Me queda un regusto
amargo en la boca cada vez que lamo su cuello y se mezcla el sabor del sudor
con el de la colonia. De vez en cuando saco los colmillos, pero me veo obligada
a controlarme. Tranquila, me digo, recuerda que el último tipo al que
prometiste una eternidad sigue esperándote en casa con las piernas sin afeitar,
la barriga por debajo de la camiseta y viendo fútbol sin parar mientras come
lombrices vivas y bebe sangre de vaca en botellines de cerveza.
La tensión
Hace 2 días
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