La abrazaré con cuidado para no
romperla y la dejaré de nuevo en el sofá para que vuelva a ver la película
conmigo. Aún recuerdo aquella tarde en la feria, cuando la vio en la tómbola y
me suplicó “Quiero esa muñeca, se parece tanto a mí”. La muñeca me costó tres
disparos y su abandono no le costó ni media frase. Se lo llevó todo menos la
muñeca. Desde entonces la abrazo cada noche y la siento conmigo, porque se
parece tanto a ella que cuando cierro los ojos e intento recordarla, su cara es
de trapo y sus ojos de plástico inerte.
Arrasados
Hace 4 días
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