viernes, 28 de febrero de 2020

Promesas de eternidad

Me queda un regusto amargo en la boca cada vez que lamo su cuello y se mezcla el sabor del sudor con el de la colonia. De vez en cuando saco los colmillos, pero me veo obligada a controlarme. Tranquila, me digo, recuerda que el último tipo al que prometiste una eternidad sigue esperándote en casa con las piernas sin afeitar, la barriga por debajo de la camiseta y viendo fútbol sin parar mientras come lombrices vivas y bebe sangre de vaca en botellines de cerveza.

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