lunes, 19 de noviembre de 2018

Allende los mares

Nos prometieron riquezas, tierras y fortuna. Y nos prometieron la gloria, sobre todo la gloria. Cincuenta años ha, el almirante Colón cruzó el mar del norte y nos dio a todos un nuevo continente. El viejo loco murió pensando que había llegado a las indias y el maldito Vespucci, rata como ninguna otra, se había llevado la gloria con América. Y allí estábamos nosotros, cuchillo en el cinto y arcabuz sobre el hombro, matando a todo lo que se ponía en nuestro camino y evangelizando a todo aquel que no se dejaba matar. Allende los mares no estaba la riqueza y la que había era para reyes, duques y otro miembros de esa nobleza que nunca manchó sus botas de barro. Tierra había demasiada, pero por cada paso había tres árboles y diez alimañanas. La fortuna, en cambio, era sobrevivir un día, y quizá otro, en aquel infierno pintado de verde. Ya nadie recordaba a Pizarro, ni a Cortés, ni mucho menos al bravo Núñez de Balboa. La gloria quedó en una pica, cabeza expuesta y vergüenza enterrada. Y mientras un bicho, salido de no se donde, nos comía los ojos cada anochecer, justo antes de dormir, apurábamos el último trago de vino y nos preguntábamos que diablos hacíamos en un lugar donde no existía ni Dios ni sus parientes cercanos.

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