martes, 24 de abril de 2018

Circunspecta

Circunspecta, mirabas a la nada mientras te mordías el labio. En ese gesto tan tuyo de indecisión, respirabas el frío y hacías oídos sordos al fracaso. Era verano y llovía. Aquí dentro, en el lugar donde guardo la caja de las aprensiones, hacía un frío terrible. Por algún motivo supe que aquel final iba a vestirse de inmediatez y que el principo era sólo una alcayata sobre la que sujetar la memoria. Una lágrima se perdió entre la lluvia. Pude distinguirla porque allí había un conato de desilusión. Quizá, mientras imaginaba amapolas y dejaba que crecieran zarzas en mi pecho, hubiese querido imaginar por un momento que aquello no era más que mentira. Pero los ojos no mienten, igual que no lo hace el alma. Creía que llorabas mi ausencia y realmente lo hacías por mi presencia.

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