jueves, 12 de marzo de 2009

El coche negro

Observó inquieto como la policía se llevaba a su vecino. En la España de progreso y aislamiento, ser propietario de un chalet adosado pintaba de prestigio la apariencia y de falsa soberbia el orgullo. Cuando reconoció en la foto de la comisaría al mafioso más buscado del país y le puso la cara de su inquilino del chalet de al lado, no tardó dos segundos en plantar voz anónima en una lejana cabina de teléfono para dar cuenta del paradero y escondite del delincuente.

Mientras se marchaba esposado le escuchó clamar venganza. La palabra "Vendetta", pronunciada en un airado italiano se quedó por siempre grabada entre sus sienes. Durante las semanas siguientes, se despertaba a medianoche con el corazón acelerado y los nervios a flor de piel. Su mujer le propuso marcharse lejos y él aceptó la propuesta el día que descubrió un coche negro aparcado en la puerta del chalet de enfrente. Era el mismo coche que había visto la tarde anterior. Sentado al volante, y con actitud parsimoniosa, un tipo grueso fumaba puros sin parar y se pasaba las horas pegado a su teléfono móvil.

Cada noche, el conductor encendía las luces y se marchaba en busca de la oscuridad para no volver al lugar hasta la mañana siguiente. Planeó la fuga preguntándose como demonios habían podido descubrirle. Puso en las maletas todo lo necesario y cargó el coche en espera de que la oscuridad se hiciese dueña del barrio para partir hacia el otro lado del país en dirección opuesta al rumbo que, cada atardecer, ponía el coche negro que gobernaba sus peores presagios.

Aquella misma tarde llamaron a la puerta. Con la mano temblorosa y la voz quebrada consiguió hablar con el inspector de policía que impuso la placa como premisa de seguridad. Junto a él, un tipo grueso apuraba un puro y escuchaba atento las instrucciones a seguir. Estaban alertando a todos los vecinos, por su seguridad debían comunicar cualquier movimiento sospechoso.

Cerró la puerta expulsando su alivio en un profundo soplido y se dirigió a la cama para dormir a pierna suelta. Por la mañana, el coche había desaparecido y el tipo grueso que apuraba un puro tras otro ya no daba señales de presencia. Deshizo el equipaje y se fundió en un abrazo con su esposa. Tras la ducha matutina salió a la calle en busca del kiosko de prensa y cuando regresaba a casa con el diario bajo el brazo sintió el estridente sonido de un coche que interrumpía su marcha unos pasos detrás de él. El asfalto de la calle quedó impregnado de las marcas del frenazo y, ante ellas, reconoció un coche negro que apuntaba a su dirección. Al volante, un tipo grueso con un puro bailando sobre sus labios, empuñaba una pistola. No pudo ver mucho más. Cayó al suelo y el delgado filo del papel no pudo hacer nada por amortiguar la caída. En apenas dos segundos vio pasar su vida delante de las narices y vio llegar la oscuridad mientras sus protestas se ahogaban en un espeso charco de sangre.

1 comentario:

Sagra dijo...

uuhh, como pudo confiarse y deshacer las maletas! yo de todas fotmas si tengo un vecino mafioso te digo yo que me lo pienso mucho antes de llamar a la policía que con esa gente cuanto menos se sepa mejor. Pobre hombre, como se le han cepillao.
Buena historia como siempre nenin. Eres el mejor. Besotes