martes, 2 de noviembre de 2021

Café para todos

El señor Tarradellas se levantó de la mesa muy ofuscado.

-        O me dan mi café o me voy.

 

Circunspecto, abrazaba su propio pecho mientras cruzaba los brazos con especial ahínco.

-        Quiero mi café.

 

Parecía un niño chico.

Cuando le pusieron su café, el señor Garaicoechea se puso rojo de envidia.

-        ¡Eh! ¡Yo también quiero un café!

 

El señor Clavero le miró sorprendido.

Los demás le miraron expectantes.

Si ya tenían su vaso de agua ¿Para qué querían un café?

-        No hay más café.

-        Pues entonces no respiro

 

Y se quedó con los brazos cruzados, los labios fruncidos y la cara cada vez más colorada.

El señor Clavero levantó la mano.

-        Pónganle un café al señorito.

 

Los demás miraron estupefactos. Abrieron mucho los ojos y el señor Rojas levantó la voz.

-        Pues nosotros no vamos a ser menos.

 

Y los señores Escuredo, Madrid y Albor miraron complacidos.

El señor Clavero miró al presidente y el presidente se encogió de hombros.

-        Pues nada, café para todos.

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