 No hasta que por fin me haya
mordido. No hasta ser jugo de sus dientes. No hasta haber sentido en mi piel la
violencia de sus mandíbulas.
No hasta que por fin me haya
mordido. No hasta ser jugo de sus dientes. No hasta haber sentido en mi piel la
violencia de sus mandíbulas.
No puedo más. A menudo bajo la
calle sospechando que me siguen y cada vez que giro sobre mis hombros solamente
veo sombras.
No puedo más.
Sé que se esconde tras las
esquinas por temor a ser cazado. Tiro por la alcantarilla todas mis balas de
plata, alzo los brazos al cielo; las palmas limpias, los ojos encharcados, y
observo, jubiloso, como la luna llena se levanta sobre mi cabeza.
No puedo más. Después de tantos años persiguiendo, ahora quiero ser yo
el perseguido.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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