lunes, 6 de abril de 2009

Sin miedo

Cuando le arrestaron tenía las manos ensangrentadas y la mirada limpia. Su conciencia estaba vacía y su historial continuaba escribiéndose en rojo. Hacía tiempo que había empezado a matar y ahora que habían dado con su paradero no pensaba ponerles las cosas difíciles.

Desde que nació se convirtió en un personaje ajeno al miedo. Se acostumbró tanto a las palizas de su padre y a las compañías furtivas de su madre, que aprendió a sobrevivir con tres cuartos de imaginación y otro de recelo. Como nunca conoció el miedo, le gustaba asesinar a cara descubierta para comprobar como era la mirada de un hombre a punto de morir. Aquellas pupilas hinchadas, aquel gesto de súplica y aquel último rictus de odio. Eso era el miedo, y él aún no lo había conocido.

Caminaba hacia el cadalso con pasos tranquilos y mirada imperturbable. Había solicitado un espejo frente a su rostro como última petición previa a la muerte. Recorrió el pasillo que conducía a la silla eléctrica masticando el silencio y recordando, una vez más, la mirada impertérrita de cada una de sus víctimas. Ellos habían tenido miedo, él nunca.

Le sentaron con displicencia y le mostraron su propio rostro frente a un espejo medio metro de largo. No vio nada, solamente una mirada que terminó de perderse tras la oscuridad de la capucha con la que cubrieron su cabeza. Vivió sin miedo y, mientras los voltios iban arrancando cada pedazo de su sistema nervioso, murió recordando lo que nunca había visto. En aquella mirada frente al espejo había visto a un tipo sin arrepentimientos, sin conciencia y, una vez más y ahora por siempre, un tipo sin miedo.

1 comentario:

Sagra dijo...

Uhhh que tio más malo,coño, y lo malo de ésto es que hay mucho loco que le pasa lo mismo que a este tio, tiene que ser muy malo tambien no tener miedo a nada.
Besotessssssss