lunes, 5 de marzo de 2012

Camino al vacío


- ¡Niño, tira pa' Linares de una puñetera vez!
Los pies descalzos sentían el frío de la tierra mojada y las legañas apenas dejaban abrir los ojos. Se secó los mocos con el dorso de la mano y arreó las mulas tras auparse forzosamente a lo más alto del carro.
El señorito seguía increpando con ademanes y el niño escupió un hilo de sangre hacia un costado. El cargamento de plomo debía estar en Linares antes del mediodía, y mientras el sol despuntaba al alba y cegaba su mirada, se acordó del barranco junto a la vereda del río Guarrizas.
Asió fuerte las riendas e intentó poner cara de pistolero. Igual que aquellos héroes en blanco y negro que había podido ver subido a la tapia del viejo cine del pueblo. El abismo estaba allí; no había futuro. No lo habría habido de ninguna de las maneras. Cerró los ojos, un par de lágrimas humedecieron sus legañas y gritó de júbilo.
Iba a hacerle una buena faena a aquel maldito desgraciado.

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