miércoles, 5 de septiembre de 2018

María

María salió el primer sábado con sus primas. Llevaba falda larga y blusa abrochada hasta el cuello. Pensaba en el niño pijo de su clase y caminaba despacio con sus zapatos de charol. Recorrieron el paseo y compraron un helado. Después, junto al mar, encontraron una hamburguesería donde ponían música popular. Regresó a casa con dolor de estómago y sueños de mariposa.

María salió el segundo sábado con sus vecinas. Llevaba falda larga y blusa abrochada hasta el cuello. Pensaba en el niño pijo de su clase y caminaba despacio con sus zapatos de charol. Se sentaron en el parque y charlaron sobre la última colección de cromos. Después, junto al parking, encontraron un bar juvenil donde ponían música de baile. Regresó a casa con dolor de cabeza y sueños de ardilla.

María salió el tercer sábado con sus compañeras de clase. Llevaba falda larga y blusa abrochada hasta el cuello. Pensaba en el niño pijo de su clase y caminaba despacio con sus zapatos de charlol. Entraron en el recinto ferial y se buscaron con sus coches de choque. Después, en el escenario, encontraron un grupo que tocaba rock and roll con sus guitarras. Fue una patada de liberación. Se subió la falda, se desabrochó la blusa y se quitó los zapatos. Regresó a casa con dolor de pies y sueños de gata.

Desde entonces salía cada sábado con pantalón ceñido y camiseta, pensaba en sí misma y buscaba la vida mientras daba largas zancadas con sus zapatillas de deporte.

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