
El show, como parte de la gala anual que se ofrecería en honor a los jefes del estado, se televisaría para todo el país. Cientos de espectadores sobre sus butacas y millones de ciudadanos frente al televisor y él seguía mascando cada aplauso y recreando cada agradecimiento.
El día que le habían contratado para el show se cumplieron de golpe todos sus sueños. Tantos pasos de baile derramados sobre la escuela, tanto sudor derramado sobre la tarima y tantas noches en vela soñando con una oportunidad. Apuró el casting hasta sus últimas consecuencias y como premio obtuvo la ocasión que siempre había soñado.
Cada día iba corriendo a ensayar y después de cada ensayo regresaba corriendo a casa. Una manera como cualquier otra de mantenerse en forma y expulsar las endorfinas que generaba su sistema nervioso. Por eso, el día que metió el pie en una boca de riego y se partió la tibia por la mitad, solo pudo pensar en malos augurios. Los mismos que le había deseado su padre en silencio desde que había decidido dedicarse a aquel oficio tan vergonzante del ballet.
Comenzaba el espectáculo y él continuaba tan nervioso como siempre. Se abrió el telón y dejó caer una lágrima. Sentado frente al televisor y con la pierna escayolada hasta las ingles volvió a imaginar que él estaba allí, buscando la gloria en cada zapateo y demostrando, en cada giro, que los sueños deberían fabricarse para ser cumplidos.
1 comentario:
Ohhh, pobre Billy Eliot, que mal final tuvo no me jodas, en una boca de riego, que putada. Nene, siempre son finales chungos....
Besotesssss
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