martes, 17 de noviembre de 2009

Obsesión

Vivir obsesionada hasta el límite es para ella tan desalentador como vivir acompañada por la más absoluta de las soledades.

Cada mañana se levanta y corre como un rayo hacia la ventana. Le ve pasar y por las tardes le ve llegar. Todo empezó el día en que se cruzó con él y se dejó embriagar por su perfume de diseño. Le besó e hicieron el amor hasta que el amanecer les sorprendió desnudos.

Le ve bajar de nuevo. Ahora con una de sus hijas agarrada a su mano. Le sigue con la mirada hasta que no quedan más milímetros de calle por recorrer. Hubo un día en el que ella quiso aquella niña también fuera suya, pero todo terminó como lo hacen las historias tristes.

Le ve venir. Sigue siendo el mismo hombre que besó por vez primera. El mismo que aún no sabe que ella vive allí, junto a él, porque quiere verle cada día al llegar del trabajo. Ahora está con su mujer, la besa y ambos sonríen. Ella llora. Por un momento quiere volar con la imaginación y se lanza en picado hacia su amado.

El golpe es brutal. Él vuelve la cabeza y regresa a sus años de juventud con la imagen de un rostro que hace años creyó que podría olvidar. Durante años se preguntó donde se había metido y resulta que había estado allí mismo, tal y como él había soñado. Se despide de ella y le pide perdón. "Yo también morí el día en que te dejé", le susurra en silencio. Y mientras ve llegar a la ambulancia disimula su pasado y vuelve a besar a su mujer con la misma mentira de siempre. En cada beso siempre soñó los labios de la mujer a la que un día dejó en la estacada y ahora era conducida hacia un depósito de cadáveres.

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