lunes, 24 de mayo de 2010

Ni olvido ni perdón

"Ni olvido ni perdón".

Un día más, aquel desgastado graffiti acudió a su mirada en su matutino paseo camino del trabajo. Pensó en todo lo que debía haber hecho hacía tiempo y había pospuesto hasta estar realmente seguro de tener una huída fácil. Ya tenía el billete rumbo a Río, la cita con el cirujano plástico y una cuenta corriente en un paraíso fiscal.

Su mujer llevaba años engañándole, su mejor amigo se había forrado a su costa gracias a aquella idea suya que patentó sin permiso y su jefe no se cansaba de putearle a pesar de que cada vierne de mes hacía méritos más que suficientes para ser considerado como empleado de la semana.

Lo que más fácil le había resultado era robarle todo el dinero a su amigo. Años de aprendizaje en una mesa de despacho le habían enseñado los trucos suficientes para piratear una cuenta bancaria. Sus amigos los hackers se iban a sentir sumamente orgullosos de él.

Esperó pacientemente en el coche alquilado con un nombre falso a que su jefe accediese a la planta del garaje y sacó el cuchillo aún impregnado de la sangre de su mujer. Lo clavó en lo más hondo del corazón y se limpió los guantes en el abrigo.

Se dirigió al aeropuerto, y antes de girar rumbo a su paraíso personal, hizo un giro para buscar el muro de sus lamentaciones matutinas. Sacó el spray color negro y repasó el graffiti con una importante sonrisa dibujada en los labios.

"Ni olvido ni perdón".

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