
Despertó entre sudores. Como todos los años en el día de sus peores recuerdos, había engullido los veinticuatro bombones de licor de la caja del supermercado. Era un homenaje a su esposa, fallecida después de un atracón similar. Los sueños, cada vez, eran más reales. Pensó en ello cuando sintió, una vez más, los pasos de los tres pequeños demonios pululando por el jardín. Llegarían al porche, llamarían al timbre y le dejarían un regalo junto a la puerta. Una vez fue un excremento, otra vez un gato muerto y la última una foto de su esposa hecha trizas que le habían robado de la chaqueta en un descuido.
Esperó el timbrazo e hizo inventario. Ya tenía preparado el ácido y había comprado un buen frasco de cloroformo en el mercado negro. Si se daba prisa con los tableros del porche, probablemente tendría preparada la trampa para la próxima ocasión.
1 comentario:
Joe que historia!! pero nos dejas a media, ¿finalmente lo hizo? espero que no, sería un final muy malo.
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