jueves, 21 de julio de 2011

Con el rabo entre las piernas

La botella seguía vacía junto a la cama, justo en el mismo lugar donde la había visto por última vez, en el mismo lugar en el que la había colocado después de beber el último trago y jugar a cantar sílabas con eruptos. Saltó sobre el colchón y jugó, un día más, a ser un rockero desfasado. Encendió la tele y buscó un programa con el que soñar despierto, pero no había más que malos anuncios y debates políticos. No le interesaba la actualidad ni le interesaba la imagen, solamente le interesaba vivir lo más frenéticamente posible. Aquello tenía trabas, y es que el dinero que ganaba no era el suficiente como para poder costearse una empleada del hogar. O se ponía manos a la obra o se moriría de asco. El olor a la fruta podrida invadía la cocina y los baños tenían más pelo que agua en los lavabos. Rememoró aquella bronca monumental y la sentencia de su madre que fijó su orgullo: "Volverás con el rabo entre las piernas". Se colocó el pene entre las ingles y caminó como un pingüino antes de dejarse caer preso de un ataque de risa. "No voy a volver, mamá. Pero joder, cómo te echo de menos".

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