Lo hemos
adoptado como un hijo más y nos hace ilusión enseñarle nuestros juegos,
nuestros rincones secretos y nuestra lista de pruebas. Igual es capaz de subir
a pulso la pared del cobertizo, bucear tres largos en la piscina o recitar de
carrerilla la lista de números primos. Ahí viene. Camina erguido, vale. Mira al
frente, perfecto. Tropieza con la alfombra y cae. Bajo la mirada y María sabe
lo que debe hacer. Abre la puerta del sótano y le lanza escaleras abajo. Ahora
hay que preparar catorce raciones de pan y agua. Quizá a la decimoquinta vaya
la vencida.
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