Antonio siempre ha
tenido el don de captar la atención de las personas, es como un imán capaz de
atraer miradas y conquistar oídos. En corro, las chicas del instituto, se
arremolinaban a su alrededor viéndole contar la historia del día en que un
extraño nos quiso abordar de noche en medio del bosque.
-
Este y yo. – Me señalaba. – Habíamos acampado en un lugar perfecto, junto
al río y nos contábamos historias de miedo sentados junto a la hoguera.
Eso había sido hacía demasiados
años, aunque temía que terminase contando el motivo por el que aún no lo
habíamos olvidado. El resto de ex compañeros bebían cerveza y bailaban como
patos bajo el cartel que anunciaba la reunión de antiguos alumnos.
-
Al principio creíamos que era un animal, pero era un hombre con una
escopeta de caza.
Les contó que nos
apuntó a la cabeza y nos pidió todo lo que lleváramos, aunque la verdad es que
el tipo se había extraviado y tan sólo buscaba ayuda para salir de allí. Lo
supimos después de haberle dado una paliza y amenazarle con su propia escopeta.
- Cuando se dio cuenta de que estaba descargada salió corriendo y le
perseguimos hasta que le vimos desaparecer. Fue la hostia ¿Verdad?
Es la primera vez que
me mira en la última media hora.
-
Verdad. – Contesto complaciente.
Las chicas se
dispersan por distintos lugares y Antonio se queda en un rincón recordando
viejos tiempos con la mano metida bajo la falda de Andrea.
Es su manera de
olvidar que, junto al río del bosque negro, hay un tipo enterrado a tres metros
del suelo al que su familia dejó de buscar hace más de cinco años.
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