miércoles, 13 de octubre de 2010

Cinco sentidos

No podía ver nada. Durante un minuto su visión se transformó en niebla espesa, el claro fue dando lugar a lo oscuro y las luces se convirtieron en sombra. Pestañeó un segundo y quiso creer que allí estaba el milagro, a punto de producirse, más no vio nada que no fuese un pensamiento, un deseo, un sueño a punto de cumplirse.

No podía escuchar nada. Durante un minuto su oído se convirtió en un silencio inquietante, quizá un zumbido transparente, quizá una sordera provocada por la intensidad. Quiso prestar atención más solamente un tic tac apareció bajo su pecho, apenas perceptible, apenas esclarecedor.

No podía oler nada. Durante un minuto su olfato se convirtió en acero pulido, frío, inapetente, estremecedor. Había aire, más no había sentimiento. Había vaho, más no había nada que empañar. Quiso alcanzar el olor de la vida y solamente apareció el aroma de un esfuerzo que parecía no tener fin.

No podía saborear nada. Durante un minuto su lengua se secó hasta el extremo de no volverse ni siquiera de paja. Echó de menos aquel sabor amargo del esfuerzo, de la hiel acumulada sobre la garganta, de la saliva resecada bajo el paladar. Masticó algo invisible y no sintió nada, más quiso apretar los dientes y lo hizo sin cuidado, chascando el marfil, desgastando el esmalte.

No podía sentir nada. Durante un minuto su cuerpo se paralizó pese al esfuerzo. Quiso y pudo aprentar pero ni quiso ni pudo sentir el dolor que la conectaba al momento que estaba viviendo. Era pura vida y al mismo tiempo era pura muerte porque no podía sentir nada. Ni siquiera las lágrimas, ni siquiera el aire que salía desde su boca en busca de un lugar donde la comprensión fuese pan nuestro de cada día.

Y entonces ocurrió. Pudo ver unos ojos llenos de vida que la miraban sin cesar, pudo escuchar un llanto celestial que le rogaba un abrazo, pudo oler el aroma de una vida recién llegada que nacía desde la nariz y llegaba hasta el alma, pudo paladear el sabor de los sueños cumplidos, pudo sentir el tacto de su hijo recién nacio y supo que los milagros y los sueños son parte inescrutable de la vida.

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