domingo, 26 de febrero de 2012

Salvar el mundo

Mi último cartucho. No es un gran plan, pero es lo único que me queda. Son diez mil contra uno. Quizá si les hago morder el anzuelo les mande a todos a dormir el sueño eterno. Quizá si la suerte me acompaña. Quizá.

Necesito reunirles a todos. Malditos monstruos verdes que arrasaron con todo. Puedo escuchar el latido de mi corazón y el eco de mi aliento. No escucho nada más. Vacío toda mi polvora. No me queda más. Allí la nave, aquí el detonador, en medio de la nada el planeta. Me siguen buscando. Son demasiados para mí solo. Me devorarán.

La trampa está preparada. Diez kilómetros a la redonda, calculo. Subo a la nave y activo el turbo. Espera un segundo. Por la trampilla sale el vehículo, a toda velocidad. Un kilómetro, dos, se detiene. He calculado bien la distancia de propulsión. Lo han visto. Los espejos relucen lo bastante como para pasar desapercibido. Veo la masa verde avanzar hasta el lugar. Hay diez toneladas de pólvora, un cable y un detonador en mis manos. Lo aprieto y activo la palanca. Siento el estruendo mientras la nave baila en el aire. Evito la caída y vuelo hacia el cielo estrellado mientras el planeta se va a tomar por saco. Puedo ver el cráter mientras me alejo. He salvado al mundo, pienso. No queda nadie, ni amigos ni enemigos. Solamente yo ¿Ahora, a quién se lo cuento?

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