jueves, 27 de septiembre de 2018

Santa Rita, Rita

Una vez más, le despidió con su sarcasmo particular:

- Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.

Y allí se quedó, plantado, humillado, sin su novela de Asimov y su reloj digital. Otro día fueron el bocadillo y la pulsera de plata, otro fueron las zapatillas. El bollo de chocolate, el estuche de dos pisos, el bolígrafo de diez colores, el álbum de cromos, los apuntes de lengua, las gafas de sol, la sudadera de marca.

Así, hasta que la chica más guapa del instituto cambió de gusto. Dejó al humillador y se acurrucó con el humillado. Detrás de las gafas de pasta había unos ojos azules que embrujaban y detrás del pantalón había una entrepierna que fascinaba.

El bruto se acercó a ellos y le partió la cara. Pero la chica siguió abrazándole.

Entonces él sonrió, pese a escupir sangre, y le despidió con su sarcasmo particular:

- Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.

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