martes, 9 de marzo de 2010

La sombra del árbol

Recibió el penúltimo puñetazo en el labio inferior y saboreó el ácido hilo de sangre que se perdía bajo su lengua. Mientras intentaba desmarañar aquellas manos ajenas que sujetaban su pelo, no tuvo más remedio que observar el árbol grande del jardín cuya sombra era augurio de malas leyendas. Contaban que allí se habían suicidado cinco chicos en los últimos años, incapaces de soportar el don de la disciplina y de saber que un hombre se hace a base de sufrimiento.

Sus compañeros de habitación eran unos cretinos que llevaban más tiempo del debido en aquel maldito internado. Él que solamente había pecado de perezoso en el último trimestre que había estudiado en su antiguo colegio, fue enviado por sus padres allí donde decían que la hombría se ganaba con la gallardía de sentirse un hombre.

Él aún no lo era y sus compañeros y profesores no lo entendían. Sucedió que intentó ser más listo que ellos y terminó sus mejores días con dos dientes menos y una importante brecha sobre la ceja. Desde entonces aquello se convirtió en un infierno.

Sonó la puerta y el mayor de todos se asomó para recoger una bolsa de manos del director. Se hizo el silencio. Quiso protestar y pedir auxilio pero sabía que aquello solamente le llevaría a una nueva sesión de golpes.
- Qué sabes del árbol. - Le preguntaron.
- Sé que bajo su sombra murieron cinco alumnos.

Les vio reir en voz baja y le contaron, sin demasiado entusiasmo, la historia del último chico que ocupó la que ahora era su cama.
- Él tampoco aguantó los métodos del colegio. - Le contaron mientras sacaban de la bolsa que habían recibido de manos del director una larga soga rematada en un ovalado nudo corredizo. - Y no tuvo más remedio que colgarse de la rama de un árbol.

Sintió una mano sujetando su brazo y, por mucho que intentó llorar en voz alta, supo no sería si no un silencio justificado en su camino a convertirse en la sexta víctima de aquella pandilla de asesinos.

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