martes, 17 de abril de 2018

La última confesión

Con nuestro mecánico de confianza acudimos a ver a mamá al hospital. Allí esperaban el panadero, el
cartero y un señor vestido de sacerdote. Desde que sabía que mi padre era un soltero del pueblo no cesé en mi empeño hasta reunirlos a todos. Mamá entreabrió los ojos con el sonido de la persiana, yo supliqué con la mirada y el cura sacó una biblia del bolsillo. “Adelante, padre”, insté al cura al comprobar que no obtendría respuesta. “Gracias, hijo”, respondió amablemente. Mamá lloró una vez más y sobre aquel alzacuello se dibujó una sonrisa nostálgica que parecía pedir perdón.

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