martes, 13 de marzo de 2012

Sin pasado

Los sueños le evocaban besos tiernos y abrazos calurosos. Hacía el amor a diario con su esposa, acariciaba el rostro de su hijo y se miraba al espejo para recrearse con su atlética figura. Los sueños fueron sueños hasta que dejaron de serlo. Un día despertó del coma y vio a su alrededor a un montón de gente que no conocía. Una se presentó como su esposa, otro como su hijo y algunos más dijeron que eran sus amigos, pero ninguno era como en sus sueños. Cerró los ojos e intentó volver a despertar pero ya no había una máquina que le indujese la inconsciencia. Pidió un espejo y no reconoció al tipo feo y desaliñado que había frente a él. Le contaron lo del accidente de coche, lo de los tres meses en coma y lo de las lágrimas que habían derramado por él. Le contaron, incluso, que antes de aquello él era feliz. Muy feliz. Pero no podía recordar nada. Llamó a la enfermera y pidió un somnífero. Prefería seguir soñando a seguir escuchando aquellas palabras que tanta desilusión le producían.

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