¿Qué podemos esperar?
Hace 5 meses
Palabras y pequeñas historias
Esas alas de plástico
servían para volar, así como ese coche de madera servía para viajar. El abuelo
nos contaba sus historias de juventud mientras revisaba los objetivos apilados
en el viejo desván. La espada de cartón, la avioneta de contrachapado, el
paracaídas fabricado con una bolsa de supermercado… Por eso, cuando cayó enfermo
y nos contaron lo que era una sonda, celebramos entusiasmados que hubiese
encontrado un aparato que le permitiese ir al baño sin necesidad de levantarse
del sofá.
Ninguno de los niños que
había en el arcón era Tomás, lo verificó Toby con su olfato infalible. Como
premio le dimos un brazo y un trozo de peroné. Mientras mascaba, caímos en la
cuenta de que no tenía puesto el collar. Buscamos por toda la casa, intrigados
y, como última opción, regresamos al arcón. Allí estaba el collar, también
Tomás y una cabeza de perro idéntica a la de Toby. La puerta del sótano se cerró
y nos dimos la vuelta. Allí estaba el perro que mascaba el hueso y la carne.
Los ojos tan rojos como los dientes y una mueca en el rostro que hubiésemos
jurado que era una sonrisa.
“Habría cogido alguna vez
un hilván, mamá”. A menudo recuerdo las palabras de la abuela mientras hacía
punto de cruz. “Sólo sabes meterle pájaros en la cabeza a la niña”. “Enséñale a
ser una mujer como Dios manda”. Observo con nostalgia la foto que decora la
mesa del despacho; mi madre, yo y un libro de aventuras. Se abre la puerta y
aparece una cabeza. “Señora presidenta, es la hora”. Camino despacio e intuyo
un hemiciclo lleno de hombres. Sacaré los pájaros de la cabeza y no haré caso a
su Dios sino a lo que me mande el corazón.