Mientras
caminaba por el andén reconoció los ojos verdes de Almudena. No la veía desde
el instituto, pero tantas noches en vela evocando los besos que nunca le dio,
le ayudaron a rememorar aquel brillo esmeralda incluso desde el andén
contrario. Levantó una mano tímida y ella frunció el ceño extrañada. Entonces
llegó el tren, ella desapareció entre la gente y encontró un hueco junto a la
ventanilla. Él la observó alejarse y, justo cuando iba a desaparecer, la vio
abrir los ojos y regalarle una sonrisa. “Hasta siempre”, musitó. Y el sonido
del tren llegando desde su izquierda apagó el eco de su garganta.
Arrasados
Hace 1 semana
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