lunes, 12 de abril de 2010

Caravana de mujeres

Llevaba demasiado tiempo soltero como para plantearse un cambio de vida, pero, sin embargo, seguía manteniendo intacto el mismo gusanillo que descubrió en su juventud cuando empezó a imaginarse retozando en el pajar con una bella moza del pueblo.

Todas las mozas del pueblo terminaron casándose y las que vinieron después no pararon en fijarse en un tipo demasiado hosco como para provocar un poco de compasión. Entre su aspecto desaliñado y su fuerte olor a ganado fue agriandose poco a poco hasta convertirse en el típico solterón de la España rural más pendiente de sus vacas que de las mujeres. De ahí que corriesen malvados rumores, de ahí que dijesen aquello de las reses engalandas.

Le dijeron como era aquello de la caravana de mujeres y él se imaginó cual Robert Taylor esperando a su futura esposa sentado en el banco principal de la plaza del pueblo. No fue tal y como esperaba y mientras fue repasando mujeres con la mirada fue comprobando que cada una de ellas hacía la vista gorda cuando pasaba a su lado. Se le cayó la flor y la ilusión. Regresó al establo y acarició a su vaca más querida. Para qué ponerse a desmentir rumores ahora que todo el mundo sabía que aquel animal le entendía mucho mejor que cualquier mujer.

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