todo aquello que me contaron de pequeño, he pecado más de lo común y he infringido, la mayoría de las veces a propósito, los códigos deontológicos que trataron de imponerme como caminos inexcrutables hacia la eternidad.jueves, 2 de diciembre de 2010
Un ramo de rosas
Acabo de cruzarme con mi amiga Irene. Con su humilde simpatía y su buen humor de cada año me estado contando su vida y como hace un par de horas se ha cruzado con mi marido en la Calle Mayor. Me dijo haberle visto muy guapo, elegántemente vestido y con un ramo de rosas rojas en la mano. Me ha preguntado si me gustaron las rosas. Evidentemente he contestado que sí, una no es nadie sin un marido detalloso, he dicho. No he querido decirle que aún no he regresado a casa para verlas, tampoco le he dicho que mi marido está de viaje de negocios y, mucho menos aún, he querido hacerle saber que soy alérgica a las flores.jueves, 25 de noviembre de 2010
Regreso a casa
Todas las tardes regreso a casa después de mis partidas de mus junto a mis antiguos compañeros de oficina. Desde que no tengo nada que hacer me resulta más fácil pensar y más difícil regresar para volver a verte.martes, 23 de noviembre de 2010
Rueda de reconocimiento
La llevaron a una pequeña sala de paredes desnudas y frío estremecedor. Hacía cinco días que había puesto la denuncia por violación y la policía ya había cazado a unos cuantos sospechosos para ponérselos en bandeja de plata. El inspector Moreno le habló con cariño y cuidado.
- Puede usted estar tranquila. No podrán verla.
Cuando descorrieron la cortina pudo vislumbrar, cegada por el fulgor de los focos que alumbraban la sala tras la cristalera, a cinco hombres con el rostro tapado y el cuerpo totalmente desnudo.
Era, sin duda, la situación más rocambolesca en la que se había metido en toda su vida. Después de aquella salvaje intercepción en pleno portal, no le quedaba más recuerdo de aquel hombre que no fuese el de un lunar en la parte superior de su pene. No pudo ver más, ni ojos, ni boca, ni nariz, solamente un pene enorme coronado con un lunar que la condujo a lugar que nunca pudo haber imaginado.
- Tómese su tiempo. - le dijo el inspector.
Los sospechosos bajaron sus calzoncillos al escuchar la orden y pudo divisar cinco lunares perfectamente colocados en la parte superior de cada uno de los penes. Pero ella recordaba exactamente como era aquel lunar. Era exactamente igual al que tenía el sospechoso que estaba situado más a la izquierda.
- Ese es. - Dijo con la voz firme, mientras señalaba a un sospechoso equivocado.
- ¿Está usted segura?
- Sí.- Contestó esta vez mirando al suelo para que el inspector no descubriese en su mirada aquel hilo de mentira.
Observó como un agente vestido de uniforme se llevaba del brazo al sospechoso señalado mientras, por el otro lado, el auténtico violador se marchaba con paso firme por la otra esquina del escenario. Si le dejaban libre y ella volvía a frecuentar la calle en la que todo había ocurrido, quizá, con un poco de suerte, volvería a ver aquel lunar mucho más cerca esta vez.
martes, 16 de noviembre de 2010
Ojos de miedo
Lo primero que divisó fueron ojos de miedo. Miedo a la muerte, a la indecisión, a lo esperado y, aún más, a lo inesperado. Apuntó con la mirada firme, mientras intentaba divisar a la gente por encima de la tela del pasamontañas. Al menos, la lana que le cubría la cara podía darle un aspecto más temible y disimularía su gesto de incertidumbre. En el fondo, él también tenía miedo. Miedo a la cruda realidad, miedo a ser encerrado, miedo a ser descubierto y pasar toda la vida saboreando el amargor de la vergüenza. No podía esconder la mirada y es por eso que quiso divisar un gesto de confianza por parte del tipo que se mostraba sin temor detrás del cristal acorazado. Intentó poner voz de tipo duro y le ordenó salir mientras tomaba por la fuerza a una joven que andaba agachada por allí.
No pensaba hacerle nada, pero tampoco quería que la situación se pusiera mucho más complicada. Cuando al fin vio salir al cajero y asió con fuerza la bolsa del dinero, disparó al aire para descargar toda la tensión y se marchó por la puerta intentando disimular una discrección imposible.
Salió a la calle y se arrancó la máscara al tiempo que corría en direción a su coche. Mientras huía, y escuchaba la sirenas de la policía sonar a lo lejos, pensaba en lo dulce que resultaba el sabor de la venganza. Tal y como le habían dicho.
Hacía unos meses era un empleado ejemplar, un director de sucursal sin sobresaltos, un padre de familia íntegro y un ciudadano a imitar. Ahora era un tipo en paro, despedido por un trepa sin escrúpulos y buscando en la misera un lugar para sus hijos.
No había hecho si no llevarse lo que era suyo y, de paso, dejar constancia de que aquel lugar era menos seguro ahora que no estaba él.
jueves, 11 de noviembre de 2010
El viejo escritorio del abuelo
El anticuario me observó con esa cara de pocos amigos que únicamente gastan aquellos que tienen una esquirla en el recuerdo mientras observaba la fotografía que le había sacado al viejo escritorio del abuelo.Hacía dos meses que papá había dejado en él su particular nota de suicidio. Fue cuando supo que yo no era hijo suyo. Mi madre, avergonzada por los pecados de su juventud me había confesado quien era mi verdadero padre.
El escritorio ya no estaba en casa y yo quería creer en maleficios. Me acerqué a la tienda del anticuario y, además de un camión de mudanzas, encontré una nota escrita a bolígrafo pegada en la puerta: “Cerrado por defunción”.
Los operarios traían los muebles de la casa del anticuario para ampliar la exposición. Una mujer de luto les indicaba y los chicos dejaron sobre la acera el viejo escritorio del abuelo. Entonces sonó el teléfono móvil. Era mi madre.
- Tu padre ha muerto. Dicen que se ha suicidado.
- Lo sé. – Contesté mientras observaba el escritorio con satisfacción y me preguntaba cuándo tendría yo aquella cara de pocos amigos que únicamente gastan aquellos que tienen una esquirla en el recuerdo.
Entonces regresaría allí para recuperar lo que era mío.
miércoles, 27 de octubre de 2010
El sabor de la victoria
Desconocía cual era el sabor de la derrota. Durante meses, incluso años, llevaba devorando labios, saboreando lenguas ajenas al ritmo que le imponía su animada testosterona. Era un tipo moderno con aires de toda la vida. Pelo engominado, camisa impecable y labios carnosos con los que conquistar mil ciento un corazones. Llevaba escrupulosamente la cuenta anotada en una vieja libreta de andar por casa.domingo, 24 de octubre de 2010
Confusión
Aquel era el cuarto día consecutivo en el que se había levantado con ganas de morirse. No sabía bien por qué pero de un tiempo a aquella parte había perdido todas las ilusiones. Un trabajo mal remunerado, una soledad demasiado sencilla, una vida monótona, un cúmulo de circunstancias. Desde que había sentido en su corazón la desazón del desencanto, se había habituado a bajar al parque con menos esperanza que entusiasmo. Le gustaba ver los patos beber en el estanque y comprobar como las palomas se disputaban un mendrugo de pan. Ellos tenían un motivo, una gota de agua, una miga perdida, por la que disputarse un pedazo de orgullo. Él no tenía nada. Quizá necesitase tratamiento, quizá estuviese mucho mejor internado en el lugar donde los sueños son simplemente poesía maldita.
Tardó un tiempo en percibir la avalancha de excursionistas que, en fila india y con los ojos perdidos en algún punto de su horizonte mental, se acompañaban unos a otros cogidos de la mano. No eran demasiado jóvenes ni demasiado viejos, ni demasiado tristes ni demasiado alegres, ni demasiado emprededores ni demasiado conformistas. Eran personas sencillas, con la mirada melancólica y la razón de existir guardada en algún cajón. Más o menos como él.
Fue por ello que decidió unirse al grupo y subir a aquel autobús mientras seguía las indicaciones de un tipo vestido con una bata blanca y un rictus de condenada paciencia bajo las arrugas de los ojos. Encontró un asiento libre en la parte trasera y susurró, por lo bajini, las incomprensibles canciones que algunos de sus compañeros de excursión tarareaban en voz baja. Cuando llegaron a su destino observó como algunos de ellos cambiaron el gesto hacia un rictus de dolor inconcebible. Leyó el rótulo de "Hospital mental" y quiso salir corriendo. Pero solo encontró la mano firme del tipo de la bata blanca.
- A la fila.
- Pero si yo no estoy loco. - Suplicó.
Sintió aquella mirada aterradora y aquella voz grave que sabía dejar a los pacientes como un témpano de hielo.
- Claro, ni tú, ni ninguno de tus compañeros.
Escuchó risas. Escuchó llantos. Escuchó burlas. Escuchó lamentos. Se escuchó a sí mismo durante muchos años. Tantos, que incluso llegó el día en el que se cansó de escucharse. Encontró el vacío y vivió inmerso en él hasta que la cordura dijo basta. Fue un proceso largo, le dio tiempo a pensar, a olvidar, a llorar, a arrepentirse y, sobre todo, a valorar lo que nunca más volvería a tener.
lunes, 18 de octubre de 2010
De refilón
Arreciaba la noche cuando escuchó, en la lejanía, las primeras sirenas de la policía. No creía estar muy segura pero si había algo que había agudizado tras tres meses de soledad y silencio, era el oído. Tras la baja rendija de la puerta de chapa por la que le tiraban la comida una vez al día, podía escuchar, cada vez con más nitidez, las palabras huecas de sus secuestradores. Sabía lo que planeaban y sabía que aquella iba a ser su última noche con vida si su abuelo seguía resistiéndose a la petición de rescate.miércoles, 13 de octubre de 2010
Cinco sentidos
No podía ver nada. Durante un minuto su visión se transformó en niebla espesa, el claro fue dando lugar a lo oscuro y las luces se convirtieron en sombra. Pestañeó un segundo y quiso creer que allí estaba el milagro, a punto de producirse, más no vio nada que no fuese un pensamiento, un deseo, un sueño a punto de cumplirse.No podía escuchar nada. Durante un minuto su oído se convirtió en un silencio inquietante, quizá un zumbido transparente, quizá una sordera provocada por la intensidad. Quiso prestar atención más solamente un tic tac apareció bajo su pecho, apenas perceptible, apenas esclarecedor.
No podía oler nada. Durante un minuto su olfato se convirtió en acero pulido, frío, inapetente, estremecedor. Había aire, más no había sentimiento. Había vaho, más no había nada que empañar. Quiso alcanzar el olor de la vida y solamente apareció el aroma de un esfuerzo que parecía no tener fin.
No podía saborear nada. Durante un minuto su lengua se secó hasta el extremo de no volverse ni siquiera de paja. Echó de menos aquel sabor amargo del esfuerzo, de la hiel acumulada sobre la garganta, de la saliva resecada bajo el paladar. Masticó algo invisible y no sintió nada, más quiso apretar los dientes y lo hizo sin cuidado, chascando el marfil, desgastando el esmalte.
No podía sentir nada. Durante un minuto su cuerpo se paralizó pese al esfuerzo. Quiso y pudo aprentar pero ni quiso ni pudo sentir el dolor que la conectaba al momento que estaba viviendo. Era pura vida y al mismo tiempo era pura muerte porque no podía sentir nada. Ni siquiera las lágrimas, ni siquiera el aire que salía desde su boca en busca de un lugar donde la comprensión fuese pan nuestro de cada día.
Y entonces ocurrió. Pudo ver unos ojos llenos de vida que la miraban sin cesar, pudo escuchar un llanto celestial que le rogaba un abrazo, pudo oler el aroma de una vida recién llegada que nacía desde la nariz y llegaba hasta el alma, pudo paladear el sabor de los sueños cumplidos, pudo sentir el tacto de su hijo recién nacio y supo que los milagros y los sueños son parte inescrutable de la vida.
miércoles, 6 de octubre de 2010
Un número de cuatro cifras
Aparcó su desconchado coche de segunda mano encima de la primera acera que encontró libre y de dirigió hacia su casa no sin antes maldecir al sargento Martínez por la venta que le había realizado. Martínez era un caradura de poca monta y muchas ínfulas que, en sus ratos libres, se dedicaba a vender coches usados con la premisa de una ocasión que en realidad no era tal. Grabó el número de la matrícula en la mente para llamar al seguro y se perdió en la síntasis del último caso que le estaba comiendo la vida.miércoles, 22 de septiembre de 2010
Juguete roto
La vieja cinta de vídeo volvía una y otra vez al mismo lugar de origen. En la pantalla, los defectos del uso hacían crepitar la imagen y un ruido blanco parecido al de los discos de vinilo se interponía entre los diálogos y la falta de atención. Hacía meses que miraba sin ver, que oía sin escuchar y que temblaba sin sentir. Junto a su brazo, una oxidada aguja se enganchaba a una jeringuilla manchada de sangre y pus. Permaneció tumbado con los ojos en blanco, la mente perdida y el recuerdo en un punto muerto. Demasiado tiempo atrás había sido alguien; una joven promesa a punto de explotar, un iniciado en las artes del drama, un actor de películas infantiles que una vez hizo reir y al día siguiente hizo llorar. Un don nadie en busca de su último papel antes de marcharse tan solo como había llegado. Clavó la aguja una vez más y se divisó en la pantalla del viejo televisor que había robado de la casa de su abuela. Allí estaba él, las manos en la cabeza, los ojos vivos y la garganta presa a soltar una frase para la inmortalidad. La inmortalidad ya no existía y el éxito tampoco. Todo era tan efímero que intentó volver a rebobinar la cinta y jugar consigo mismo a volver a ser alguien. No pudo ser, la heroína invadió sus venas y sus ojos volvieron a quedar en blanco. Esta vez para siempre. Al menos volvería a ser noticia una vez más.
jueves, 16 de septiembre de 2010
Páginas de muerte
Llevaba tanto tiempo escuchando mentiras que le resultaba difícil dar credibilidad a las leyendas urbanas. Durante los últimos meses habían muerto más de quince personas en circunstancias extrañas y durante las últimas semanas se había disparado el rumor de un libro cuya última página provocaba un paro cardiaco. Así de tormentoso. Solamente había que terminar de leer la historia para pedir pasaporte camino del otro barrio.miércoles, 11 de agosto de 2010
Maldita inspiración
Pulsó el icono que accionaba la impresora sin demasiado entusiasmo. Durante meses estuvo convencido de que había estado escribiendo un bodrio. Atrás quedaron aquellos años de lucidez en los que creó sus dos obras maestras. Sus únicos best sellers en el mercado. Desde entonces había estado dando tumbos entre editoriales y barriendo las lágrimas de sus propios fracasos. Ya no era capaz de inventar historias, tan solo ideaba situaciones sin compromiso.martes, 3 de agosto de 2010
La partida
La penúltima bala de su único enemigo vivo pasó tan cerca de su sien que pudo escuchar con claridad el ensordecedor zumbido de su estela fulgurante. Se agachó para alcanzar un parapeto y miró hacia arriba descubriendo la cara de satisfacción de una veintena de tipos trajeados que, tras un grueso cristal, asistían con regocijo a aquella partida contra la muerte.martes, 27 de julio de 2010
Chivatazo
Ramírez era un auténtico cabrón con pintas. Una pieza de museo que bien valía un par de delitos semanales como precio por su libertad. Solía recorrer las calles de punta a punta, peinar la ciudad, atracar a un par de ancianas para no perder un ápice de su reputación y, muy de vez en cuando, acudir a la comisaría de policía para darle algún chivatazo de interés al agente Perales.Habían pasado más de veinte años desde que había llegado a la comisaría con el pelo fijado con gomina y el chicle visible entre los dientes y Perales seguía siendo el mismo prepotente de siempre. Había cambiado el fijador por el crecepelo y el chicle por caramelos de café, pero la pistola, la porra y el insulto seguían patentes en su denominación de origen como si su propia placa llevase implícito un particular código de barras.
- Calle de los Desparecidos. Local destinado a la venta de productos de droguería. Parece legal, pero es un almacén de droga.
Y allá que fueron.
Llevaban muchos meses, quizá demasiados, detrás de un maldito camello al que llamaban "El Cabra". Decían que era un tipo demasiado chiflado para dedicarse a un negocio que, en el fondo, necesita mucha cabeza. Perales nunca lo creyó así y se sintió afortunado por haber criado a dos hijos lejos de aquel mundo de perdición. Eso sí que significaba tener cabeza.
Aparcaron a un par de manzanas para no despertar sospechas y se acercaron con sigilo llevando la pistola y la placa a buen recaudo, para no llamar la atención. Se fijó en el joven compañero que le habían asignado y no tardó mucho en verse reflejado en su mirada ambiciosa. Un joven de andares chulescos, palabra fácil y violencia a flor de piel. Le había adoptado como a su propio hijo después de haberse terminado de convencer de que su verdadero hijo, tranquilo, apocado, empollón y un poco pardillo, jamás se parecería a él.
Abrieron la puerta de la droguería y no tardaron en esposar al hombre que atendía tras el mostrador. Abordaron la puerta de atrás y se encontraron con dos disparos a bocajarro. Su compañero cayó fulminado al suelo y él quedó petrificado ante la sorpresa.
- Hola, Cabra. - Saludó casi en silencio al joven que empuñaba una pistola apuntando a su frente justo a dos metros de él. No le pareció un chico tranquilo, apocado, empollón y, mucho menos, pardillo. Pero era obvio que le conocía.
- Hola, papá.
jueves, 15 de julio de 2010
El francotirador
Desde pequeñito siempre había soñado con viajar por el mundo. Desayunar un día en Hong Kong y volver a desayunar en Berlín en el mismo día. Cenar en Río y bailar bachata en Puerto Rico, dormir en Buenos Aires y despertar en Honolulú rodeado de bellas nativas vestidas con una faldita.lunes, 24 de mayo de 2010
Ni olvido ni perdón
miércoles, 5 de mayo de 2010
Los siete
Eran siete aguerridos compañeros, siete inseparables socios de juergas y aventuras nocturnas, siete como los magníficos de Sturges, siete como los samuráis de Kurosawa. A veces buscaban siete novias como si fuesen siete hermanos y otras se reunían en torno a siete mesas de billar francés para tomar su copa de ron con cocacola.viernes, 23 de abril de 2010
Al oeste del Edén
No es fácil jugarse la vida en un segundo. No es fácil mirar a los ojos y saber que o matas o te matan. No es fácil vivir así, pero más difícil es dejarse ir sin haber luchado tu pedazo de orgullo. No es justo dilucidar así las cosas y eso lo sabemos tanto yo, como él, como toda la gente que respira el polvo del camino. No es cómodo pensar bajo este sol de justicia, no es el mejor tiempo para vivir al oeste del Edén, no son las prisas si no las demoras lo que me han traído hasta aquí. No es fácil impartir justicia de una manera tan drástica, no es fácil cargar con la esquela de miles de inocentes, no es justo creerse Dios siendo un auténtico demonio. No es de recibo tener que acabar así con la juventud, no es cómodo creer que la muerte te espera en cualquier esquina. No es sencillo desenfundar tan rápido, no es fácil disparar sin mantener la cabeza caliente, no es cómodo cargar para siempre con una conciencia asesina, no es fácil matar, no es fácil ser pistolero. No es fácil reconocerse uno así mismo como un canalla. No es lícito vivir así. No es lícito morir así. Lo único agradable es marcharse de un lugar con el bolsillo repleto y dejar que la brisa acaricie tu nuca mientras cabalgas buscando el ocaso sobre el horizonte.viernes, 16 de abril de 2010
Tiempos de conquista
Le llamaban "caballo bajo la tormenta" porque salió a defender a su pueblo una noche en la que los cielos se habían juntado para explotar. Dentro de la tribu era un indio respetado, futuro candidato a jefe y muy aferrado a las palabras del chamán. Para él, las predicciones eran más que un par de frases, eran un motivo lo suficientemente creíble como para estar alerta y permanecer con el hacha escondida bajo las pieles de búfalo.lunes, 12 de abril de 2010
Caravana de mujeres
Llevaba demasiado tiempo soltero como para plantearse un cambio de vida, pero, sin embargo, seguía manteniendo intacto el mismo gusanillo que descubrió en su juventud cuando empezó a imaginarse retozando en el pajar con una bella moza del pueblo.martes, 6 de abril de 2010
Asalto a farmacia
"Tú que sembraste en todas las islas de la moda las flores de tu gracia, cómo no ibas a verte envuelta en una muerte con asalto a farmacia".lunes, 29 de marzo de 2010
El soplo
- Tengo fotos. - Susurró en tono amenazante a la voz que replicaba al otro lado del teléfono.
- Lo sabemos.
Tenían a su chica y no sabía como salir de aquel entuerto. Todo había comenzado el día en el que había recibido
un soplo de dudosa fiabilidad. Un importante empresario, un traficante de droga y una reunión en una cafetería de las afueras. Aparcó su coche en un lugar discreto y apuró la tarjeta de memoria de su cámara réflex hasta el final. Eran unas fotos buenísimas que podían terminar con la reputación de un tipo impecable.
Las enseñó en la redacción y le pidieron calma. Horas después recibió una llamada de teléfono que le pedía aquella tarjeta de memoria a cambio de su chica. No le costó deducir que su propio jefe era un maldito vendido. Sopesó la situación y publicó las fotos por cuenta propia.
Se inició una investigación, el empresario fue detenido, su jefe fue despedido y su novia fue liberada de un sótano en una nave industrial. Se hizo famoso, vendió su vida, vendió mil fotos y alcanzó el puesto de redactor jefe. Le había dejado disfrutar dos años de confianza, justo el tiempo que tardaron en regresar, volarle los sesos de un disparo y violar y estrangular a su novia.
Una vez más, volvió a ser portada. Fue la última vez que se supo de él, podrían haber sido más si hubiese obedecido pero llegó a pensar que burlarse del malo también funcionaba en la vida real, olvidando que los buenos solamente ganan en las películas. Y no siempre.
martes, 9 de marzo de 2010
La sombra del árbol
Recibió el penúltimo puñetazo en el labio inferior y saboreó el ácido hilo de sangre que se perdía bajo su lengua. Mientras intentaba desmarañar aquellas manos ajenas que sujetaban su pelo, no tuvo más remedio que observar el árbol grande del jardín cuya sombra era augurio de malas leyendas. Contaban que allí se habían suicidado cinco chicos en los últimos años, incapaces de soportar el don de la disciplina y de saber que un hombre se hace a base de sufrimiento.miércoles, 3 de marzo de 2010
Cómo Pulgarcito
Cada noche, su padre le contaba el cuento de Pulgarcito justo antes de dormirse. El viaje de ida sin vuelta, las miguitas de pan y las botas de siete leguas. Por ello, la noche que su padre no apareció con el libro en la mano y la sonrisa en el rostro, se preocupó mucho más de lo que hubiese debido. Su madre le dijo que se había marchado a por tabaco y aún no había vuelto. Así pues, se interesó por el lugar donde su padre compraba el tabaco de cada semana y salió a la calle con una barra de pan y las viejas botas del abuelo. A cada paso que daba, un sinfín de miradas se clavaban sobre su sombra, a cada miga que arrojaba, un manojo de incomprensiones vestían los gestos de la gente con la que se cruzaba. Al final encontró el estanco y se topó con la reja que le impedía el paso. Era demasiado tarde para llamar a la puerta y enfrentarse al ogro.jueves, 25 de febrero de 2010
Gloria y desgracia
La sangre tenía el sabor de una pelea callejera. El crochet de derecha se incrustó en su barbilla como una aguja busca el conducto arterial, retrocedió dos pasos y se cubrió con ambos brazos. Había pasado de ser favorito a ser destrozado. Se preguntó si le quedaba una última carta que jugar y supuso que, quizá, su única vía de escapa pasaba por una toalla en el suelo y una humillación en la memoria.
Alcanzó el rincón de las palabras perdidas y volvió a escuchar los consejos de quien un día se presentó como su nuevo entrenador. No le había enseñado demasiado de boxeo pero le había enseñado demasiadas cosas de la vida. Gracias a él, lo que antes eran golpes y victorias ahora eran sentimientos y aplausos. Gloria. O desgracia.
Se sentía desgraciado como antes se había sentido glorioso. Regresó al cuadrilátero y planteó una estrategia, buscó un resquicio, rezó una oración. No había manera de ganar aunque él sabía que seguía siendo el más fuerte. Esquivó como cuando era un juvenil y le obligaron a atrapar moscas con las manos y golpeó como cuando era un adulto y le dieron un cinturón de campeón del mundo.
Contempló a su rival en el suelo y respiró aliviado. Se había salvado por los pelos. Había ganado por los puños. Se abrazó a su entrenador sin demasiado entusiasmo y comprendió aquello de los sentimientos y los aplausos. Tiraría el cinturón al suelo y no volvería a subir jamás a un ring. Ya había sufrido demasiados sentimientos como para seguir llorando y ya había recibido los suficientes aplausos como para seguir peleando. Ya no le cabía más gloria, y tampoco más desgracia.
miércoles, 10 de febrero de 2010
Mensajero
Hacía semanas que había marcado aquel día en el calendario como el último que trabajaría en la empresa de mensajería. Aún no había contado nada a nadie, ni a su pareja, ni a sus amigos y mucho menos a su jefe; ese maldito déspota que le cobraba hasta los kilómetros de más al precio vigente del combustible. Tenía pensado hacer sus recados diarios, dejar la moto en su sitio y pedir el finiquito. No tenía pensado regresar.jueves, 4 de febrero de 2010
La luz
Nadie le había dicho que los sueños cumplidos son siempre placenteros. A menudo deseaba dejar su mundo e inmiscuírse por completo entre nuevos horizontes. Era un estudioso de lo complejo y un enfermo de lo sobrenatural. Llevaba varias noches viendo la luz y varias tardes planeando un plan de encantamiento.viernes, 29 de enero de 2010
El San Martín del cerdo
Era un hijo de puta con todas las de la ley. Gustaba de despreciar a su mujer, de acomplejar a sus empleados y de idolatrar a sus hijos por encima de sus hijas. Se gastaba la mitad del sueldo en bares y la otra mitad en putas. Hacía tiempo que le picaba la ingle y temía haber cogido ladillas en alguno de aquellos garitos de mala muerte que frecuentaba en sus días de guardar.lunes, 25 de enero de 2010
008
Era el mejor agente secreto del MI-6. Desde que James Bond había desaparecido de la nómina del servicio, él había sido nombrado con el número clave de 008 y no había plan enemigo que pasase su filtro de acción y suspicacia.
Avanzó en silencio por detrás del sillón de la habitación de su enemigo, se preparó para disparar sin hacer ruido y tuvo que dar una voltereta silenciosa ante la presencia de la pérfida amante de su malvado objetivo. Les escuchó susurrar unas palabras y temió imaginarles planeando su plan de ejecución. Debía impedirlo.
- ¿Dónde está el chico? - Preguntó él.
- Detrás del sillón - Respondió ella.
"¡Oh, no! Me han descubierto". Sintió unos pasos que se acercaban hacia su escondite y no tuvo más remedio que dar la cara para disparar a quemarropa. Soltó dos fríos chorros con su pistola de agua y vio a su padre con el gesto demasiado fruncido como para no considerar aquello una misión suicida.
Al final perdió la batalla y se vio encerrado en el calabozo de su cuarto con dos azotes en el trasero y una condena de dos semanas y un día sin leer una sola novela de Ian Fleming.
