
Todas aquellas eran mentiras confabuladas por su mente insana. Apenas recordaba su último momento de lucidez, casi no tenía consciencia de que un día había sido feliz. Abandonó de nuevo a los chicos y se acercó a la barra del bar a seguir maldiciendo sus penas. Hubo un día en el que amagó con tener una familia y se encontró la casa vacía cuando regresó del trabajo. Desde entonces no había tenido más compañía que un vaso medio vacío y mil historietas inventadas.
Le gustaba imaginar lo que no existía porque un día vio lo que existía y no sentía interés por volver a contemplarlo. Fue el día en el que trató de dejar el alcohol y contempló como miles de insectos asesinos se arremolinaban a su alrededor para chuparle toda la sangre y hacerle vomitar hasta la última gota de su sudor. Le dijeron que, como todo, había sido mentira, aunque él estaba seguro de haberlo visto con sus ojos y sufrido con sus lágrimas. Lo llamaron delirium tremens. Desde entonces sigue bebiendo, sigue imaginando lo que pudo llegar a ser y sigue sonriendo cada vez que se acerca a los chicos del barrio porque en ellos encuentra la mismas sonrisas que un día le hicieron sentirse el hombre más feliz del mundo.
1 comentario:
Y ojo la gente que hay así por el mundo, con más motivos o menos. también supongo que habrá personas que recurren al alcohol porque son débiles de mentes y se piensan que así, mientras están bebiendo, dejan de tener problemas al menos durante ese tiempo.
Y que malo tiene que ser el deliriums tremens, madre mia, de pensarlo se me ponen los pelos de punta.
Como nos acercas a otras realidades nene, que wapo eres coño!
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