martes, 17 de abril de 2012

El hijo del serenatero


El serenatero gustaba de enseñar equilibrios a las cabras; cada canción era un número diferente y a Manolín le gustaba mirar a "Arrugadita". Tenía el mismo porte que su madre, la vieja "Arrugada" que, hundida en el rincón, aprovechaba los descansos para lamer el hocico de su cría.
Manolín escuchó a su padre cantar y las cabras regresaron a su lado.
"Arrugadita" volvió a caerse. Manolín tragó saliva, cruzó una mirada con "Arrugada" y comprendió su gesto. Tantas noches a hurtadillas para nada.
"Arrugada" había sido la mejor cabra del espectáculo y Manolín seguía siendo el más torpe del pueblo.

No hay comentarios: