Aún podía recordar la sensación del dedo sobre el gatillo y el olor a pólvora volando con el viento. Calzaba botas de cuero y una fuerte brisa hacía girar la arista de sus espuelas. Se sabía perdedor de antemano en el duelo más desigual del condado y, aún así, había accedido retar al sheriff para saldar cuentas y romper lazos.sábado, 31 de enero de 2009
Duelo al sol
Aún podía recordar la sensación del dedo sobre el gatillo y el olor a pólvora volando con el viento. Calzaba botas de cuero y una fuerte brisa hacía girar la arista de sus espuelas. Se sabía perdedor de antemano en el duelo más desigual del condado y, aún así, había accedido retar al sheriff para saldar cuentas y romper lazos.martes, 27 de enero de 2009
Caza fantasmas
Miguelillo era el más fantasma del barrio. Le gustaba fardar de sus hazañas y presumir de sus conquistas. Nosotros éramos los más cabrones del mundo y por ello, un día, hartos de su petulencia, nos planteamos ponerle en su sitio y hacerle una putada en loor de su arrogancia. Fue el día que nos dijo que era capaz de reconocer a cualquier chica del barrio, con los ojos cerrados, con tan solo tocarla una teta. Declaración imponente en base a la cual, nos quiso hacer creer que se había retozado con cada una de las jovencitas que poblaban nuestros angostos bloques de vecinos. No tardamos en convencer, con un billete de cincuenta euros, a la más golfa del barrio y ataviarla con el único abrigo que le proporcionaban unas botas sintéticas y una capucha de lana sobre la cabeza. A él, para no otorgarle ventaja ni moratoria, le tapamos los ojos con una camiseta negra convertida en venda opaca y le acercamos hacia la hembra poco después de haberse desnudado. Apenas pudimos retener nuestros impulsos por soltar media docena de carcajadas; allí estaba Miguelillo, manos ávidas y suspiros entrecortados, metiendo mano a la chica que habíamos contratado. Por el tenue movimiento que se adivinaba tras la capucha, quisimos creer que la chica estaba disfrutando de lo lindo por lo que animamos a nuestro amigo a culminar su magreo con un simulacro de coito para terminar de explorar las partes íntimas de la que había asegurado adivinar su identidad. Una vez terminado el acto, y con el miembro empapado en sus propios líquidos, accedimos a desenmascarar a ambos no sin antes preguntarle con quien creía haberse retozado. Al no obtener más que dudas y balbuceos ininteligibles, procedimos a mostrarle el rostro de su conquista y lo que vino segundos después no tuvo tanto de trágico como de aleccionable. Ella me partió el labio de un bofetón y él la vio partir avergonzada y empapada en su propio llanto. Miguelillo permaneció quieto durante quince minutos más, con el cuerpo aún desnudo y la conciencia en proceso de conflicto tras haber comprobado que, por aceptar una apuesta, había terminado follándose a su hermana.viernes, 23 de enero de 2009
Negocios
Tokio le recibió con un cielo color ocre y un pegajoso calor. Anduvo durante la terminal mascando un palillo y buscando su maleta mientras ideaba como llevar a buen puerto su último encargo. El tráfico, pintado en multicolor, se encargó de distraer sus planes. En cada edificio imaginó su destino y cada ciudadano caminaba con la mirada perdida en su propia misión.- Encantado señor Hiruzi. Me envía el señor Hanson.
lunes, 19 de enero de 2009
Juego de niños
Escucho gritar al capitán entre el silbido de las balas y el atronador sonido de los morteros haciendo pedazos la tierra húmeda e intento encorajinarme durante un pequeño instante para parecer un tipo duro. No hacía muchos años yo jugaba a la guerra con pequeños muñecos de cerámica y ahora soy marioneta del destino cuyos hilos divagan por el campo de batalla, fusil en mano y miedo en el alma.
Una nueva explosión cegadora atrona nuestra zona de trincheras y el llanto de mis compañeros se mezcla con el olor a pólvora y sangre fresca. Intento agudizar el oido para atender una nueva orden y no hay voz ronca que ponga prietas las filas. Unos metros más allá, un melancólico gemido me pide ayuda y me acerco a gatas, procurando no exponerme al fuego cruzado. En los ojos casi sin vida del capitán puedo ver la mirada de un niño asustado que busca el perdón antes de morir. Por un momento me agarra con fuerzas por la solapa de la chaqueta y, un segundo después, mantiene inerme la mirada expiando en un suspiro todas sus culpas.
En esa mirada, en el llanto de mis compañeros y en mis propias lágrimas puedo, al fin, comprender que esta guerra no es para hombres sino que es el juego malintencionado de algún niño caprichoso que ha decido que, esta vez, nosotros seamos los perdedores.
jueves, 15 de enero de 2009
Entre los barrotes
El sonido de sus pasos le recordaba bastante al taconeo que aquella noche casi le había conducido a la muerte. Caminaba con la frente alta mientras jugaba con una moneda entre los dedos y apuraba, en hondas caladas, un cigarrillo sin filtro. Cuando le vio, recordó el instante en el que la luna había iluminado la ventana del antiguo caserón y el cañón de una escopeta había asomado entre los barrotes. Durante todos aquellos años le había resultado imposible olvidar el desprecio con el que había recibido su furtiva visita nocturna; "Fuera de aquí, muerto de hambre. Toma este duro a ver si eres lo suficiente hombre como para tomarte un vaso de ginebra y olvidarte de mi familia". Al mirarle a los ojos, pudo rememorar la humillación y el miedo, recordó los segundos que había permanecido esperando bajo el alféizar y como él había apretado el gatillo para hacerle caer al suelo hundido en un charco de sangre.domingo, 11 de enero de 2009
Cena para dos
Todo estaba preparado. El champán entre el hielo y las fresas esperando en la nevera para culminar la noche con un postre inolvidable. Al fondo, el televisor recién comprado emitía destellos sin sonido que incendiaban, durante segundos, la penumbra mágica fabricada con velas y neones de mesa. Ella se había puesto su mejor vestido y él la observaba emocionado, controlando su efusividad para después de la cena.